El alma es como un jardín interno que requiere de cuidados. Es un jardín que solo se ve si quiere ser mostrado. Solo cuando uno es orgulloso de lo que planto o germino lo muestra al exterior. De esta forma la selección de semillas es de suma importancia. A partir de lo que uno decida plantar tendrá más o menos variedad de flores. Así como uno se puede llenar de margaritas, rosas y lylium, o tan solo helechos, son los sentimientos que uno puede albergar dentro de su alma. De esta forma ningún jardín puede ser igual que otro, ya que uno decide que plantar y a partir de allí lo que crecerá es el resultado de una conjunción de factores que hacen a la vida.
En la niñez uno aprende a elegir las semillas que uno quiere plantar a lo largo de su vida. El instinto es la fuerza conductora de la selección. Una conjunción de intuición e inocencia son los generadores de las decisiones. Uno no sabe bien porque prefiere ser una cosa mas que otra, le gusta eso pero no aquello. La razón es una palabra que todavía no tiene sentido ni significado.
A partir de los doce años uno decide plantar las semillas, para ello a veces escucha los consejos de los adultos cercanos que provocan muchas veces que no todas las semillas elegidas sean plantadas o que se agreguen semillas del genero de esos adultos y no las propiamente seleccionadas.
A partir de los veinte años uno comienza a cuidar su jardín, se da cuenta que algunas semillas germinaron mas rápido que otras, que algunas nunca nacieron, y que otras con mucho cuidado podrán nacer. Hay que sacar las malezas que a veces interfieren en el crecimiento de las semillas o impiden ver la especie elegida.
A los treinta uno comienza a cosechar lo que sembró. Allí descubre que en la variedad de especies esta la riqueza, que muchas semillas que de niño eligió crecieron con más fuerzas que las que decidió en la adolescencia por escuchar a sus padres. También descubre que cuanta más dedicación hubo en el cuidado de las semillas mejores resultados obtuvo. Que muchas semillas conviven en el mismo espacio y que hasta la menos apta puede crecer en el terreno seleccionado.
A los cuarenta uno muestra las plantas que ha cosechado sin problema. A veces se acuerda que planto otras especies y que no han germinado y decide volver a plantar. Todavía hay tiempo para cosechar.
Las personas que logran conectarse con sus almas llegan a viejos con semillas para poder regalar a otros. Miran adentro y su jardín esta lleno de especies y afuera han logrado contagiarlo.