Por: Mauro Gago
La etimología de la palabra pánico y el semidios Pan
El miedo, una de las emociones más desagradables y abominables, seguramente se ha hecho presente en cada uno de nosotros en alguna ocasión de nuestras vidas. Sin embargo, ¿cómo diferenciarlo de otros sentimientos similares (aunque nunca equivalentes), como por ejemplo la preocupación, la angustia o el temor? Si se me permitiese una apreciación al respecto, diría que uno no tiene miedo, por ejemplo, a un examen o a que lo despidan del trabajo, sino cierta preocupación (pre – ocuparse de algo) o cierta angustia ante ellos, impresiones que desde ya lejos están del verdadero sentir del miedo. Imagino que el miedo en los seres humanos designa a aquel sentimiento por el cual tememos de manera extrema por nuestra integridad física. Es decir, tenemos miedo al riesgo de muerte.
Quizá mi aseveración sea impugnable, cosa que acepto sin reservas. Tal vez la subjetividad de cada uno haga que ciertas personas sientan también miedo por cosas menores o, mejor dicho, “consideren” sentir miedo por ellas; pero lo que sí es indiscutible es que cuando sentimos una verdadera turbación por nuestra integridad física con riesgo palpable de muerte, acudimos para describirlo a la palabra pánico. Aquí casi que no hay discusión, para todos significa lo mismo. En ese sentido, muchas veces hemos escuchado ante una situación extrema la frase “¡Qué no cunda el pánico!”. El pánico es estremecedor, impactante e incontrolable. A diferencia del miedo, no da lugar a la especulación; no hay suspenso: la amenaza ya está ante nosotros y no nos queda otra que defendernos o huir de la situación. Despierta nuestro más profundo instinto de supervivencia: es por eso que los salvavidas tratan de noquear a la persona que se está ahogando para que su desesperación no provoque la muerte a ambos.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con la Mitología Griega? Mucho. Si bien a mi entender el pánico es un sinónimo directo del miedo, como mencioné anteriormente entiendo que hay personas que lo ubicarían en un orden superior. De todas formas, la palabra en sí posee una etimología que proviene de un semidios de la Mitología Griega llamado “Pan”: precisamente, la acepción griega panikos está compuesta por el nombre de la mencionada deidad y por el complemento oikos, que significa casa: por ende, la palabra implica el miedo extremo que se sentía por la morada del semidios Pan: los bosques o descampados. Esta deidad de segundo orden fue asimilada en Roma con el equivalente Fauno, personaje también muy célebre en otros mitos. Era parte del séquito del dios Dioniso y jefe de todos los sátiros, criaturas de su misma especie de las que hablaremos en otra oportunidad.
Pan era el semidios del pastoreo y de los rebaños y es por eso que su extraño cuerpo posee en su parte superior las cualidades de un pastor (un hombre) y las de los animales que componen su rebaño (las cabras) en sus partes inferiores. Más allá de ser un individuo de un apetito sexual incontrolable, solía caracterizarse por espantar a las personas que se acercaban a su morada, sorprendiéndoles de improviso y muchas veces matando a sus víctimas de miedo.
Realizaba sus apariciones generalmente en los anocheceres y en las horas previas al amanecer, ya que el resto del día lo utilizaba para cuidar de su rebaño o para participar de las orgías organizadas por el dios Dioniso. Con todas estas actividades, Pan solía dormir después del mediodía, razón por la cual los griegos de la región dónde más se veneraba al semidiós (Arcadia) consideraban que la siesta era sagrada, por lo que no se podía despertar a nadie en dicho reposo porque eso implicaba el despertar y la consecuente ira de Pan.
Además de pastor, era un excelente músico y poseía un instrumento de voz que luego fue llamado Flauta de Pan en su honor.
Su figura no sólo fue adoptada por distintas creencias paganas, sino también por el propio Cristianismo: dado el terror que provocaba en las personas, la ideología cristiana lo adoptó como iconografía directa del Demonio. Asimismo, en la obra Fausto, de Goethe, Mefistófeles, el demonio que pacta con el personaje que da nombre a la obra, adopta una figura similar.
Como conclusión, hemos dado cuenta de la procedencia de la palabra pánico, ese miedo extremo que “homenajea” de algún modo a Pan, aquel semidiós que aparecía de improviso de entre los árboles, provocando en sus víctimas un terror inolvidable… e incluso la muerte. Ergo, cuando sentimos pánico, no hacemos otra cosa que sentir la presencia mortificante del semidiós Pan…