Por: Miriam Molero
Leí sus tres novelas editadas en español en una semana o menos y fue lo mejor que me pasó en lo que va de 2014. Sin embargo, y a esta altura no sé si debo sorprenderme, sus libros no están editados en papel aquí en la Argentina. Por fortuna, vivimos en la era del e-book.
Les presento a Marco Malvaldi: italiano, químico, escritor, joven, gracioso y creador de una ciudad inexistente en la Toscana: Pineta. Este autor nacido en Pisa no es espejo de Andrea Camilleri pero se le parece; no porque lo copie, para nada; sino porque transmite esa misma loca, tramposa, estrambótica y desbordada italianidad que, asesinato más, asesinato menos, nos sabe poner en estado de risa. Uno en el sur, Vigata. El otro en el norte, Pineta.
Marco Malvaldi es de profesión químico teórico. Dicen que allá por 2006 hubo recortes presupuestarios en áreas científicas y que, puesto a hacer otra cosa, Malvaldi se dedicó a inventar y le salió un policial: “La briscola in cinque” (La brisca del cinco). También se dice que en tiempos en que trabajaba en su tesis mientras esperaba los resultados de largos cálculos aprovechó esos paréntesis para escribir y le salió ese policial giallo (amarillo, que es como le dicen a la novela negra los italianos) protagonizado por el dueño del Bar Lume, Massimo, cuatro vejetes, Ampelio, Aldo, Rimediotti y Del Tacca, y un comisario más o menos idiota, Fusco.
La cuestión, como sea que llegó, es que “La brisca de cinco” está aquí y ahora gracias al buen ojo de Elvira Sellerio, de editorial Sellerio (también editora de Camilleri), quien vio el manuscrito de Malvaldi y apostó por él. No se equivocó. El libro salió a la calle y en poco tiempo tuvo el efecto de marketing más eficiente: la recomendación de los libreros combinada con el boca en boca de los lectores.
Después siguió una segunda novela, “El juego de las tres cartas”, con los mismos protagonistas principales: Massimo, el cuarteto de jubilados, el comisario Fusco y, por supuesto, un crimen.
La serie se completa con otros dos títulos: “El rey del juego” y “La carta más alta” aún no traducidos al castellano.
Creo que al decir Pineta, Vigata, Camilleri, Malvaldi, Massimo, Fusco, Bar Lume (barlume significa “rayo”), cuarteto de jubilados, ya se transmite un ambiente y una manera de ser. Al menos a mí me bastaría para imaginarme un pueblo tranquilo donde de vez en cuando un muerto -propio o ajeno- rompe la rutina, para imaginarme a cuatro cabronazos aburridos y chismosos de más de 70 años aferrados a la mesa de un bar y a juegos de cartas, para imaginarme al joven Massimo -joven y guapo -porque elijo imaginármelo guapo y mediterráneo- aguantando a los viejos y a su vez haciéndole la vida insoportable a sus clientes, para imaginarme diálogos desfachatados, pistas secretas divulgadas en un santiamén y, esporádicamente, en una esquina, a alguien haciéndole un corte de mangas a la autoridad.
No pueden no darles ganas de leer YA MISMO “La brisca de cinco”.
Dicho todo esto agrego que Marco Malvaldi no se termina ahí. Porque Malvaldi existe por fuera del Bar Lume.
Tanto me gustó “La brisca de cinco” que busqué más y no solamente encontré “El juego de las tres cartas”, donde seguimos en la trilogía de Pineta, sino que me topé con “El asesinato del mayordomo” (el título original es “Odore di chiuso”, olor a encierro), una historia que transcurre en 1895 en algún lugar de la Toscana donde un aristocrático organiza un fin de semana de caza con ciertos selectos invitados y, como no podría ser de otra manera, antes de las 24 horas hay un muerto. Sólo que esta vez es el mayordomo quien, en lugar de ser el asesino, es el finado, y sólo que esta vez el anfitrión no es un excéntrico solitario sino que carga con una familia variopinta de parásitos sin desperdicio. El tono, el ritmo, el entorno, los temas, el paso sencillo y efectivo de “El asesinato del mayordomo” son tales que he llegado, en uno de mis bares preferidos para leer y trabajar, Tienda de Café, del boulevard Isidoro Labrador, a largar una carcajada tan alta que de no ser porque soy clienta ya me hubieran internado en un neuropsiquiátrico.
Otra cosa que me resulta de lo más interesante de Malvaldi, especialmente en esta novela, son sus aclaraciones finales. Por un lado, es cierto, se puede pensar que si un autor tiene necesidad de explicar lo que ha escrito es tan deprimente como el fotógrafo obligado a describir la imagen que tomó. No es el caso. Si bien Malvaldi le tira una soga al lector desprevenido, también agrega datos de lo más útiles, caminos de donde él viene y que a uno le contagia las ganas de recorrer, e incluso puede sorprender con la existencia real de algún que otro personaje que nos parecía absolutamente invento del autor. Como se suele decir: la realidad supera a la ficción.
No pueden no darles ganas de leer YA MISMO “El caso del mayordomo asesinado”.
En estos momentos y después de molestar a medio planeta, me estoy escribiendo con Malvaldi. Tenemos una suerte de pacto: yo le escribo en castellano, él me contesta en italiano y los dos felices. Porque ni él estudió castellano ni yo italiano pero quién va a perder el tiempo estudiando algo que ya se sabe…
Muy pronto y si nuestros cocoliches congenian publicaremos aquí una extensa entrevista con Marco.
Sí, otro post de Línea Maginot dedicado al mismo personaje.
Escuchenmé.
Pero escuchenmé bien.
El tipo me hizo reír a carcajadas.
Yo no necesito más.
Apurensé a leerlo y corran la voz: ¡aguante Marco Malvaldi! ¡aguante el Bar Lume! ¡aguante Pineta! ¡aguante Línea Maginot!