El Erotismo: el legado de Eros, hijo de Afrodita

#GreciaAplicada

En la anterior publicación habíamos narrado la leyenda de Afrodita, la diosa del amor y la sexualidad, que a pesar de estar en nupcias con el poco agraciado dios Hefesto, mantenía relaciones sexuales con hombres y con divinidades, especialmente con Ares, hermano de Hefesto y deidad del odio y la guerra. Precisamente, en uno de dichos encuentros amorosos, Afrodita y Ares engendraron a Eros (o Cupido para los romanos), quién heredó los dones del amor y la lujuria de su madre, por un lado, y las habilidades bélicas de su padre, por otro.

Eros, hijo de Afrodita y de Ares. De su madre concibió los dones del amor y la sexualidad, mientras que de su padre heredó las habilidades del arco, la flecha y vestigios de beligerancia.

Esta miscelánea genética hizo que el joven permaneciera todo el tiempo con su arco y su flecha deseando enfadar a dioses y mortales, con la peculiaridad de que cada vez que ensartaba su saeta en los distintos cuerpos, sus dones del amor se esparcían por las venas de las víctimas, que rápidamente ardían de amor. Al descubrir los efectos de sus travesuras, el burlesco dios recorría las ciudades de Grecia enamorando a todos los que se les cruzasen en su camino, causando no sólo amoríos, sino también odios y tragedias en los casos en los que el amor no era correspondido.

Afrodita vivía preocupada por las travesuras de su hijo pero también porque éste no maduraba y se conservaba con el cuerpo de un niño, situación que llevó a Afrodita a consultar desesperadamente a un Oráculo. Éste, lacónico como pocos, sólo le propinó estas palabras: el amor sin pasión no crece. Al asimilar la frase, Afrodita intimó nuevamente con Ares, esforzándose con toda su voluntad para engendrar otro hijo que heredara sus dotes de pasión y no sus atributos de amor ni las facultades belicosas de su padre. Fue así como procrearon a Anteros, el dios de la pasión y el amor correspondido.

Eros y Anteros, juegan con las armas que les obsequió su padre. Detrás, Afrodita vigila a sus hijos.

Lo cierto es que cuando Eros salía a jugar con su hermano Anteros, su cuerpo crecía y su mente maduraba, y las víctimas de sus flechas se enamoraban perdidamente de un amor correspondido. Sin embargo, cuando peleaba y se alejaba de su hermano, Eros volvía a su cuerpo de niño e involucionaba en su capacidad intelectual. Es por ello que hasta hoy en día el Amor crece y decrece constantemente en las relaciones humanas. 

Cierta vez, Eros conoció a su medio hermano Himeneo, dios del matrimonio e hijo de su madre Afrodita y de Dioniso, dios del vino y la lujuria. Himeneo sufría del mal de la polaridad: cuando estaba feliz vivía exultante y sus carcajadas se escuchaban hasta el último confín de la tierra, pero cuando se entristecía, la llama de la antorcha que llevaba siempre consigo se apagaba y la alegría de los matrimonios se esfumaba paulatinamente. En esas ocasiones, Eros, que amaba a su medio hermano, le socorría y le encendía la antorcha y así Himeneo se infestaba de amor y fogosidad, recuperando la alegría. De esta forma es que los matrimonios recuperan la llama del amor y las gratitudes del erotismo…

Como podemos apreciar, para los griegos, Eros representaba el Amor instintivo e irracional de las personas, el cual se guía sólo por la satisfacción de las pulsiones sexuales.

A partir de las andanzas de Eros, todo lo concerniente a la sensualidad y a la sexualidad recibió el nombre de Erótico, en honor del joven dios que nunca crecía… 

Por esta razón, en nuestros días, cuando la luz merma, las velas enaltecen la velada y las caricias sensuales  conllevan al erotismo, sabemos que Eros merodea, travieso y sigiloso, el terreno que consideramos propicio para el amor …