Laura iba por la vida juntando retazos de tela. Buscaba los retazos por todas partes pero no todos podían ser parte. Ella se encargaba de que la forma, los colores y la composición combinaran con el resto. Un resto que empezó por casualidad.
Un día Laura se encontraba en la casa de su abuela tratando de encontrar la llave que abriera la puerta del mueblecito marrón donde su abuela Ana escondía los caramelos y bombones para que Laura los encontrara una y otra vez. Pero esa vez, cuando encontró el primer retazo, se le hizo difícil encontrar la llave, busco como siempre dentro de las copas de cristal del otro mueble marrón que siempre estaba con llave. Pero la llave siempre se encontraba dentro de la cajita de porcelana en la mesita ratona. La abuela Ana se destacaba por tener llaves para todo y por todo, en realidad le encantaban los secretos y cada vez que Laura se quedaba a dormir en la casa, ella le contaba la historia de la llave mágica que abría todas las puertas pero solo las personas buenas podían recibirla algún día y encontrar el paraíso.
Pero volviendo a Laura ese martes caluroso de marzo le fue difícil encontrar la llave, busco en los lugares usuales hasta terminar pensando en los atípicos. Así fue como termino buscando en uno de los armarios del altillo. Primero habría que encontrar la llave, donde la habría guardado esta vez la abuelita, pensaba. Altillo viene de altura, así que pensó que estaría en el marco de la puerta que sobresalía con disimulo. Busco una silla para poder treparse en el escondite perfecto de esa llave y no se equivoco. La llave pequeña con cordel dorado se encontraba allí. Al abrir la puerta, Laura sintió que sus rodillas temblequeaban, que escondería la abuela allí, tal vez ricos bombones de chocolate rellenos de Mouse o licores prohibidos de los cuales no podría consumir. Pero a sorpresa de Laura, esta encontró un armario lleno de sombreros. Sombreros con plumas, con perlas, con bouquet, de fiesta, de campo, de placer, de todas las formas, tamaños y color. Laura se quedo maravillada al abrir una por una las cajas encontrando sombreros tan hermosos. No sabía que la abuela los guardaba, porque nunca se los había mostrado.
Laura entretenida se había olvidado de encontrar la llave del armario de abajo, así que volvió acomodar las cajas para que la abuela no lo notara y al hacerlo sus pies en punta de pie perdieron el equilibrio y termino abalanzándose sobre las cajas de los sombreros. Provocando que una de ellas cayera con gran presión. Laura se apresuro a ver el contenido de la caja y descubrió al sacar el sombrero que este había sobrevivido a su caída. Ana al escuchar el ruido subió y encontró a la niña mirando el sombrero.
¿Que haces? – pregunto
Estoy mirando la tela del sombrero abuelita, ¡que tela mas bonita!- contesto Laura
Cuidado Laura con ese sombrero, son frágiles y ante el menor descuido se rompen, advirtió la abuela,
¡Pero que hacen aquí abuelita, nunca me habías contado de ellos!
La abuela se acerco a donde estaba su nieta, y agarro con delicadeza el sombrero de campo floreado de raso azul, que se había caído y al hacerlo un retazo perfecto cuadrado se deslizo hacia el piso sin que Ana lo viera. Laura, cada uno de ellos han sido guardados por tres generaciones y seguirán guardados en algún otro altillo por la familia. Los sombreros son preciados para mí. Ese sombrero lo uso tu bisabuela cuando su familia decidió venir a Argentina, la subieron a ella y a sus hermanos en un barco con un rumbo definido: nunca volver atrás. Ese sombrero refleja ese momento.
¡Que historia abuelita! No sabía que cada sombrero tenía una, pensé que los guardabas porque eran bonitos- dijo Laura
Claro que son bonitos, pero muchos lo son. Cada uno de estos sombreros cuentan un poco de mi historia, de quien soy, de donde vengo. Estos sombreros me hacen viajar por el tiempo, me hacen imaginar que soy mi madre en un baile de charlestón en los años 20 o que estoy en la boda de la tía Paula cuando era pequeña. Cada sombrero fue elegido por algo en particular.- le contesto Ana
¡Que interesante! A mi me encantaría poder coleccionar recuerdos como tu. ¿Pero que podría ser? No tengo tanto espacio para guardar sombreros.
En realidad Laura, los recuerdos siempre te acompañan en tu vida, lo importante es saber encontrar las llaves mágicas para que salgan a la luz, cualquier cosa pueda ser hasta lo que te parezca más insignificante. Hay gente que colecciona piedras, estampillas, dedales o hasta las cucharitas de te. Cada uno de esos objetos se convierten en grandes objetos porque tienen una historia que contar, es importante que guardes las historias nunca sabes a quien algún día se las vas a contar, como en este momento te las estoy contando a vos.
Gracias abuelita, que lindo escucharte. Como siempre en tus historias hay llaves mágicas, por tratar de encontrar la llave de los dulces termine encontrando el armario de los sombreros.
Pero la llave del armario no la guarde esta vez, esta abierto. Compre unos bombones rellenos que se que te gustarían. Pero antes de ir a comerlos, guardemos el sombrero.
¡Viva mi abuela Ana! ¡Viva los bombones! grito Laura.
Cuando estaban por apagar la luz del ático, Laura vio el cuadradito de tela floreado en el piso y lo agarro. ¡Abuelita mira lo que se ha caído!
Ana tomo al retazo entre sus manos y se lo devolvió a Laura. Te lo regalo, este cuadradito será tu primer recuerdo del día que descubriste los sombreros del ático de tu abuela.
A Laura se le redondearon los ojos de emoción, tenía su primer recuerdo contenido en un pedazo de tela, un retazo insignificante para otros pero para ella tan preciado como era ese. Los años pasaron, su abuela se despidió, pero Laura no dejaba de guardar retazos de su vida. Cada lugar, persona o situación importante en el que había conocido, había estado o vivido siempre le dejaba un retazo de tela. A veces de una cortina de un hotel, otras de la campera de ski, otras del vestido a lunares que llevaba el día que conoció a Tom.
Retazos que guardaba cariñosamente en cajas forradas de tela que se acomodaban en su placard, una tras otra sin volver atrás. En su cartera siempre llevaba una tijera pequeña para apropiarse de esos retazos cuando la vida no se los daba naturalmente. A veces un pañuelo encontraba por la calle luego de una gran emoción, o perdían un saco el mismo día que se graduó, cada acontecimiento mágicamente era acompañado por un retazo de tela que sin dudarlo tomaba. A veces la pescaron en actos de apropiación pero Laura siempre lograba salir airosa de la situación como si hubiera encontrado la llave mágica de su abuela que la rescataba cada vez.
Pero un día sin nada en particular, Lucas al cual había conocido una tarde de polo del cual le había quedado un retazo verde brillante de una bandera del equipo que gano, desapareció para ya nunca mas volver. Laura se quedo pensando en porque no se había despedido, en porque siempre se ocultaba, en porque no tenia un final la relación. Lo que habían vivido se podía resumir en ese cuadradito de tela, nada más que un recuerdo de una noche apasionante que se transformo en una historia de encuentros y desencuentros que estaban más cerca de la fantasía que de la realidad porque ninguno de los dos se conocía mucho. Pero entonces se dio cuenta que a veces los recuerdos se conforman solo de retazos.
Así fue como Laura agarro las cajas donde contenía su preciado tesoro y pensó que era hora de darle uso a sus recuerdos y se puso a trabajar. Después de varios días de separar, elegir, acomodar, y coser. Laura tuvo en sus manos un gran acolchado de retazos para su casa que la llenaba de emoción. Ya no quedarían guardados en cajas escondidas bajo llave sino que libremente contaría su historia a quien le interesara preguntar de donde venia por ejemplo ese cuadradito perfecto floreado de raso azul.
FIN