Por: Diego Hernán Armesto
A raíz de los recientes acontecimientos, y en especial la amplia convocatoria a la marcha del 18F, las voces más notorias del oficialismo y sus aliados vienen y seguramente van a seguir haciendo hincapié en que desde distintos sectores se está llevando adelante un “Golpe Blando”.
El dirigente radical Leopoldo Moreau llegó a vincular la muerte del fiscal Nisman con la intencionalidad de “…dar un golpe blando“, el Jefe de Gabinete nos habla día tras día de un “golpe judicial activo”, y el Secretario General de la Presidencia dijo respecto al mismo que “Cuando no hay oposición real, que no la hay porque no se les cae una idea ni a garrotazos, los que aparecen son los medios como oposición, que intentan imponer sus posiciones respecto de lo que va sucediendo todos los días”.
Ante estas reacciones resulta interesante buscar los paralelismos existentes de Argentina y Venezuela, ambos países utilizan casi los mismos argumentos para atacar a otros poderes del Estado o las diferentes expresiones opositoras. El “golpe blando”, de acuerdo a ese “manual no escrito” de los autoritarismos, es aquel que se exterioriza mediante acciones desestabilizadoras orquestadas desde sectores internos y en algunos casos externos, enfocados a buscar cambios en las dictaduras mediante el boicot económico, la manipulación informativa, la movilización y la infiltración de gente violenta en manifestaciones.
De acuerdo a la mirada oficialista la libertad de expresión, el derecho de reunión, peticionar a las autoridades, marchar en silencio, defender los principios republicanos; respetar la denuncia del fiscal Nisman y ahora el requerimiento de Pollicita, investigar a los funcionarios, pareciera que todo los que creen en estas libertades, estan conspirando para dar un “golpe blando”, y nada más distante de la realidad.
El desafío de hoy de gran parte de nuestra sociedad es hacer que todos esos derechos, que están consagrados nada más y nada menos que en la Constitución Nacional, sean una realidad cotidiana, cultivarlos para poder ejercerlos sin temores y trabajar diariamente para profundizarlos. Esa tarea patriótica no transforma a un segmento de la sociedad en “destituyente” porque todos esos derechos hacen a la construcción de una república y una democracia. Es hora que todos, entendamos y asumamos la responsabilidad de fortalecerlos, para poder vivir definitivamente en un Estado Constitucional y Convencional de Derecho.
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