Por: Mariana y Guillermo
Quería aprovechar este post para hablar de un tema bastante polémico estos días, los trenes. Antes de seguir me gustaría aclarar algunas cosas. En primer lugar no quiero hacer de este post una crítica (negativa) a Argentina, diciendo que acá todo es mejor, porque tampoco lo es. Simplemente quiero hacer una comparativa de las cosas buenas y malas, tanto con los trenes que tomo a diario para ir a trabajar, como en los que supe viajar cuando vivía en Alemania o visto en otros lugares. En segundo lugar, les quiero contar que toda mi vida viví en Zona Oeste, por lo que he tomado los trenes del conurbano durante varios años, desde el bonito y pequeño Urquiza (que aunque me quedara más incómodo me evitaba tomar el San Martín, que luego usé en varias ocasiones) hasta el tan polémico Sarmiento, del que usaba las estaciones Caballito, Ramos Mejía y Castelar con mayor frecuencia. Aclarado esto me siento libre para comenzar.
De lunes a viernes he vuelto a caer en una rutina de la que había querido escapar. Como muchos ya sabrán, fue una decisión difícil de tomar, pero en líneas generales creo que fue buena. Y, aunque ciertos días, como los domingos a la tarde, siento que vendí mis ideales, o al menos los alquilé por un año, los demás días me recuerdo que de todas formas iba a tener que conseguir un empleo que me robara el tiempo para recorrer.
Por ahora, esta rutina comienza bien temprano a la mañana, cuando el sol todavía no salió. Prepararme para ir a la oficina, desayunar o mirar alguna noticia en el diario antes de salir, todo está marcado por un tiempo límite dado por el tren. Se exactamente a qué hora, con precisión de minutos, tengo que salir de casa, para llegar al servicio en el que viajo todos los días. Aunque parezca extraño, esta puntualidad me ayuda a comenzar el día. Como en casa el tren pasaba cuando tenía ganas, la tentación del snooze hacía que salir de la cama no tuviera tanto incentivo, daba lo mismo, si salía 10 minutos antes o después, podría pasar que tuviera que esperar 30 minutos para tomar el tren, o que si perdía uno, sólo pasaran 2 minutos para que apareciera otra formación. El otro extremo, lo encontramos en la puntualidad alemana, donde ajustaba la hora del reloj con los trenes.
La ciudad donde vivo, New Lynn, se encuentra a unos 13 kilómetros del centro de Auckland y el servicio demora aproximadamente media hora en llegar. Esta misma distancia es la que hay desde Ciudadela a Once, pero en el Sarmiento las estaciones que las separan son menos que las de aquí, y el tiempo que se demora para recorrerlas es de 20 minutos en situaciones normales. Por su parte los trenes que me llevaban de Gärtringen a Hulb (Alemania), demoraban 6 minutos en recorrer 8 kilómetros, llegando a una velocidad máxima de 140 km/h.
Con tanto indicio de primer mundo, uno se sorprende cuando ve por primera vez que la locomotora que brinda la tracción al transporte, aún es diesel. Sin embargo se están haciendo las obras necesarias para electrizar el servicio para mediados de 2014. Por tal motivos, los sábados, domingos y feriados, no se ofrece el servicio, aunque buses adicionales reemplazan a los trenes.
Pero todo lo bueno, tiene un precio, y en este caso es excesivo, al menos para mi punto de vista, y el de muchos habitantes de la zona. El costo del pasaje de ida es de 4.50 NZD, 19.50 pesos argentinos al cambio oficial. El elevado precio del pasaje hace que las autopistas sean un caos en horarios picos, desalentando el uso del transporte público, mucho más eficiente y ecológico. Tampoco existe el boleto ida y vuelta, pero si un pase mensual que descuenta aproximadamente un 25% si se viaja en ambos sentidos de lunes a viernes. Si volvemos a nuestro ejemplo alemán, el costo es de 2.50 euros, 18 pesos. Mientras que el costo del Sarmiento para unir Caballito con Ramos Mejía, es de 1.10 pesos con la SUBE.
Para ir finalizando, la frecuencia de los trenes es de 15 minutos en horario pico y 30 en horario normal. La misma que se cumplía en Stuttgart. Por su parte, según el horario oficial, la frecuencia en horario pico del Sarmiento es de 8 minutos. Acompaño esta entrada con las fotos de los trenes en los que viajo día a día y de las estaciones, tanto como la de New Lynn, como la cabecera, Britomart, de donde salen varias líneas.
Quise hacer de este post un relato distinto, con muchos datos para que cada uno pueda sacar sus conclusiones. Como comentario final quiero compartir mi tristeza por el estado de los trenes de nuestro país, tanto de corta como de larga distancia. El tren es el medio de transporte por excelencia, mucho más eficiente que cualquier otro, inclusive que los aviones. Permite unir grandes distancias y lleva la vida a los pueblos de cualquier país del mundo. Los trenes eléctricos pueden ser abastecidos con energía solar, simplemente desplegando paneles solares en 1 kilómetro por cada 3 de recorrido. Haciendo que, una vez amortizado el costo inicial, el transporte sea virtualmente gratis. Sin embargo no podemos pretender eso por ahora, es más bien un sueño a largo plazo. No hablo de un tren bala, ni viajar de once a caballito a 140 km/h, al menos no por ahora. Pero sueño con el día en que podamos volver a bariloche en tren, ese viaje tan hermoso del que me han hablado tantas veces (sí, ahora se puede llevar en tren desde viedma, pero el tren que sale desde Buenos Aires, termina en Bahía Blanca). Que viajar a Tucumán no sea sólo una aventura de 24 horas para mochileros, sino un servicio para toda la población. Trenes que unan las provincias sin pasar por Buenos Aires. Sueño con que los nenes vuelvan a contar los vagones de los trenes de carga, como solía hacer cuando estaba aprendiendo los números. Trenes de carga que alivien las rutas, evitando accidentes fatales, por una excesiva cantidad de camiones. Sueño y deseo un servicio eficiente para que las personas puedan llegar a sus trabajos sanos y salvos. Es raro lo que acabo de escribir, lo leí y por un momento no lo entendí. Pero antes y después de las tragedias, viajaba con miedo, al ver como el tren se bamboleaba de un lado al otro, temiendo que en cualquier momento descarrilara, viendo fogonazos cuando sucedía algún cortocircuito, o viajando en vagones cuyas puertas ya no cerraban. Por eso es importante que todos cuidemos lo mucho o poco que tengamos, el tren que por malas condiciones en las que se encuentre es de todos, que todos paguemos el boleto, aunque nadie lo haga, yo sé que nos da bronca, pagar por usar un servicio así, pero creo que si no lo hacemos formamos parte de un círculo vicioso. Pero por sobre todas las cosas, sueño porque nunca más haya un accidente como los que hubieron, no me importa quién empezó el desmantelamiento, ni quién lo liquidó, ni quienes no controlaron, o desviaron fondos, pero lo que sí quiero es que se haga justicia con lo que ya pasó, y que nunca, nunca más vuelva a pasar.
Espero que esta entrada no ofenda a nadie, ya que la escribí con toda sinceridad, y que sirva para que podamos pensar un poquito más, aunque sea sabiendo como son las cosas en otros lugares y que no todo es como lo imaginamos.
Por último agradezco a una lectora que me informó que Auckland no es la capital neozelandesa como dije en varios post, sino la ciudad más poblada siendo la capital Wellington. Si quieren saber más de nosotros pueden buscarnos en nuestro blog www.aventuras360.com.ar, seguirnos en www.facebook.com/aventuras360 o conseguir nuestro libro www.100diasEnAsia.com.ar
¡Muchas gracias y hasta la próxima!