Todo tiene un final

#Psico+40

Si bien sabemos que todos somos finitos, nos sorprende la muerte real, aún cuando el otro estaba enfermo y el desenlace era esperable.

Sin embargo aún así nos golpea fuerte, sobre todo si trata de alguien de nuestra edad…

La muerte de un contemporáneo siempre tiene un impacto emocional fuerte. Como piensa Ivan Ilich , “ahora en cualquier instante puede ocurrirme a mí lo mismo”.

León Tolstoi, en La muerte de Iván Ilich, nos cuenta de este personaje que se enferma, va perdiendo la esperanza de vivir y se da cuenta que la muerte se acerca y es inminente. “Iván recuerda lo aprendido : “Todos los hombres son mortales” ; pero no lo puede concebir cuando se enfrenta a esa realidad; el también es parte de todos los hombres que mueren, él, a quien la muerte no podía alcanzarlo”.(nos dice Ana Cristina Misenta en la presentación del texto)

Este es el drama humano: saber acerca de nuestra finitud, sin embargo es en la adultez cuando comenzamos a entender el fin de nuestra  propia juventud, el tiempo que pasa, empezamos a entender nuestra finitud y tenemos que aprovechar el tiempo por venir.

Quizás si la vida fuera eterna no haríamos nada con ella…quién sabe.

La muerte de Cerati  nos impacta tanto porque hoy en el siglo XXI a los 55 años se es demasiado joven para morir. Pero además a quienes lo hemos disfrutado y descubierto cuando éramos veinteañeros, nos llena de tristeza porque con él se va una parte de nuestra juventud, de nuestra historia.

Varios recuerdos me unen a Cerati: cuando yo tenía veintipico, veraneaba en Gesell con mis amigas, éramos chicas de ir a camping…y recuerdo a alguien, que estaba veraneando en el mismo camping, nos despertaba todas las mañanas cantando a capella :

” No quiero soñar mil veces las mismas cosas
ni contemplarlas sabiamente
quiero que me trates suavemente”…

Ese joven que nos despertaba y atormentaba diariamente con su canción era Daniel Melero, pocos años después el tema lo grabó Soda Stereo. Eran hermosos, jóvenes y generaron una revolución en los 80.

Cuando yo escuchaba a Soda Stereo trabajaba en varias residencias geriátricas, una de ellas era ALCLA, el lugar donde murió Cerati.

Allí yo hacía recreación musical con los residentes…tuve que aprender canciones “del año de ñaupa”, como La pulpera de Santa Lucía, El pañuelito blanco, Caminito, canciones de 1920 en adelante.

ALCLA no era lo que es hoy, era una residencia geriátrica sencilla y muy luminosa, un lugar fundado por una tana divina, fina, elegante que tuvo que internar a su madre y ninguna residencia le parecía un buen lugar, así que se armó su propio geriátrico. Alberto y Claudio eran sus hijos y trabajaban con ella e hicieron crecer ese lugar. De ahí su nombre, de las iniciales de sus hijos.

Qué tristeza que alguien que tenía tanto para dar, haya tenido que vivir así estos últimos 4 años.

Qué dolor para todos…y especialmente para su madre…ese duelo es el más difícil de realizar…un trabajo incesante e interminable.

La música nos acompaña a lo largo de nuestra vida…quizás vos conociste a tu marido en un baile de carnaval con alguna orquesta de tango de fondo…y por eso te dolió la muerte de algún tanguero…Pichuco, Pugliese, Julio Sosa, Tita Merello…. o alguna canción te acompañó en un momento triste o alegre de tu vida…y ese músico es parte de tu historia y de tu identidad. Quizás Lolita Torres y La Libertad Lamarque te hagan recordar a tu madre en casa baldeando o planchando…antes las madres solían cantar escuchando la radio.

O con alguna canción con la que te identificaste, te ayudó a entender algo que te estaba pasando…los adolescentes del siglo pasado gastamos los discos de Vivencia…”En mi cuarto” quedó hundido por la púa, de tanto escucharlo.

Lo que me llama la atención es cómo la música de Cerati  ha unido generaciones, nos une el amor por su música y su estilo a los mayores de 50 y a los de 17 años. Sin proponérselo ha roto la barrera de la edad cronológica …porque la música nos une.

Si por cuestiones generacionales no entendés el dolor que se produce por la pérdida de Gustavo Cerati, se que la muerte de Gardel generó un dolor colectivo y un acompañamiento masivo, espontáneo, multitudinario. Fue en 1935 a los 45 años. Bertha Gardes, la madre de Gardel  lo sobrevivió , se entera de la noticia en Tolouse, en el mismo lugar del nacimiento de su hijo.

Los músicos trascienden los tiempos, todos ellos nos acompañan años después de haber partido, Gardel, Gilda, La Merello, Mercury, Lennon…

“Sin embargo el desafío que  impone el duelo, dice Diana Liberman, implica tareas muy difíciles: aprender a vivir con la ausencia y encontrarle un nuevo sentido a la existencia”.