Por: Diego Hernán Armesto
El próximo domingo la Presidente de la República debe llevar a cabo la apertura anual de las sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación -cumpliendo con el mandato constitucional establecido en el Art. 99 inc. 8.-, “dando cuenta en esta ocasión del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes”.
En este sentido, el Congreso es una institución de actividad discontinua ya que, según versa el Artículo 63 de nuestra Constitución Nacional, el año legislativo transcurre entre el 1° de marzo y el 30 de noviembre, debiendo entenderse el mismo como período “ordinario”.
Los antecedentes del mentado procedimiento de apertura pueden encontrarse originariamente en el Parlamento inglés donde, conforme sus necesidades, el monarca convocaba a ambas cámaras para el tratamiento de asuntos que él consideraba de vital importancia. Costumbre que fue adoptada posteriormente por la mayoría de las repúblicas.
Al recorrer la historia de las aperturas de sesiones en nuestro país, uno encuentra que el mensaje presidencial usualmente se centraba en la lectura de la actividad gubernamental en su totalidad, lo cual implica dar cuenta del “estado de la Nación” y requerir a este Poder del Estado –el Congreso- las leyes y necesidades que precisa el Poder Ejecutivo para cumplir con los objetivos trazados para el progreso de la Nación.
Empero, en este último tiempo pareciera que el mensaje presidencial se ha convertido en extensas y virulentas exposiciones, de alto contenido político, que nada consideran lo expresado en nuestra Carta Fundamental. Estos últimos años, desde la palabra y el discurso se ha acentuado profundamente la distancia entre el “ellos” y el “nosotros”, pareciera tratarse de “la voz cantante de una parcialidad”.
Debemos superar estos antagonismos y dejar de hablar de los términos “amigo-enemigo”, de vaticinar “golpes blandos” o “golpes Judiciales Activos”. En definitiva, si nuestra Presidente es efectivamente la Presidente de los 40 millones de argentinos que habitamos esta tierra, ésta es la oportunidad para buscar lugares comunes para el fortalecimiento de nuestra democracia y para entender que no se trata de un domingo más, sino de un día fundamental para la República.