La vida en tacos

#EscritosDeLaVida

tacosyaPasaron muchos días.

Me mantuve sigiloso, atento y expectante.

Analicé la situación antes de proceder. Debe ser porque confío en el espíritu estratégico, que aporta valor a la toma de decisiones.

No sé.

Necesito hablar con el portero y comentarle la situación. Quiero indagar un poco más sobre el tema. Informarme debidamente y mantener la calma. Antes de que domine el impulso. 

Es domingo, por la tarde.

—Y fijate, es media histérica –dice José.

—¿Te parece?

—Y la mina es medio loca. Mirá que está sola. Es abogada.

—Pasa que me vuelve loco con los tacos. No sé por qué camina de un lado al otro. A cualquier hora. Permanentemente.

—Es que las minas están todas rayadas.

—¿Te parece?

—Y, tené cuidado.

Subí al departamento con la idea de mantenerme tranquilo.

Son las siete de la mañana del lunes. Me doy vuelta en la cama entre sonidos de tacos insaciables que van y vienen sobre el techo. Se fue a la cocina. Volvió a la pieza.

¿Da vueltas a la cama?

Estoy soñando. La vecina no puede estar taconeando otra vez.

Con toda la complejidad que tiene la vida, cómo puedo estar soñando semejante nimiedad.

Me miento.

Siguen los tacos revoltosos y zigzagueantes. Inquietos, dañinos, despreocupados.

Me despierto, voy a la cocina a hacer mates y corroboro. La realidad se expresa en algún momento y esta vez en forma de tacos.

Me olvido del tema y me digo que no es para tanto. Unos minutos más y los tacos se van a otro lugar de la ciudad.

Son las 20 horas. Llego a mi departamento. Hago mates y abro un libro.

Los tacos otra vez. Van, vienen, vuelven a ir.

Tomo aire  y decido proceder. Dejo el libro en la mesita del living, defino las instancias del diálogo.

Vuelvo a tomar aire.

Es hora de enfrentar el mundo.

Abro la puerta, subo la escalera hasta el piso de arriba. Camino hasta el fondo del pasillo y toco timbre.

—¿Quién es?

—Soy el vecino de abajo.

—No sé quién sos.

—Valentini, su vecino de abajo. Hablé con Néstor…

—No te voy a abrir porque no sé quién sos.

—Néstor. Hablé con Néstor.

—No te voy a abrir.

—Pero en cualquier caso quería decirte que estoy re podrido. No entiendo qué carajo hacés todos los días a las siete de la mañana. Vas, venís. Estás bien o te pasa algo. Néstor tiene razón cuando dice que sos una histérica.

Pensé en decirle.

Pero mantuve la calma.

—No te preocupes, hablamos con la puerta cerrada. Solo quería comentarte que tus tacos retumban en mi departamento. Y pensé que tal vez podíamos hablar para ver de solucionar este problema.

—Decile a Francisco (el encargado).

—No, no, es simplemente comentarte esto.

—No debe ser para tanto. Me levanto a las siete y me voy.

—Sí, hoy me despertaste.

—Quejate a la administración.

—Es que simplemente quería comentarte esto para ver si con buena voluntad podíamos solucionarlo.

Me alejo de su puerta. Bajo las escaleras. Camino hasta el fondo del pasillo. Abro la puerta. Me siento en el sillón. Agarro el libro.

Escucho tacos.

Tacos otra vez.

La vecina me ha declarado la guerra. Pienso.

José tenía razón.

De repente no hay más ruido.

El silencio ha ganado.

Escritos de la Vida - Juan Valentini

 

*Juan Valentini es autor de “Escritos de la Vida”. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro. También es autor del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.