El cóndor andino: avistaje, leyendas y verdades.

#ActitudViajera

Amanece en la Quebrada de los Cóndores, La Rioja. El cielo se muestra limpio y claro, escoltando el sendero que me conduciría hasta el mirador de las Higueritas, desde donde es posible avistar al amo y señor de la cordillera: El cóndor. Allí me esperaba su imponente belleza y un relato sobre su vida y su muerte.

Tras caminar cuatro kilómetros en medio de un tranquilo paisaje rural, llego a un puñado de rocas que saben convertirse en butacas con vistas a las sierras. Es el momento de esperar por los cóndores.

Sin mayores preámbulos, se alzan en su vuelo por sobre los árboles y solo queda contemplarlos. Planean de manera armoniosa y delicada mientras el tiempo se escurre bajo el sol del mediodía. Juan de la Vega, guía y habitante de la Sierras de los Quinteros, comienza a relatar algunas curiosidades y datos referidos a esta especie. De todo lo comentado, hubo algo que queda aún presente en mi cabeza…

El cóndor es una de las aves más grandes del mundo y un icono natural de la Cordillera de los Andes . El despliegue de sus alas puede alcanzar una extensión total de tres metros, lo cual lo dota de un vuelo delicado y suave. En el azul de un cielo diáfano, la silueta del cóndor parece pintada, eterna. Pero lamentablemente no lo es.

Los cóndores, como el resto de las aves, también mueren, pero no lo hacen de cualquier manera. Cuando comienza a sentirse debilitado y con escasas fuerzas, remonta su vuelo a gran altura y elige un sitio, entre tantos, para posarse. Repliega sus alas y con total decisión se lanza al precipicio, dejando en manos del cielo y sus caprichosos vientos, su destino final.

Sencillamente se entrega, humilde, ante una inmensidad que ya no logra dominar. Se suele decir que los cóndores nunca mueren, sino que regresan decididos hasta sus nidos, donde renacen con más fuerza aún.

Estas historias son las que amo escuchar cuando viajo. Siempre las creo con total certeza que son ciertas. Reflejan de manera poética la perfección de un entorno natural que pocas veces apreciamos y menos valoramos. Una fábula viviente que nos deja la belleza y humildad de quienes dominan los más altos cielos.