Por: Miriam Molero
No ganó nada anoche, en la entrega de los Oscar. Los premios son así, arbitrarios y hay que tomarlos como vienen y disfrutarlos como un juego. Por lo demás, como tantos, creo que “El Lobo de Wall Street” es una obra maestra que merecía haber ganado. Tan injusto como el Oscar que Scorsese se llevó por “Los infiltrados”, su pasteurizada remake de una joya del cine coreano “Infernal Affairs”. Such is life.
Quienes más o menos siguen este blog saben que sigo el programa de Conan O’Brien y que, cada tanto, cuando algo me entusiasma, lo subo al blog. Porque sí. Porque un blog es para eso, no para hacerse el creativo todas las semanas sino para compartir entusiasmos. Conan O’Brien entrevistó a Martin Scorsese y no ocultó su entusiasmo por la brillante escena de los quaaludes -metacualona- en “El Lobo de Wall Street”. Lo inesperado -al menos para mí- fueron las respuestas out of the box de Scorsese. Si no lo vieron… acá está.
COB: -Primero de todo, ya te dije en camarines, felicitaciones por El Lobo de Wall Street. Como si necesitaras otras gran película… Pero la amé absolutamente.
MS: -Gracias,
(Aplausos del público en estudio)
COB: -En esta película pareciera haber temas que te interesan mucho como la codicia, las finanzas… temas que están muy cerca de tu corazón… (Martin Scorsese hace caras) No vos, no es que vos seas…
MS: -Ya sé.
(Risas del público)
COB: -Pero hay una vena ahí que solés explotar…
MS: -Sí, hubo un incidente o, mejor dicho, tengo un recuerdo de 1952, o sea que estamos hablando de hace más de medio siglo. Esto sucedió en el Bowery Savings Bank, que es una hermosa construccion en la calle Grand de Nueva York. Creo que ahora es un restaurante de eventos, es muy extraordinario, con estatuas grecorromanas, parece el Panteón de Roma. Ese era el banco del barrio. Yo vivía por ahí, en la calle Elizabeth e iba a la escuela de la Vieja Catedral Saint Patrick, era una escuela parroquial, y un día nos llevan de excursión al banco. Eramos yo y unos cuatro nenes y tres nenas, y las hermanas nos llevaron ahí, creo que era las Hermanas de la Caridad, un grupo irlandés.
COB: -Sí. Te pido perdón por eso. Somos un grupo duro.
MS: -Sí, eran muy duras.
COB: -Hugo varias monjas irlandesas en mi vida también, me boxeaban si yo me pasaba de la raya.
MS: -Siendo tan alto y todo (risas). Bueno, nos llevaron al Bowery Savings Bank, un edificio tan hermoso, y allí nos enseñaron cómo hacer un depósito, cómo hacer una extracción, etc., dónde va el dinero, la bóveda, cómo trabajan los cajeros detrás de esas ventanas, y después nos llevaron arriba a un área que todavía recuerdo extraordinariamente. Fuertes imágenes de mármol de real autoridad y poder. Y había un caballero muy alto con un traje de tres piezas que estaba parado al fondo de la habitación. A nosotros nos habían puesto en fila. Este hombre sacó un billete de mil dólares y nos pidieron que nos acércaramos de a uno, tocáramos el billete y nos retiráramos inmediatamente.
(Risas)
COB: -¿De verdad? ¡Parece como un ritual religioso!
MS: -Exacto. Era como si fuera un ídolo. Era un ritual secular sagrado.
COB: -Y te permitieron tocar el billete de mil dólares.
MS: -Nos permitieron tocar el billete y después teníamos que irnos. No podíamos volver a ponernos en la fila.
COB: -¡ES SUFICIENTE! ESTÁS ROBANDO LOS PODERES SECRETOS DEL BILLETE! (Scorsese se ríe a carcajadas) Es increíble. Y esa historia se te quedó grabada… Hay una escena en “El Lobo de Wall Street” que me voló la cabeza que es cuando los personajes toman tantos quaaludes que no pueden hacerse entender…
MS: -Correcto.
COB: -Leí que tuviste un experto en el set que instruyó a Leo en cómo se tenía que comportar si había ingerido demasiados quaaludes. ¿Es correcto?
MS: -Sí, es correcto.
COB: -(Riéndose) ¿Quién es el experto?
MS: -(Riéndose) No lo puedo decir…pero yo mismo podría dar algunos consejos sobre el tema. Oh, oh… lo siento, muchachos.
COB: -Tuviste una experiencia personal…
MS: -Hace 35 años, sí. En ese momento eran legales y, de hecho, me las recetó un médico para el pánico a volar. Te tomabas una de estas pastillas, tomabas un vuelo de cuatro o cinco horas, no te importaba dónde estabas, no te importaba nada (risas del público). Por suerte el efecto iba desapareciendo para cuando aterrizabas porque te daba por abrazar a todo el mundo, te daba por llorar…
COB: -JAJAJAJAJAJA.
MS: -No estoy bromeando, muchachos.
COB: -Me hubiera gustado tomar un avión con vos abrazando gente, llorando… Suena divertido. (Mirando a cámara) Pero no lo hagan, niños.
MS: -No lo hagan, niños.
COB: -Siempre hay que decir eso en televisión. Pero tuviste un experto en el set.
MS: -Sí, creo que la vi en algún lado. Los muchachos (Leonardo y Jonah) estaban haciendo cosas con esas escena y yo les dije: “No, no, no. El punto es que si tomás estas pastillas y tomás de más, sobre todo de esas pastillas que eran tan fuertes en los años 70, tu mente le da órdenes a los músculos de tu cuerpo pero los músculos no responden”.
COB: -Sí.
MS: -No responden. Por eso es que él está arriba en las escaleras y ve el auto. Puede llegar al auto, lo sabe. De alguna manera puede llegar al auto pero… ¿cómo? No puede mover su pierna, no puede mover su brazo, puede que… oh… rodando como su hija pequeña pero no puede hacer eso y entonces piensa: “Lo hace parecer fácil… esa criatura”.
COB: -Lo hablamos en camarines: Leonardo Di Caprio hace una actuación tan divertida (Scorsese hace gesto de “Tremendo”), Jonah Hill… Jonah es un hombre muy divertido y muy parlanchín. ¿Fue un problema eso en el set?
MS: -Nunca para de hablar (risas del público). Nunca para de hablar y es un tipo bárbaro. Siempre pudimos improvisar sobre el guión, él es muy bueno improvisando, pero hubo una escena en particular donde los actores se hartaron. Era la escena donde están sentados en la mesa de directorio discutiendo las implicaciones legales de arrojar gente pequeña. Él estaba improvisando, todos estaban improvisando pero llegó un punto en que Leo le dijo: “Ya sé. Ya sé. Ok. Ahora callate”. Y esto pasó fuera de cámaras y yo no me di cuenta porque justo me había dado vuelta por otra cosa y cuando vuelvo para hacer otra toma… Notaste que los tenía a todos sentados y en widescreen porque si estaban parados no sabía cómo iba a hacer para seguirlos por todos lados… bueno, estoy con la nueva toma y de pronto me digo: “¿Qué le pasa a Jonah que está tan callado? ¿Qué cuernos está haciendo? Se supone que tiene que hacer otra cosa…”. Así que me acerqué y les pregunté: “¿Qué pasó? Tenés que hablar…”. “Es que él me dijo que me callara”. “Muchachos…”. “Eso es porque vos insististe con esa línea, ya entendieron la línea, tenés que pasar a otra”. Ese era el ambiente en el que trabajábamos.
(Pausa)
COB: -Dirigiste cine durante muchos años, ¿sentís ahora que es trabajo de demasiada demanda física?
MS: -Bueno… Por eso a Leo le llevó cuatro o cinco años convencerme para hacerla. El director convive con los actores pero después se queda con todo el trabajo de la edición que llevó un año con un estado mental intenso de mucho compromiso: capturar improvisaciones, encontrar nuevos elementos estructurales, nuevas narrativas, ir rápido, bajar la velocidad para los diálogos largos… Pero lo que realmente es duro es el set. Eso me ha pasado en los últimos diez años. Yo soy petiso, sabés…
COB: -No lo había notado.
(Risas)
MS: -Sí, soy petiso. Y la cosa es que cuando llego al set y está todo el equipo y son bárbaros pero no veo nada, me choco con todo. En los últimos años tengo una persona para que me lleve de un lugar al otro del estudio. Le pongo una mano en el hombro, bajo la cabeza y lo sigo.
COB: -No me des estas ideas. Ahora lo quiero hacer yo (lo imita): “Llévenme al estudio!”.
MS: -Es exactamente así. Pero, bueno, tal vez me llevan a donde están los monitores, para ver una escena. Pero después… tengo que ir a ver a los actores. Ese es otro viaje. Y cuando hacía “Hugo” que los actores eran muy chiquitos, no los podía encontrar. (Risas) No estoy bromeando. De pronto decía: “Dios, qué pasó, dónde están los chicos”. Y me decían: “Ahí están, frente a usted”.
COB: -Nosotros acá te vemos con la misma energía de siempre.
MS: -Mucha energía me la transmiten los actores que son maravillosos. Pero en la mañana, no soy una persona de las mañanas, especialmente en esta película me atormentaba tener que ir al set de filmación, ustedes vieron lo que es esta película. Me decía: “Oh, mi Dios, con qué me voy a encontrar”. Tenía miedo porque tenía que llegar a ese nivel. Pero en el momento en que veía a Jonah, a Leo, entrar, moverse, hablar, eso era lo que me hacía atravesar toda la situación. Después colapsaba a la hora del almuerzo y me volvía a levantar.
COB: -De esta película se criticó que le ponía glamour al consumo de drogas.
MS: -Me pasó antes. Especialmente con “Buenos muchachos” dijeron lo mismo pero me parece que es como si no hubieran visto la última media hora de la película y todo lo que les pasa a esos personajes: mueren, terminan en la cárcel. La realidad en “El Lobo de Wall Street” es mostrar. Hay una indecencia tal en cómo se manejan con el dinero y en lo que le hacen a la gente… Mienten, hacen trampa, roban. Es tanta la indecencia que la película tenía que ser de esa manera, tenía que reflejar ese estado mental, que a los cuarenta minutos de película estuvieras en ese mundo con esta gente y que te rieras con ellos, y puede que la risa cautive para cuando está terminando el film pero la cuestión principal es que la tentación del poder existe y es placentera. Entonces, mostremos el placer porque si lo negamos no va a desaparecer.