Marco Malvaldi empezó a caernos bien mientras lo leíamos. Cómo no dejarse seducir por ese pueblito costero llamado Pineta, por ese cuarteto de jubilados molestos, por ese barman mal llevado llamado Massimo (“La brisca de cinco”). Cómo no reírse a las carcajadas con ese fin de semana clásico en un castillo de finales de siglo XIX en la Toscana, donde el que viene a morirse es un sirviente y no un aristócrata inútil (“El caso del mayordomo asesinado”).
Leer a Marco Malvaldi fue tener ganas de hablar con él. Lo busqué, lo rebusqué y lo encontré.
Y ahora que lo encontré, me cae mejor que antes. Por sus respuestas, por su sinceridad, por su sentido del humor, porque es lo suficientemente inteligente como para no hacer el esfuerzo de parecerlo.
En la Argentina, sus novelas están sólo disponibles en e-book. Y sólo las tres que están traducidas al castellano. No se lo pierdan. No se pierdan de sus textos ni de sus respuestas en este reportaje. Algunas los sorprenderán tanto como a mí.
Hacete “fans” de Malvaldi, el hombre que cuando se enteró de que en sólo dos semanas se habían vendido siete mil ejemplares de su primera novela tenía miedo de abrir los cajones en casa de su madre porque pensaba que era ella quien los compraba de incógnito.
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