Por: Silvia Cordano
Una mega estrella de Hollywood que lo tiene todo pero no es feliz + un chico común que la conquista + una love song que moviliza + una historia tan simple como improbable + romance. Todo eso, en un barrio precioso. Fórmula rosada, infalible y taquillera. Los programadores lo saben. Por eso, la repiten constantemente en varios canales y en mi caso, me atrapa con la misma intensidad que la primera vez. Confieso que me dejo llevar bajo el influjo de su poder hipnótico, que roza la cursilería. Me hago cargo. Y no soy la única.
Existe una razón por la que muchas películas se realizan en Notting Hill. Las calles adoquinadas del barrio serpentean a través de estrechos pasajes, casas victorianas lujosamente decoradas, tiendas y apasionados vendedores de antigüedades siempre dispuestos a saciar la avidez consumista. Su famoso mercado de Portobello es una verdadera delicia y, junto al clàsico carnaval de agosto, conforman un atractivo que reúne a millones de personas por año. Un escenario ideal para enmarcar una historia. O vivirla.
Notting Hill surgió como barrio hacia 1840 para aliviar la presión demográfica de St James, convirtiéndose posteriormente en el lugar favorito de residencia de inmigrantes caribeños. Fue en la década de los ’70 y ’80 cuando la zona se renovó tras la llegada de nuevos habitantes y una marcada influencia artística lo coronó como el nuevo lugar de moda.
Situado en la parte oeste de Londres, es uno de los barrios más visitados por los turistas. Notting Hill ha sabido paulatinamente aunar a la perfección lo chic con lo alternativo, mostrando en la actualidad un ambiente multicultural que sorprende a los viajeros.
La arquitectura juega una parte importante en este combo. Los meandros a lo largo de la mayor parte de su recorrido (diferente a la disposición más planificada de áreas cercanas) añaden intimidad al paisaje urbano e invitan a perderse en esta atmósfera energética y cosmopolita. Terrazas de estilo victoriano, vibrantes fachadas y tiendas que aprovechan hasta el mínimo metro cuadrado, le da ese toque pintoresco y singular. Mérito aparte de los “Amigos de Portobello”, quienes procuran conservar el dinamismo de la calle, evitando con su esfuerzo, el desembarco de las grandes cadenas.
En agosto, se realiza allí uno de los carnavales màs importantes del mundo, pero a pesar de éste y otros tantos atributos, la influencia de la película es innegable y está impresa en el ADN de su cotidianidad.
María, turista española de unos 40 años, entra sola a un exquisito bar en Portobello Road.
Lo primero que hace es preguntarle al mozo donde queda la famosa librería donde Julia Roberts conoce a Hugh Grant.
El mozo le explica que no existe, y que cerró sus puertas hace un par de años.
Pide un café, mira la calle solitaria y expectante, mojada de lluvia reciente. Como Ella. Como todos a esa hora de la mañana de sábado.
Suspira. Se entrega a una taza de espumoso café con leche con sus dos manos, como sosteniendo una ilusión. Y una espera.
Afuera, como por arte de magia o de la locura globalizada del clima, se va abriendo el cielo, dando paso a una luz prometedora, que agradecen turistas novatos y los puesteros de la feria.
Los colores de las casas se avivan. El rosa es màs rosa y el celeste es infinito. Las risas de unos francesitos frente a un local de chucherías es la mejor música para esta postal de Notting Hill. Porque es eso. Un paseo perfecto para nuestros sentidos.
María lo vio entrar al café en medio de un grupo. Lo mira de arriba-abajo mientras le preparan mesa. Prolijo, sonriente y con un gesto de asombro ante el más mínimo detalle. En ese “mientras tanto”, le explica sonriente y canchera que la librería de la película desapareció en 2011, y le sugiere una visita a otra esquina de particular encanto.
El le agradece, y le pide a Ella que le saque una foto junto a su esposa, quien entra en escena súbitamente como un “ekeko fashionista”, con bolsas de todo tipo. María accede nerviosa y resignada, pero sonriente. Nadie se dio cuenta de su levante frustrado. Sólo ella. Y Yo, que la tenía al lado.
Deja 5 euros en la mesa, apurada. Huyendo con vergüenza del papelón, aunque sin perder la elegancia y sutileza, me dice, cómplice: “Joder, es que todas nos creemos Anna Scott aquí”.
El efecto Notting Hill en su màxima expresión.
El sábado sigue su curso. El mozo limpia la mesa. Las tiendas despliegan ofertas. Las calles se llenan de pasos. Llegan los primeros vinos a la barra. Yo pruebo unas botas de lluvia. Porcelanas floridas lo invaden todo.
Y Ella se fue sin más, a perderse en esas calles de eterna belleza, como los sueños, con la esperanza de que en cualquier esquina, en esta vida impredecible, se topará por fin con el amor de su vida.
Sólo para fanáticos:
-La filmación en Notting Hill tuvo seis semanas de duración tras las cuales se siguió filmando en el Hotel Ritz, el Jardín Zen del Hempel Hotel, y el Restaurante Nobu.
-En el hermoso campo y casona antigua conocida como Kenwood House, Hampstead Heath -Londres, es donde el personaje de Julia Roberts graba la película de época.
-La casa del personaje de Hugh Grant es en 280 Westbourne Park Road -propiedad del autor de la película ,Richard Curtis, tambièn de Cuatro bodas y un funeral y Love actually, entre otras.
- Lansdowne Road es donde William Tucker y Anna Scott tienen su cita post cumpleaños de la hermana de William.
-El famoso Mercado de Portobello Road, es por donde Hugh Grant camina para olvidar a Julia Roberts mientras pasa el tiempo, refugiándose entre los colores y aromas de las especies, los cafés y las tiendas de discos.