¿Cómo decirlo?
Vamos al grano.
A muchos de los que hoy tenemos mas de 50 nos enseñaron a hacernos cargo de los padres o abuelos. A prestarles atención a cuidarlos a colaborar con su cuidado.
Las mujeres que tienen hoy entre 70 y 80 años llegaron a un punto tal en la responsabilidad por el cuidado del otro que pospusieron sus propios proyectos personales.
He conocido a una mujer que decidió no casarse hasta que su madre murió ya que era responsable por su cuidado. Como ella debe haber muchas, antes y ahora también. Muchas mujeres que no han podido rebelarse frente a ese mandato: ni podían pensar en decir no.
Si bien los hombres también respondían a estos mandatos, no se les pedía que relegaran su vida personal por el cuidado de un padre o una madre.
El extremo lo vemos en ese hermoso texto que se llama “Como agua para el chocolate”de la mexicana Laura Esquivel, que nos cuenta la historia de la hija menor, la hija de la vejez…destinada a la soltería para cuidar de sus padres.
Todavía se escucha gente decir: “que suerte que tenes una hija mujer…vas a tener quien te cuide en tu vejez”…
Las personas mayores suelen decir “yo no quiero ser una carga para nadie”. En parte los gerontólogos hemos promovido el valor de la autonomía, pero también los mayores saben que los hijos y nietos viven en un mundo ultra complicado. Hoy se trabaja más horas, las relaciones son más complejas, las exigencias son grandes, las familias se complejizan cuando hay divorcios, nuevas parejas, familias ensambladas…l@s ex, l@s hij@s, las nuevas parejas, el trabajo, los conflictos, no hay tiempo material para cuidar a los mayores. Es mas son los abuelos quienes dan una mano sobre todo con los nietos adolescentes. El investigador uruguayo Dr. Guillermo Klein dice que en casa de los abuelos, los adolescentes suelen tener una tercera cama, cuando los padres no pueden resolver, poner límites, sostener la autoridad con ellos.
Ahora bien, esos mayores que por su educación, mandatos y valores propios de su época cuidaron de sus padres, han sentido que esa era una carga muy grande. Han querido evitar, cambiar, no repetir este modelo para sus hijos. Los han educado por oposición diciendo yo puedo, no te ocupes de mí, no voy a ser una carga…
Encontramos así hijos muy grandes, de 30 y pico, 40 y más de 50 que no registran el paso del tiempo de los padres. Están en una posición casi infantil e inamovible, siempre recibieron, no pueden ni pensar en un cambio de posición para dar, mirar al otro, preguntar, ofrecer ayuda.
Creen que esos padres siempre pueden.
Hay 2 preguntas que te pueden hacer y son casi mágicas: ¿necesitas algo? ¿cómo te puedo ayudar?.
Somos los padres los responsables de educar a nuestros hijos como personas que tienen derecho a recibir todo, pero también tienen que aprender a mirar al otro, hay un mundo mas allá del propio ombligo.
Si ya sé que en el siglo pasado los padres creían que los hijos eran una inversión que rendiría sus frutos, que en algún momento de la vida iban a devolver lo que se les había dado. No se trata de eso.
Se trata de que las relaciones más gratificantes son aquellas donde hay reciprocidad y compromiso mutuo.
Muchos padres dan “la teta” a sus hijos durante más de 40 años …que querés? plata?… apoyo? presencia?… ayuda?…esos hijos no pueden salir de ese lugar de recibir, son infantiles, incapaces de ver el envejecimiento de los padres, no importa que esos hijos sean también mayores.
En el texto “Nuevas relaciones humanas en el núcleo familiar” Virginia Satir, su autora nos dice:
“Una familia nutricia es aquella en la que podemos encontrar amor, comprensión y apoyo, es el lugar donde podemos recargar energía y es un ámbito flexible: hay fluir y armonía en sus relaciones interpersonales.”
Flexibilidad y reciprocidad, el secreto de las relaciones adultas.