Por: Maria Eugenia Capelo
Una nueva producción exclusiva de Netflix, Orange is the new black, muestra el mundo carcelario desde la visión femenina. Su protagonista, la muy estadounidense Taylor Schilling interpreta a Piper Chapman quien decide entregarse a la policía para cumplir con la condena de 15 meses por haber transportado en el pasado una valija con dólares que era del narcotráfico. Su novia en ese entonces, la actriz Laura Pepon, la recordada Donna de That´s 70 show, la engaña gracias a sus encantos amorosos diciéndole que nada malo va a pasarle si entrega esa valija por única vez. Lamentablemente las cosas no terminan saliendo como ella lo espera y luego de casi 10 años la condena se hace efectiva.
Con su vida casi armada, posee un negocio junto a una socia y con un novio (ahora masculino) Piper toma una de las decisiones más difíciles de su vida: entregarse a la policía.
Las cartas están echadas y saber que solamente 15 meses de tu vida vas a tener que entregarlos a una prisión pareciera que no es tan grave. Pero aquí los días son largos y no hay tanto para hacer y mucho para perder como por ejemplo tu propia dignidad.
El planteo de la serie es interesante y resulta muy acertado el grupo que forma parte de las carcelarias. La cárcel está lleno de latinas, afroamericanas y un puñado ínfimo de blancas. No existe la idea de quedar sin un grupo identificatorio, no se puede vivir aislado en la cárcel aunque parezca una ironía. Aquí nadie se llama por su nombre de pila. Por lo tanto abandona su “Piper” por Chapman.
Los primeros conflictos a los que la protagonista debe enfrentarse son los básicos de la vida cotidiana femenina: conseguir un shampoo y jabón, tener una frazada, obtener unas ojotas para la ducha y congraciarse con la cocinera para que no le corte el alimento.
Orange….muestra un EE.UU diferente: el de la marginalidad, la corrupción, el de la gente que no logra cumplir su sueño americano. Y los pone a todos por igual en el mismo nivel. Parafraseando a Enrique Santos Discepolo y su cambalache da lo mismo que seas cura, colchonero, rey de bastos…aquí no hay jerarquía. Todas en definitiva deben cumplir su condena. Ahora bien eso no implica que dentro de las carcelarias no haya códigos ni relaciones de poder. Como en todo grupo humano, el líder y sus seguidores se vislumbran en toda su plenitud y el famoso código carcelario se hace presente para que todos lo cumplan.
Nuevamente Netflix, luego de la gran “House of Cards”que ya analizamos en este blog, nos acerca una serie exquisita. Cada una con su enfoque ambas muestran las miserias que también se viven en EE.UU en un primer mundo con mucho por mejorar y cambiar.
Intenten ver esta serie. No es para pasar el tiempo sino para frenarlo y ver otras realidades que de vez en cuando nos viene muy bien.