Salir del horror, volver a la vida

#Psico+40

Hoy 27 de enero es el “Día Internacional de Conmemoración Anual en Memoria de las Víctimas del Holocausto” por resolución de Naciones Unidas.
Prefiero hablar de Shoá en lugar de Holocausto ( que significa genocidio, pero también ofrenda o sacrificio a la divinidad), Shoá en hebreo significa catástrofe.
La fecha coincide con la llegada, en 1945, del Ejército Rojo soviético al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, en Polonia, poco después de que éste fuera abandonado por los nazis.
Este año, el organismo eligió como lema “Los niños y el Holocausto” y recordará al millón y medio de chicos judíos, así como a los miles de romaníes y sintis (errónea y popularmente llamados “gitanos”), pequeños con discapacidad y otras víctimas de los nazis y sus colaboradores.

Les quiero contar que fui acercándome al concepto de resiliencia, al tema del capital psíquico, a la psicología positiva por la necesidad de mi práctica profesional.
Hace más de 14 años que coordino grupos de reflexión de hombres y mujeres que sobrevivieron a la Shoá, y cuando me encontré con estos grupos no fué para hablar del trauma, sino para reflexionar sobre cómo mejorar la calidad de vida en el envejecimiento. Pero lo traumático se colaba en forma constante. Y comencé a escuchar relatos, horrores que llevaban guardados durante años.
El grupo de reflexión implica contención, acompañamiento, poner palabras, resignificar, desde el lugar de víctima a un lugar subjetivo de valor, autovaloración, aprendizaje, sabiduría, comprensión de las capacidades que uno encuentra para salir del infierno.
Estas personas han atravesado una situación traumática.
El trauma es “como un efecto sobre la mente, un efecto de violencia exterior que por determinadas circunstancias no puede ser procesado” (Dr. Pedro Boschan). Es decir que el tiempo no cura la herida, no se puede terminar de elaborar lo que se sufrió.
Ustedes se imaginan haber pasado por un hecho traumático y no hablar con nadie de lo que nos sucedió durante 40, 50 o 60 años?
“He aquí porque se necesitan de treinta a cincuenta años de musculación del Yo para volverse capaz simplemente de decirlo” (Cyrulnik, 2001)
Bueno… esto es más habitual de lo que todos pensamos…
En mi grupo hay una persona, David, que se reencuentra con su hermano finalizada la guerra, llegan a Buenos Aires, viajan como polizontes en un barco, el capitán los esconde durante el día en un armario y de noche los deja salir y les guarda comida para alimentarlos.
Nunca, nunca hablaron estos hermanos sobre lo que les pasó, cuando uno de ellos murió, el que quedó vivo se enteró por otras personas de algunas de las circunstancias que le acontecieron.

Otra mujer, Tauba, paso su adolescencia en el campo de concentración haciendo trabajos forzados, desde los 12 a los 18 años…adolescencia? No se había inventado para ella.

Ernest pudo escaparse de Austria con toda su familia, llego a Bolivia a los 14 años. Su padre era un gran abogado en Viena, un hombre culto, un intelectual, tuvo que vender mermeladas caseras que hacía su madre para poder subsistir, integrarse a la nueva sociedad y aprender el idioma.

Herbert se escapa de Berlín solo, cuando tenía 20 años…su madre ya se había ido con su hermano menor, no había dinero para el viaje, las visas, los sobornos en la frontera…tuvo que elegir a que hijo salvar…Herbert pudo llegar, tiempo después, a Gran Bretaña y alistarse como paracaidista.
Son gente fuerte, yo los llamo los “rolling stones”, han pasado lo peor.

Hace años recuerdo que para el día de nuestro encuentro semanal, hacía mucho frío (para nosotros), pensé me van a dejar sola… la mayoría de ellos rondaba los ochenta y pico…me sorprendí, estaban todos… Herbert que llevaba apenas una camisa y una campera de cuero me dijo. “ Frío? Frío hacía en Europa, 20° bajo cero, sin abrigo a veces sin zapatos… todo lo demás que vino en la vida era difícil, pero incomparable con “aquello”.

Estas personas tuvieron que atravesar este proceso de “musculación del yo” que consiste en tomarse el tiempo para poder ponerle palabras a la adversidad. Es hacerse fuerte para poder superar el dolor y la vergüenza para comenzar a hablar.
Ojo! Hablar es un proceso, superar la adversidad es otro cantar que llevará su tiempo, su esfuerzo y otros procesos.

Cuando hablamos de resiliencia siempre menciono los libros de Boris Cyrulnik, médico, neurólogo, psicoanalista, terapeuta especialista en trauma, etólogo…el mismo ha sido un niño que sobrevivió al horror y ha estudiado tanto tratando de entender lo que le ha pasado a sí mismo y a la humanidad hace 70 años, tratando de entender el horror y la maldad.
Porque con el nazismo no podemos hablar de locura sino de pura maldad.
Cyrulnik nació en Burdeos en 1937 hoy tiene 78 años, es una autoridad en el tema resiliencia a partir de su propia biografía, tras haber pasado parte de su infancia en un campo de concentración, donde perdió a su familia. Con tan solo seis años de edad consigue escapar de un campo de concentración, de donde el resto de miembros de su familia, rusos judíos emigrantes, murieron. Empieza entonces para él una etapa errante por centros y familias de acogida. A los ocho años la asistencia pública francesa lo instala en una granja y a punto está de hacer de él un niño granjero analfabeto; pero pudo ir a la escuela a los 11 años, y termina siendo un médico empeñado en entender sus propias ganas de vivir.

Cyrulnik se ha interesado en todos aquellos que logran superar un trauma y reinventarse. La resiliencia está compuesta por dos facetas inseparables: la destrucción, el sufrimiento, el descalabro por un lado, y por otro lado, la reconstrucción, el proyecto de una vida nueva o de una vida mejor.
El poder relatar la historia es un proceso que cura necesario para la construcción de la identidad individual o colectiva.
Dice nuestro querido maestro Cyrulnik: “Haciendo el relato de mi historia íntima, sé quién soy, cómo reacciono, lo que amo y aquello de lo que soy capaz”.
Va mi homenaje para aquellos que vivieron el horror de la maldad, de la destrucción de los valores más básicos de la humanidad, que siguen de pie para transmitir la historia, la verdad, a todos quienes quieran aprender de estos últimos testigos, que su lucha tanto en silencio, como las multiplicadas palabras que lograron al contar sus historias en primeras personas han logrado vencer por segunda vez la barbarie, antes la de la muerte y ahora la del negacionismo.