Recuerdos de mis Viajes por Uruguay
El sol remoloneo muy perezoso para esconderse jugando el atractivo juego de las luces y las sombras. El Crepúsculo en el Cabo Polonio es alucinante. Poco a poco un color se hacía dueño del otro. Los humanos absortos observaban. Hasta que ocurrió lo que estaba previsto, las sombras se adueñaron de la situación. Por ello comenzó un ritual nuevo para mí – fabricar luz - Los faroles sol de noche salieron a relucir, ponerles combustible, generalmente se rompe alguna camisa – bujía que irradia luz – no queda más remedio que cambiarla. Velas y unos faroles caseros muy originales. En las Botellas plásticas de cinco litros, se le coloca una vela prendida sostenida por un alambre. En su base arena o agua para que haga peso. El agua refracta la luz y aumenta la misma.
Se distribuye esta precaria iluminación, por toda la casa, La cocina debe ser la mejor, es el lugar de reunión. Las noches conservan toda su magia. Se hacen largas y se disfrutan. Afuera para los románticos. La luna se encarga de todo. También dicen que hay dos o tres boliches nocturnos, para tomar algún colagogo después de la cena y nunca falta alguien dispuesto a cantar, un buen lugar para los noctámbulos.
Una vez iluminada la cancha había que pensar en la cena, el cocinero iba ser yo, muy zorro como siempre los fui entusiasmando con platos livianitos y deje el que tenía ya casi preparado y el más contundente para el final. ¿Qué les parece una Fideuá con una salsa de pollo saltado? Fue elegido por unanimidad. A su vez la niña recién llegada Sthepie – comento que en el verano había hecho pan casero. No habían pasado más de 5 minutos que su manos estaban blancas, llenas de harina.
En ese momento entre las sombras y penumbras de la noche apareció un personaje que me acompañaría en toda mi estadía. Muy pequeño, de paso alado, muy frágil y etéreo. Un personaje que se comió toda la película… “Atilio Rómulo”. El artista plástico del Cabo Polonio. Pintor, poeta escultor, cubría todos los aspectos de la cultura.
Pero para mí su mejor arte era imitar a los “Fantasmas”. Yo lo digo con el máximo respeto. Aparecía y desaparecía a cualquier hora, siempre en silencio y sigilosamente, si se quedaba a dormir, pese que su casa quedaba a 30 metros, nunca amanecía en el mismo lugar. Cuando hizo su aparición dijo que venía a compartir un Whisky, trajo una botellita que era una muestra de perfume, nosotros le mostramos la artillería pesada, su perfume también se lo tomamos.
Estábamos en pleno festejo – yo cocinando – fue invitado Atilio. Repentinamente se paró y salió disparado como un” ánima”. Tan apurado va al baño pensamos…no fue así. En mi caso mezclaba y revolvía lo necesario para que la cena estuviese de rechupete. Apareció nuevamente con un libro, lo atesoraba entre sus manos. Con su voz muy suave y pausada me dijo: Como tu aspecto es de intelectual y sé que lo vas a saber apreciar te voy a recitar lo siguiente: Y Comenzó… Si… comenzó a recitarme a Rubén Darío. Imaginen la escena. Sorpresa, estupefactos, la luz de las velas, luz amarillenta que proyectaba sombras sobre nuestros rostros. Sigo pensando y con todo respeto lo pienso. Esto es cierto. ¿Es un pichón de fantasma? Afuera oscuridad absoluta. ¿No será demasiado todo esto?
Al mediodía hizo su aparición el otro personaje, mi amigo: ¡El chino Machado!. Dueño de casa y Chef. Reverencia y a sacarse el sombrero. Los Chef de tontos no tienen nada. Y esto a él lo pinta de cuerpo entero. Un balde en cada mano, los de 20 litros, los de pintura, llenos de camarones, recién sacados y de muy buen tamaño. Inmediatamente le perdone su ausencia. Ya se puso a cocinar y a prometer que a la tarde iba a ir a buscar mejillones y almejas, en un banco que él conocía y que aseguraba era de su propiedad, ni que hablar si la pesca no era esquiva iban a salir en su embarcación a llenar la heladera.
Comenzó la práctica de la picadita de ajo y perejil – por toneladas - para la clásica provenzal, los que usan caprichosamente los mejillones y almejas para ser comidos. Mientras tanto empezó a hervir los camarones y las sarteneadas se sucedían una tras otra. El mediodía me pinto con Etiqueta negra “on the rocks “. De lo contrario, me daba mucho placer clavarme a Patricia ¡Qué cerveza por dios!
A la hora de la cena aparecieron tres amigotes de la pesca. Cada uno con una botella de Whisky, por suerte de distintas marcas así teníamos variedad. Una Pata de jabalí, que se encargaron de deshuesar y rellenar con: panceta, tomates, morrones y especias… el horno se ocupó del resto. Por suerte entre ellos había un cardiólogo que se ocupaba de nuestros excesos. Lamentablemente a él no había quien lo atendiera.
Una noche fue invitado un chef del lugar. Nada mejor que la competencia para cocinar bien. El chino se puso las pilas y preparo una Paella, locura total. Acompañada de los Mejillones a la Recanati y los camarones con distintas salsas. De beber nunca falto. Siempre bien acompañado por el pan recién horneado de Stephie. La harina de las manos no se la pudo sacar nunca.
Me levantaba muy temprano, la casa quedaba abierta y afuera como testigos los restos de la noche, nadie tocaba nada. Enseguida se sumaba Atilio o se iba a su escondite a juntar arcilla para hacer obras de arte con sus manos. Yo caminaba por la playa y el suave sol con la brisa marina me cacheteaba, el paso era alegre, las ganas de vivir te llenaban de ilusiones, esa caminata dejaba a mi inconsciencia un poco tranquila de los excesos nocturnos. Algunas veces iba hasta el fin de la urbanización y otras hasta el faro, entre piedras y golpes de agua. El Atlántico siempre se hace sentir y rompe en espuma en las orillas.
Esa mañana amase para sorprender a todos. “Chipa Cuerito” en guaraní, más conocidas como” tortas fritas”. Se levantó la panadera y empezó a amasar pan saborizado – Me aclaro – me encargaron que hiciera un poco más, parece que viene gente. Él empezó a dar directivas a Serginho. Sobre la disposición de las habitaciones. Empecé a sospechar y le pregunte. ¿Esperas a alguien más? Si, invite a algunos amigos a pescar…
Como lo conozco bien, empecé a juntar mis cosas y prepárame para una huida rápida. Durante todo el día llegaron amigos, botellas de whisky, vinos, asado, etc., etc., A la tardecita lo hizo una pareja muy joven. Y ya entrada la noche. Una mujer. Arriba de los 30 muy elegante. Muy enigmática. Empresaria. Venía de Argentina. Se sentía estresada. Le habían recomendado el lugar. Cruzo el Río de Plata y ya estaba en el Cabo Polonio ¿Sola? ¿Esta debe ser Tierra santa? La última vez que la vi estaba rodeada de varios pescadores.
Un importante fuego marcaba que el asado estaba en marcha. A la hora de contar los platos fueron 25. Risas en aumento a medida que el nivel de alcohol subía. Estábamos cada vez más contentos. Normal en plan de vacaciones. Me preparaba para ir a dormir. Vino mi amigo a saludarme. Negro. Me voy un rato al boliche con los muchachos. ¿Tú quieres venir? Nooo. Quiero descansar un poco, mañana en el primer camión me pongo en marcha rumbo a mi país. Negrito esta es tu casa. Me repitió. El año que viene nos encontramos nuevamente. Nos confundimos en un abrazo, el abrazo de amigos. Hasta siempre. Cabo Polonio. Hasta siempre Chino…