Pocas síntesis deben producir más daño que las que se instalan en algunas subjetividades y permanecen como verdades inquebrantables. Como si fueran realidades que no se pueden cuestionar.
Todos estamos presos de esas verdades que de algún modo nos tienen y delimitan nuestra forma de ser y obrar en el mundo. Por eso es conveniente tratar de percatarse de las ideas directrices que asumimos para resolver la conveniencia de sostenerlas, abandonarlas o reformularlas.
Debe ser por eso que cuando uno pierde el sentido crítico o lo rechaza por propia convicción, corre el riesgo de quedar preso de creencias o perspectivas que guían su accionar.
De ahí que hay que estar atento a las ideas propias y a las que prevalecen en la sociedad porque todos somos luego quienes vivimos con sus consecuencias.
¿Divide y reinarás?
¿Quién dijo esa suerte de verdad irrevocable?
El debate está abierto y se dice que la frase original es de Julio César, que en realidad afirmaba “divide y vencerás”. Pero luego Maquiavelo en el libro “El Príncipe” adopta el concepto “divide y reinarás”, por eso se le suele atribuir la frase.
Es decir, es una interpretación de una persona. Una conceptualización personal sustentada por un individuo que interpreta, que bien puede ser contraria a otras interpretaciones de otros individuos que interpretan.
¿Se conoce algún estudio científico que sustente esa aseveración?
Dudemos, porque en la duda reside la posibilidad de reflexionar y en esa actividad emerge la inteligencia. La actitud de cuestionar lo cierto para poder superarlo.
Quizás el problema mayor con esta perspectiva es que la creencia incide en la realidad. Y concebir la idea de división como virtuosa o conveniente para lograr ciertos fines, supone enfrentar unos con otros y precarizar así al ser humano y la calidad de vida en la sociedad.
Lo más peligroso de ese tipo de visiones es que sean asumidas por personas que ejercen liderazgos importantes en la sociedad, porque el accionar de ellas tiene mayor influencia en la comunidad.
Por eso pareciera productivo invitar a repensar la fallida solvencia de ciertas conceptualizaciones negativas.
¿Un líder construye más poder cuando divide o cuando une?
El general Perón decía: “A los enemigos ni justicia”. Pero, ¿verdaderamente creía eso?
Me permito pensar que no, porque en sus últimos años también decía: “Para un argentino nada mejor que otro argentino”.
Es claro que ambas declaraciones son contradictorias, algo que no debería escandalizarnos porque el ser humano está repleto de contradicciones y negarlas o asombrarnos de ellas sería como rechazar nuestra naturaleza.
En cualquier caso, frente a verdades ajenas o propias, siempre el sentido crítico es el que nos salva.
Cuestionar la perspectiva divisionista y poder erradicarla constituiría un beneficio para todos. Atenuaría el clima de agresiones innecesarias y optimizaría la energía de los ciudadanos que en vez de enfrentarse unos con otros, se alinearían detrás de un objetivo en común.
Si pensamos en el bienestar del país por ejemplo, ¿cómo se beneficiaría más la Argentina? ¿Estando unos contra otros o tirando unos con otro para el mismo lado?
Perón alumbró un camino al decir que para un argentino no hay nada mejor que otro argentino. Esa visión constituye quizás el mayor desafío que tenemos como sociedad. El de superar las divisiones. Y unirnos para llevar todos juntos adelante a la Argentina.
Sería positivo que seamos capaces de creer que para una persona no hay nada mejor que otra persona.
.*¡Hasta la próxima!
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