Por: Mariano Domino
11:30 de la mañana de un 5 de Abril de 1994 en Aberdeen, un pequeño pueblito de tan solo 15 mil habitantes ubicado en las afueras de Seattle, ciudad perteneciente al estado de Washington. En la sórdida arboleda que rodea una casa típica de ese pueblo se escucha un estruendo de escopeta, pero nadie, absolutamente nadie le presta atención, ya que la caza doméstica abunda en los alrededores.
8 de abril y pasaron ya tres días cuando el habitante ilustre de Aberdeen, Kurt Cobain (20/02/1967-05/04/1994), fue hallado muerto en una habitación encima de su garaje por Gary Smith, un empleado de Veca Electric. Smith llegó a la casa esa mañana para instalar un sistema eléctrico de seguridad y descubrió el cuerpo sin vida del emblema del movimiento grunge. Con la excepción de una pequeña cantidad de sangre saliendo del oído de Cobain, Smith informó que no había notado signos visibles de traumatismo, y al principio creyó que estaba dormido. Smith encontró lo que parecía ser una nota de suicidio en un pequeño jarrón de flores diciendo, entre otras cosas: «Por favor, Courtney, sigue adelante. Por Frances. Por su vida, que va a ser mucho más feliz sin mí. Los quiero, ¡los quiero!». Al lado del cuerpo se encontró una escopeta. Una autopsia concluyó que la muerte de Cobain fue el resultado de «una herida por bala infligida en la cabeza» debido a una profunda depresión por la que atravesaba, producto de su adicción a la heroína y el consumo recurrente de barbitúricos.
Los primeros indicios de que Kurt Cobain pretendía quitarse la vida surgieron a comienzos de marzo de 1994 luego de que se sometiera a un tratamiento médico a causa de una bronquitis y laringitis severas, pues a la mañana siguiente, Courtney Love (esposa del líder de Nirvana) halló que el músico había sufrido una sobredosis por combinar champán y flunitrazepam, un psicofármaco sedante de venta ilegal. En los próximos días, Courntey Love trataría de mantener vigilado a Cobain, pues lo había encontrado en una ocasión encerrado en su habitación y en posesión de armas. El 30 de marzo, Cobain fue recluido en un centro de recuperación en Los Angeles, pero fugó del lugar sin que sus conocidos lo supieran.
19 años después, Cobain cumpliría 46 años. Vivió con prisa, pasó fugaz y efímero como ave rasante, pero dejó un invaluable legado que abrió las puertas compositivas para siempre de las generaciones musicales venideras y escupió en la cara del género rock -que, por otra parte amaba- despabilándolo de un sopor que lo tenía cómodamente acunado, mamando de la teta de la industria y descansando adormecido sobre su inescrupuloso regazo. Con solo tres discos oficiales en su haber –‘Bleach’ (1989), ‘Nevermind’ (1991), ‘In Utero’ (1993) más el imbatible ‘MTV Unplugged in New York’ (1994)- junto a Nirvana, Cobain se llevó puestos los límites que por ese entonces se esperaban de la música, mutándola de forma tal que, al momento de su popularización, nadie, ni las radios, ni los críticos, ni las discográficas y ni siquiera el público podían encorsetar temas como ‘About a Girl’, ‘Big Cheese’, ‘Lithium’, ‘Territorial Pissings’ o ‘Rape Me’; porque Nirvana en general y Cobain en particular fueron mucho, muchísimo más que el hit ‘Smells Like Teen Spirit’ y su incansable loop repetitivo en MTV.
Nirvana marcó el comienzo de un cambio dramático en la escena musical de su época, alejándola de los géneros dominantes de los años ochenta, el glam metal y el pop del tipo «radio friendly» y llevando al ascenso al rock alternativo y su subgénero, el grunge, convirtiéndolo en el estilo dominante de la primera mitad de la década de los ‘90. Baste recordar que para enero de 1992, ‘Nevermind’ había desplazado al disco ‘Dangerous’ de Michael Jackson del primer puesto del Billboard, marcando así la supremacía contradictoria del grunge y sus cinco minutos de gloria dentro de la historia de la música contemporánea. En buena parte, ese fuego punk y contracultural con que la crítica especializada intentó definir una música hecha por tres pibes de un pueblo de la Norteamérica profunda, los terminó devorando de a poco, empujándolos casi sin querer a un abismo del cual ya era difícil retornar.
La única solución posible a semejante contradicción era la muerta física. El plan había tocado su fin con éxito.