Por: Darío Mizrahi
La vemos en todas partes, nos indignamos con su impunidad y sufrimos sus trágicas consecuencias. Pero al mismo tiempo, cada vez más nos acostumbramos a convivir y a pactar con ella.
Junto a las demandas de mayor seguridad, los reclamos contra la corrupción son una de las grandes novedades de la política en el Siglo XXI. Muchas personas sienten que es algo que está en el origen de muchos de los problemas crecientes que tienen los estados para solucionar los problemas de los ciudadanos.
¿Pero se pueden separar las faltas de los funcionarios de las que cometemos todos en nuestra vida cotidiana? Se podría contestar que las responsabilidades no son las mismas.
Eso es cierto y, por lo tanto, son acciones que deben tener sanciones muy distintas según la función social de quien las cometa. ¿Pero no forman en cualquier caso parte del mismo problema?
Qué es la corrupción
Como todos sabemos, el uso dominante del término hace referencia al acto ilegal de sacar un provecho económico individual de bienes y servicios que son públicos. Por eso los funcionarios de Estado son los blancos principales de las acusaciones.
Indirectamente, esa concepción también se puede aplicar para el ciudadano que no paga sus impuestos.
En ambos casos, la corrupción aparece asociada a la voluntad de sacar un provecho económico de lo público. Por eso es una concepción acotada.
¿No es corrupta también la persona que, sin mala voluntad, acepta un cargo para el que no está calificada? ¿O quien ofrece un servicio público con desgano y desinterés? ¿O el que impunemente viola normas elementales de convivencia?
Sólo si se comprende que es un problema que va mucho más allá de un soborno para evadir una multa de tránsito o del cobro de un sobreprecio para la realización de una obra pública, se puede entender por qué la corrupción mata, y por qué una sociedad no es habitable en el largo plazo si no toma medidas para combatirla.
En las próximas entregas del blog intentaré contestar muchas de las preguntas planteadas para entender qué es la corrupción, cómo y por qué se produce, cuáles son sus efectos más nefastos, y qué se puede hacer para solucionar el problema.
Sérpico, de Sidney Lumet, y protagonizada por Al Pacino, cuenta la historia de un policía honesto que quiere hacer bien su trabajo, lo que despierta una gran hostilidad por parte de una institución totalmente viciada por la corrupción.
1. Por qué la corrupción está en la naturaleza humana
Más allá de discutir si existe o no una naturaleza humana, la evidencia histórica nos muestra un hecho irrefutable: siempre que hubo personas organizadas socialmente, hubo corrupción. De distintas maneras y con distintas intensidades, siempre existió.
La idea es entender por qué es una realidad imposible de erradicar mientras existan las relaciones humanas, y por qué son ingenuas las teorías que imaginan un mundo sin males como la corrupción.
2. La corrupción, un mal del Siglo XXI
Aunque parezca contradictorio con el punto anterior, acá intentaré mostrar cómo, a pesar de ser un mal universal, en gran parte de la historia de la humanidad fue un problema controlado.
¿Qué cambios sociales se produjeron en las últimas décadas para que la corrupción pasara de ser una cuestión marginal a convertirse en una amenaza para la sociedad?
3. Las 5 consecuencias trágicas de la corrupción
En este punto, el objetivo será describir los distintos ámbitos de la vida en los que se manifiesta, y mostrar hasta qué punto todos los días se mueren personas por culpa de este mal.
4. ¿Sociedades – Corruptas = Sociedades + Buenas?
¿Por qué hay sociedades en las que la corrupción no es un problema tan grave? ¿Se puede pensar que es porque tienen una mayor cantidad de “buena gente” o de “gente honesta”?
La corrupción no se puede explicar por el balance entre personas honestas y deshonestas que tiene un país. Pero hay sociedades que favorecen la producción de personas más corrompibles.
5. Las 5 soluciones para poner fin a la corrupción
Como no tiene sentido hablar de las crisis que atravesamos si no es para poner en agenda los problemas que empeoran nuestras vidas, entender por qué se producen y así darnos cuenta de que no son imposibles de resolver, me voy a animar a cerrar el tema proponiendo algunas respuestas.
Aunque no sean tenidas en cuenta, pueden servir para que, cuando reclamemos, no nos puedan acusar de que no proponemos soluciones concretas.