Cuento LA NAVE DE LOS SUEÑOS

#ColoresDeMilagros

La nave de los sueños II

Sofía se levantó bien temprano a la mañana y le pidió permiso su mamá para ir a la playa que quedaba solo a dos cuadras de su casa. Llegó al gran arenero gigante de color dorado, y empezó a construir una nave espacial en la cual pudiera caber y salir a volar por el espacio. De repente llegó un nene con una gran pala y un balde y le preguntó si podía ayudarla. Sofía lo aceptó como compañero y empezó a darle indicaciones sobre cómo construir la nave de sus sueños. Corito -así se llamaba el niño- la ayudó a sacar la arena, a alisar el tablero de control, y a hacer el asiento para que pudiera sentarse dentro. Mientras trabajaba le preguntó a Sofía si podía hacer otro asiento para poder volar juntos. Pero Sofía no lo escuchó, siguió muy concentrada decorando las alas de la nave con estrellas como si las hubiera tomado del espacio. Corito se limitó a cumplir las indicaciones que recibía. Luego le sugirió a su amiga ir a buscar caracoles y almejas para decorar la nave. A Sofía le encantó la idea. Ya en la orilla disfrutaron de su compañía sin pensar en nada.
Llegada la tarde, Sofía estaba muy satisfecha con el resultado ya que empezaron a venir nenes de toda la playa para ver la gran nave espacial que se disponía a volar. Corito vio como todos le hacían preguntas a Sofía y sintió que sobraba, así que decidió ir a meterse al mar con su papá. Un rato después Sofía, sola en su nave, se dispuso a utilizarla por primera vez. Se metió dentro, le tiro unas gotas de agua salada como si fuera una botella de las bebidas burbujeantes que su papá guardaba en la alacena y se sentó a manejar los controles. Puso en marcha el motor de la nave y se dispuso a volar por los anillos de saturno, por las lunas de Júpiter y aterrizar en las arenas rojizas de Marte. Ni bien salió de la nave para hacer su exploración se dio cuenta que le faltaba algo. Entró de nuevo para ver si recordaba lo que le faltaba y vio que todo estaba en su lugar. En Marte se dio cuenta que las cosas se disponían de forma similar a la tierra, y entendió que se aburría porque no había con quien hablar. Corito, pareció decirle una voz. Descubrió que hacía tiempo que no lo veía y que no había viajado en la nave con ella. ¡Se había olvidado de invitarlo! ¿Como le había sucedido eso? ¿Dónde estaba? Ella no podría estar viajando a Marte o viendo los anillos de Saturno sin el trabajo constante de su nuevo amigo. Así fue como decidió retroceder y regresar a buscarlo. Durante diez minutos maniobró imaginariamente el volante, tocó varios botones hechos con caracoles y almejas y frenó con una pala que la había colocado Corito como freno de emergencia. Ni bien creyó aterrizar de nuevo en la playa, salio corriendo de la nave a buscarlo. Caminó por la arena dorada pero no lo veía. Con el apuro de construir la nave y de llevar a cabo su deseo no le había preguntado donde estaba su carpa, si vivía allí, de dónde era, como podía ser que no lo hubiese visto antes. Solo se había dispuesto a darle instrucciones de cómo llevar a cabo la nave de sus sueños.
Después de buscarlo durante una hora, lo vio jugando con unos chicos a la pelota. Fue corriendo a buscarlo y a pedirle que vuelva a jugar con ella en su mundo espacial. Corito la miró y le dijo que él había jugado con ella toda la tarde, y como no le había puesto otro asiento a la nave pensó que ella quería viajar sola. Sofía le dijo que tenían que volar juntos. Sofía confesó que lo extrañaba. Él la envolvió en miradas y le pidió que lo esperara un rato, que después de jugar con sus amigos, la acompañaría.

Sofía se sintió abandonada. ¿Por qué tenia que terminar el partido si sus amigos podían terminarlo sin él? En cambio ella no podía viajar a nuevos planetas sin su tripulación. Sofía no espero a Corito y se fue sin decirle nada. Mientras volvía a la pista de aterrizaje vio un nene que estaba mirando las burbujas de aire que hacen las almejas cuando están debajo de la arena. Lo observó siguiendo los agujeritos y tratando de hacer pozos para encontrarlas. Meditó y creyó que podría ser un buen copiloto. Así que lo invitó a jugar en su nave. Lo llevó a donde esta se encontraba, le mostró las medidas, los controles y le dijo que había decidido en este viaje ir al cinturón de Orión a ver a las constelaciones de las tres Marías. Matías -tal el nombre de su nuevo amigo- montó apresuradamente a la nave y se llevó puesto el escalón que Corito había hecho durante un buen rato. Sofía, molesta, pensó que era mejor que nada, así que le hizo un lugarcito en su asiento y le empezó a indicar que tomara el control, mientras ella medía la temperatura desde las ventanas. Así fue como Matías, descubrió la almeja en el botón de mando y no pudo resistirse a robársela y salir corriendo de la nave con su tesoro. Sofía empezó a correrlo por la arena pero fue en vano, el nene era mucho más veloz y Sofía terminó rodando por el agua sin lograr recuperar la almeja ni a su nuevo compañero de viaje. ¿Por qué todo le pasaba a ella? ¿Qué hacia mal que nadie se quedaba a jugar con ella? ¿Por qué Corito no había vuelto? ¿Por qué? Solo porqués y las lágrimas que empezaban a rodar por sus mejillas cuando ve a Corito sentado con su familia leyendo un libro. Secándose las lágrimas, mojándose el cabello para demostrarle que había estado nadando y olvidándose de todo lo que había sucedido, se decide a reconquistar a su amigo. Realmente lo extrañaba, se habían divertido tanto construyendo la nave. Él la había entendido. Habían hecho un buen equipo desde el principio.
Se acercó decidida y le pidió a Corito que volviera a compartir sus aventuras. Después de todo lo que había trabajado en la nave ni siquiera la había probado. Corito continuaba leyendo sin mirarla. Sofía sentía bronca y empezó a planificar tácticas y utilizar mentiras para lograr la atención de su amigo. ¿Cómo recuperar lo que había perdido? ¿Como no se había dado cuenta de lo que valía? ¿Por qué se había cegado tanto? ¿Por qué no se había dado cuenta de lo importante que era su compañía? La experiencia sólo sería completa si estaban juntos. Lo que Sofía no sabia es que Corito había vuelto a jugar con ella ni bien ella se había ido sin hablarle. Pero al ver que Sofía invitaba a otro nene a manejar la nave que los dos habían construido, se sintió traicionado. No tenía más ganas de verla, por más que había disfrutado construyendo la nave con ella e imaginando todos los lugares que visitarían, era más seguro viajar con su libro. Había abandonado el partido y ni diez minutos había esperado. Sofía no se contentaba con la respuesta de Corito y empezó a hacer ruido para llamar su atención e impedir que leyera. Corito se daba vuelta pero ella seguía tocando los baldes como si fueran tambores hasta que sé tentó, empezó a reírse y se decidió a acompañarla a jugar. PUFF! ¿Por qué sos así?, no te das cuenta que estuve horas queriendo jugar con vos pero vos estabas más preocupada en hablar con otros nenes que ni conocías- le dijo Corito. Ya sé, perdóname, yo solo quiero jugar con vos- repetía incansablemente Sofía.
Había atardecido, los dos nenes empezaron a buscar la nave espacial por la playa, pero esta ya no estaba. ¡No puede ser! gritaba Sofía. ¡Alguien la destruyó! ¿Cómo puede ser que no este? La habíamos construido entre la carpa amarilla y la roja a lunares. ¡Fijate Corito! – lo mandaba. Sofía empezó a llorar y no podía detenerse. Corito fue a preguntarles a los de la carpa amarilla si no habían visto la nave espacial. Un abuelo con gafas se acercó al niño y le contó que la marea había subido así que habían tenido que mover sus cosas, ya que el agua había arrasado con gran parte de la playa. Corito volvió para contarle a su amiga lo sucedido. Pero Sofía no podía escucharlo, había perdido su nave espacial y no había podido jugar en ella porque Corito se había ido. Te das cuenta Corito vos tenés toda la culpa. ¡Si no te hubieras ido! Yo no tendría que haberte ido a buscar, todo por tu culpa, no pudiste jugar ni una vez conmigo en la nave espacial. Yo quería llevarte a Plutón y a galaxias desconocidas que nunca podrías explorar con otra persona ya que sólo yo conozco donde están. ¿Por qué? ¿Por que? – repetía. Corito la miró por unos segundos y se dio cuenta que no ganaba nada explicándole por qué se había ido, ya que él creyó que la había ayudado en su proyecto y que eso la haría feliz. En un momento Corito le ofreció ayudarla a hacer la nave espacial de nuevo al otro día. Pero Sofía no entraba en razones, le decía que si le hubiera importado tanto la nave espacial no se habría ido, que no jugaría nunca más con él. En realidad no era lo que ella quería porque le había gustado mucho conocer un nuevo amigo pero no podría controlar su lengua. Llegó la mamá de Sofía a buscarla y al verla llorar la subió a sus brazos y la llevo a su casa sin darle la oportunidad a Corito de despedirse.
Al otro día, Corito fue a buscarla a la playa para jugar juntos pero Sofía no apareció en todo el día. Se quedó en su casa dibujando naves espaciales, imaginándose los planetas a los que hubieran ido con Corito, los habitantes del espacio que hubieran encontrado. Durante todo el día dibujó y dibujó a pesar de que el día era hermoso y le daban ganas de jugar en la arena o en el mar. Luego de pintar por un buen rato recordó lo divertido que había sido construir la nave espacial y cómo lo habían logrado. Al pensarlo se dio cuenta de que nunca le había agradecido a Corito su ayuda, sin él nunca lo hubiera conseguido. Así que le pidió permiso a su mamá y fue a buscarlo. Había atardecido y por más que lo buscó por toda la playa, Corito no estaba.
A la mañana siguiente, Sofía se levantó muy temprano para ir a ver a su amigo. Se dio cuenta que había sido una tonta por pelearse con él cuando el había sido tan importante para la construcción de su nave y que tal vez podían hacer una más grande esta vez. Llevó uno de sus dibujos para regalárselo. Llegó a la playa emocionada buscándolo para jugar con él. Pero al verlo jugando con unos nenes a la pelota, se fue corriendo a la carpa donde estaba su mamá. Escondió el dibujo en un bolso y se sentó a leer un buen rato. Pasó la tarde sin que Sofía se moviera de la carpa. Cuando se disponía a irse vio que Corito venía corriendo a saludarla. ¡Hola! ¿Cómo estas? ¡Que bueno verte! ¿Dónde habías estado? Hoy jugamos a los piratas con los chicos en la playa, hubieras podido venir a jugar con nosotros, ¿dónde estuviste? Sofía sólo atinó a decirle que lo vería mañana. No pudo darle el dibujo que guardaba en el interior de su bolso. Estaba enojada y no sabía por qué había estado toda la tarde esperando que la viniera a buscar cuando Corito ni la había visto.
Al otro día, a Sofía se le hizo tarde para ir a la playa porque estuvo ayudando a su mama. Corito al verla, se acercó enseguida. ¡Hola!, de nuevo. Te estuve buscando toda la mañana, porque en una hora me voy. Yo soy del interior, vine a visitar a unos tíos con mis padres y ya estoy regresando. Sofía no podía creerlo, se iba y no habían podido jugar. No tenemos tiempo de hacer la nave espacial de nuevo- decía Sofía con cierta tristeza en sus ojos. Sin dudarlo Sofía sacó el dibujo del bolso. Se había arrugado y los garabatos se habían transformado en una mancha de color. Pero igual decidió regalárselo. Corito lo miró y dijo “Muchas gracias”. En realidad se ha estropeado un poco, pero lo hice pensando en vos- aclaró Sofía. Corito, vio en el dibujo una oportunidad para jugar. Tiene tan lindos colores el papel, ¿Qué te parece si lo transformamos en un barco para que navegue en el mar? Tal vez no será la nave espacial pero el barquito puede navegar por el océano y viajar a muchos lugares que nosotros ni sabremos pero llevará tus colores y mi ingenio. A Sofía le pareció una linda idea. Sentados en la arena se pusieron a armar el barco de papel. Ni bien lo terminaron se fueron a la orilla y lo soltaron imaginándose que eran dos tripulantes de esa navegación. En ese mismo instante los padres de Corito lo llamaron para irse. Se despidieron con una gran sonrisa. Sofía se quedó mirando al barco que se perdía en el mar. Ya no le importaba donde llegaría. Era mucho mas importante cómo había sido hecho.
La nave de los sueños I
FIN