¿Tránsito y Transporte o Movilidad Urbana?

#PensarLaCiudad

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Todos los días necesitamos ingresar a la ciudad o desplazarnos en ella para trabajar, estudiar, comprar o pasear. No podemos vivir sin movernos en la ciudad, por eso es una necesidad básica y un derecho fundamental: el Artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dice: “Toda persona tiene derecho a circular libremente y elegir su residencia en el territorio de un Estado”. La ciudad debería entonces garantizar un espacio público que permita a las personas desplazarse en forma libre, segura y eficiente, sin depender de su poder económico, aptitudes físicas ni psíquicas, edad o lugar de residencia. Las políticas de movilidad no deben entorpecer los desarrollos económico, cultural y educativo de la ciudad y de sus habitantes, ni empeorar la calidad de vida de éstos.

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El sistema de movilidad imperante en casi todo el mundo es el del automóvil particular, pensado para un único tipo de usuario: varón, motorizado, con solvencia económica y capacidades plenas tanto físicas como intelectuales. Es una vía de exclusión social, dado que no satisfacen las necesidades de múltiples colectivos urbanos, como discapacitados, niños y ancianos. Genera, además, múltiples inconvenientes: embotellamientos, contaminación, polución y altos índices de siniestralidad vial. Como afirma Jan Gehl, una ciudad tiene tantos autos como capacidad hay para éstos: crear más autovías estimula su uso, generando un círculo vicioso sin fin.

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Cuando las ciudades se expanden en superficie, las zonas de residencia, trabajo, educación y ocio se alejan entre sí, por lo que también fomentan los desplazamientos motorizados. Si asociamos “accesibilidad” con la facilidad de desplazamiento con que se puede salvar la distancia entre dos lugares, se requieren infraestructuras y sistemas de transporte y se incentiva el uso de medios motorizados.

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Pero si entendemos “accesibilidad” como proximidad, potenciamos los desplazamientos autónomos de los individuos, por ejemplo, caminando o en bicicleta, y fomentamos como resultado la actividad física en el día a día, creando ciudades más saludables. El objetivo es reducir los viajes motorizados en número y longitud, por lo que se buscan ciudades “compactas” donde se puedan realizar todas las actividades en cada barrio.

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Se trata de un cambio de enfoque en el que las personas son el centro. No preocupa el “transporte”, o sea, los medios motorizados que se utilizan, ni el “tránsito”, es decir, la circulación de dichos medios, sino los desplazamientos urbanos, más allá del mecanismo con que se efectúen.

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“Movilidad urbana sostenible” refiere entonces a sistemas de desplazamientos urbanos:

  • seguros: con menores índices de siniestralidad vial y riesgo de robos y hurtos,
  • económicos, en términos de tiempo, energía y dinero,
  • equitativos y que tienden a la cohesión social,
  • favorables para el medio ambiente; y
  • económicamente convenientes.