Hoy, mi copa está vacía

#Vinos

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Pero no te preocupes Miguel que mañana la volveré a llenar; y te prometo que cada vez que me sirva vino, brindare por vos. Porque te lo mereces. Es lo mínimo que puedo hacer después de todo lo que me diste. Recordarte en cada sorbo, en cada presentación. Porque sí bien te fuiste de este mundo y no nos pudimos despedir como nos hubiera gustado, se que me estarás mirando todos los días. Ya no te tendré a mi lado para corregirme, o para discutir temas tan importantes como sí los sommeliers son bobetas o si la palabra maridaje no tiene música. Pero eso ya no importa, porque se que estas ahí, y seguiremos siendo Dos de Copas, vos desde allá, y yo desde acá.

A propósito, que revuelo armaste, cuanta gente que vino a verte, cuanta gente que se hizo eco de la noticia en la redes sociales, retwiteando y comentando. Además, saliste en la tapa de los diarios más importantes. Lástima que no estas acá conmigo porque hubiera sido una buena oportunidad para relanzar el Anuario Brascó de los Vinos Argentinos. Pero no importa eso, porque esa guía seguirá siendo la más recordada y utilizada por los enófilos argentinos.

Leí mucho sobre vos en estos días, tu CV, tu vida, tu obra; y te confieso que voy a leer todos los libros de tu obra que me quedan. Me llamaron de la TV y de los diarios para hablar sobre vos. Tanto se dijo que al parecer no queda nada más por decir. Pero sabes una cosa, hay más, mucho mas.

Mientras estuviste entre nosotros demostraste tus firmes convicciones, tanto que hasta te animabas a ningunear a Robert Parker Jr., el wine gurú mundial. Eras duro, y te manejabas con tus fijas. Pero claro, tu prosa y tu espontaneidad lo disimulaban muy bien. Cuando yo te conocí; hace unos doce años; ya estabas en la etapa de decir lo que se te ocurra sin importar las consecuencias. Y así fue que decretaste que el Torrontés era gay, acusaste a un enólogo de hacer un merlot bragueta, o le afirmaste a Felipe Pigna (en la cara) que su libro sobre la historia del vino argentino (Al Gran Pueblo Argentino Salud, Planeta 2014), era aburrido; sin siquiera haberlo leído.

Obviamente a esta altura te podías escudar en tu larga trayectoria, y en el merecido respeto que ello significa.

Muchas veces me tildan de ser tu heredero, y yo me enojo. Porque vos sos único, y como tal no tenes sucesor. Por otra parte siempre dije que no quiero ser cómo vos, pero si, seguro, quiero disfrutar la vida como vos lo hiciste. Y la suerte me puso en tu camino y tuve la gracia de compartir muchos momentos de dicho disfrute. Nunca conocí a nadie como vos. Con tanta inteligencia al servicio del deleite. Yo no te podía seguir en tus otras artes. Es más, siempre te enojabas cuando te decía que lo mío eran los vinos y el fútbol. Pero era así. Yo no podía más que escucharte cuando hablabas de literatura o poesía, de dibujo o escultura, de historia o de filosofía. Pero si lo logre en el rubro gastronómico.

Todo empezó cuando yo comencé a asistir a las presentaciones de vino, allá por el año 2000. Yo no sabía ni quien eras, pero enseguida me di cuenta que eras importante. Porque llamabas la atención de todos. No sólo por tu moño, tus tiradores y tu actitud, sino, porque te sentaban al lado del anfitrión. Y siempre te daban la palabra. Al poco tiempo comencé a soñar con hacer cosas juntos. Y así fue que terminamos en la TV haciendo Dos de Copas, un ciclo que duró sólo dos años (2007 y 2008), hecho a pulmón por un grupo de entusiastas que ya te extrañan. Y lo más curioso es, y vos lo sabes porque te pasaba muy a menudo, que la gente lo seguía recordando como sí estuviéramos todavía al aire. ¿Cuanto le debemos a Tinelli? Te acordas que estábamos en el canal de al lado y como el comenzaba 15 minutos después de la medianoche, muchos impacientes haciendo zapping se topaban con nosotros. Y claro, al verte con tu porte y la masa (o la copa) en la mano, se quedaban perplejos. Ese fue el verdadero secreto de nuestro éxito.

Claro que ya habíamos hecho el Anuario de los Vinos. Como sufriste. No sólo por degustar los 1000 vinos, sino porque fuiste tan obsesivo con las degustaciones y tus anotaciones (mitad texto y mitad dibujitos) que se nos fue mucho tiempo. Pero la pasamos genial. Degustando vinos mañanas enteras, unos 50 desde las 8 de la matina. Lo que casi nadie sabe es que no te gustó puntuar los vinos. Sin embargo lo hiciste muy bien. Y tus muchos 99 quedarán para siempre.

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Tuve la suerte que viste en mi un ladero del vino, y yo en vos un guía. Nunca quise ser como vos porque tu nivel de cultura era abrumadora. Pero tenías chispa y un buen sentido del humor, algo que combinaba muy bien con mis ganas de ser payaso. Ambos teníamos al vino como gran aliado. Vos ponías la experiencia invalorable de una vida puesta al servicio (entre otras cosas) de la difusión del buen comer y del mejor beber. Y yo solo te mantenía actualizado. Algo que se torno muy necesario para vos por el auge de las nuevas bodegas y miles de nuevos vinos.

Muy pocas veces discutimos por un vino. Cuando no era bueno, no lo era. No obstante era notorio cuando quedaban plasmados nuestras diferencias generacionales de paladar. Lo que pocos saben es que luego de la explicación de cada caso, nos quedaba muy claro al uno del otro. Vos, con tus descripciones comparativas (generalmente describiendo a los vinos como mujeres), y yo siendo más pragmático. Pero de algo no quedaron dudas; hicimos una muy buena pareja.

Tu intención fue ser protagonista, y vaya si lo has logrado. Como muy pocos has trascendido, y esto recién empieza. Hoy más que nunca, tus mensajes y tu visión van a sonar y se van a respetar.

Mientras te sentaste en muchas de las mejores mesas del país, defendiste los buenos vinos nacionales. Fuiste el primero en despotricar contra la concentración, cuando Parker les daba 100 puntos y los wine makers saltaban de alegría. Vos insistías con que esos vinos no eran para disfrutar sino que sólo servían para impactar. Hoy, diez años después, los vinos argentinos te dan la razón. Porque han dejado de lado el peso, para ser mucho mas tomables. Por fin son drinkables como vos le reclamabas a la mayoría. Claro que tenías fetiches bebibles intocables, como los López o los La Anita. También admiraste mucho a Di Paola (Rutini) y a Pepe Galante (hoy en Salentein). A pesar de la abrumadora avalancha de vinos nuevos, no te confundiste. Te mantuviste fiel a tus ideales y convicciones vínicas. El champagne debía ser argentino.

Desde afuera, muchos criticaron tu obra vínica; y creo que fue porque no vieron toda la película. Justo vos, que fuiste un defensor de que el mejor vino, es el que más le gusta a cada uno. Pero desde lejos, parecías mucho más complicado. Y algo de razón tenían. Sólo con leerte, era difícil interpretarte. Pero hoy queda claro que marcaste un camino, que fuiste un ser único, y que has dejado un enorme legado. Está en nosotros, los que nos quedamos en este mundo, aprovechar tus enseñanzas. Influiste en tres generaciones de bodegueros y enólogos. Y por ende, también de lectores y amantes del vino.

Claro que te voy a extrañar, a vos, a tus palabras, a tus chistes, a nuestras comidas, a nuestras degustaciones, a nuestros viajes, a nuestros Negronis. Ya nada será igual. Pero en este cambio sabremos todos encontrar el disfrute. Porque es tu mejor legado. Nos enseñaste a todos a disfrutar más y mejor de la vida.

Por eso mañana, volveré a llenar mi copa.

Chau Maikel. Te quiero, y discúlpame por tantos que galicados.