Por: Mariano Marquevich
Esta nota es complementaria a la anterior de CRISIS VOCACIONAL y trata de el momento posterior a encontrar una vocación.
El problema no se termina con conocer lo que nos gusta, ni con luego esmerarnos y transitar el proceso de aprendizaje… hay algo que todavía lo puede arruinar: la importancia.
Para comprender esto, no pensemos en hoy. Tampoco en mañana ni en la semana entrante. No. Tampoco en el año próximo o 200, 300 años más… Ni siquiera pensemos en los siguientes 5.000 años… Pensemos, por ejemplo, en 33 millones de años. No van a quedar ni registros de Shakespeare, Bach, Buda, ni Beethoven ni nadie… si aun quedan dudas de esto… supongamos 30.000.000.000 millones de años. Y si todavía quedan dudas, podemos despejarlas subiendo la cantidad de números hasta que la cifra no entre en la página o bien reparando en la certeza química de que el sol, en un futuro remoto, esta destinado a apagarse…
Cualquier pasión de lo que sea que uno emprenda, por más original o crítica que sea, está destinada a perecer.
Tal como dice la Biblia “las formas pasaran…”.
Siendo esto así valdría preguntarse ¿para qué tanto esfuerzo?
Siendo esto así, no podemos menos que sentirnos algo acorralados, tanteando una pared, buscados por una espada… Si nos dedicamos a hacer algo con cierta perfección, ¿no se supone que debemos entonces suponer que sea al menos importante?
¡No necesariamente!
Una manera de resolver esta ecuación es creer que en un sistema mental donde la “importancia” y la “vocación” corran por carriles distintos…
A primera vista, pareciera que la “vocación” desprovista de “importancia” quedaría ausente de sentido. Cuando en realidad, es ahí donde lo recupera.
La importancia que se le atribuyen a determinadas cosas es siempre accesoria. Pretenciosa. Seductora. Demandante. Entorpecedora. Y, aunque sea paradójico, la importancia es prescindible.
La vocación, en cambio, es inevitable. Sustancial.
Ejemplo grotesco: Si a un pingüino empetrolado, le quitáramos el petróleo enquistado de sus pellejo, no sería menos “pingüino”. Sería un pingüino más pleno.
No hace falta la importancia para que luches por lo que más quieras, no hace falta la importancia para ponerte un despertador a la mañana ni tampoco hace falta la importancia para que aún con sueño te levantes y hagas lo que tengas que hacer para perfeccionarte. La importancia entorpece el proceso y lo tiñe de algo que no es (justamente no es importante). Y sin esa mochila las cosas se hacen con mayor destreza y el letargo se aleja y la frustración que tarde o temprano siempre es concomitante a la importancia no encuentra asidero.
Al concientizarnos en lo efímero de cualquier logro humano, no necesariamente por ello debería uno pasar a trabajar con desgano ni mermar las ganas de aprender, ni comprometerse en menor medida en una relación o con su entorno… Vaciar de importancia no es sinonimo de promocionar la liviandad, ni la haraganería, ni el escepticismo. Restar importancia es ampliar la conciencia de la consecuencia ulterior de los actos.
Cuando mentalmente fundimos importancia y vocación, se inicia un desajuste que, tarde o temprano, traerá problemas. Esta operación mental ha hecho fracasar a los “grandes”… a que personas que supuestamente lo tenían todo (talento, dinero, amor) llevó a que murieran insatisfechas, desesperadas, precipitándolos hasta el suicidio en algunos casos.
Si. Muchos de los genios de la humanidad cayeron en la trampa, luego… ¿qué nos espera a nosotros entonces?
Caravaggio, Miguel Angel, Gustav Jung, Mex Urtizberea, Osho, Dali, Mahler, Newton, todo lo que hicieron pasará, no caigamos en el error de creer que hay hijos, sucesos u obras que nos podrán sobrevivir u obras que sobrevivieron a autores ya muertos. Si siguen creyendo que sí, los invito a releer el primer párrafo de esta nota.
Vocación significa llamado. ¿Llamado a qué? Llamado a despertar.
En lo que a un llamado respecta, lo relevante no es el teléfono, ni el sonido que haga, ni las compañías que intervienen, interesa que se genere la comunicación. Claro que sin los intermediarios no se podría uno comunicar, el problema es cuando invertimos la ecuación, y creemos que los medios son el fin.
Según el budismo, a lo único que deberíamos aspirar es a despertar de esta Irrealidad. Y, en el mejor de los casos, si llegamos a lograrlo, aunque sea parcialmente, lo único que podría “sobrevivir” -si puede todavía llamarse así- será una suerte de estimulo, de esperanza a que otros despierten de esta irrealidad también.
Si los grandes creadores (madre, padre, Steve Jobs…) nos acercan a esto, si los interpretes, las grandes personalidades nos acercan a esto, si los mozos (sí, los mozos…) nos acercan a esto, pues sí, sobrevivieron, pero no por ellos, ni por sus nombres, ni por sus obras u acciones. Sino por ayudarnos a dar el paso hacia la Luz.
En definitiva, estas palabras tampoco se valen por su agrupación, ni por su significado, sino por si cumplen la función, es decir, si están dirigidas a empujarnos a que despertemos del ensueño, a que disolvamos la forma y alcancemos la inmortalidad.
LLAVE MAESTRA
Este post es un solvente, para que, si ven que les suma, quiten lo que tenga de importancia a la vocación, y la asuman como una puerta, nunca un galardón.
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