La verdad que debería contar el sueño. Esta vez tendría que abrir la boca y contarlo todo. El tema.
El problema.
Es que mi hermana podría enojarse u ofenderse. O ambas cosas. Con un fundamento que bien resultaría razonable para su enojo, porque sería consecuente con sus creencias y principios.
¿Y por qué le tengo miedo a mi hermana?, podrían preguntarse ustedes. O, en verdad, me pregunto.
Yo creo que es por su estricta convicción religiosa. Su disciplina a las normas eclesiásticas y su apoyo incondicional a las disposiciones de la iglesia Católica Apostólica Romana. Apoyo que no se reduce a la normativa que proviene de la Santa Sede, sino que se extiende a las ocurrencias locales del cura del pueblo, que en sus sermones nos ofrece una clara, nítida y única visión de la vida, del ser humano y del mundo, que es la adecuada e irrenunciable para llegar al paraíso y vivir la eternidad como Dios manda.
Supongo yo, disfrutando cada segundo, sonriendo, bailando y sintiendo un placer indescriptible.
Algo que en algún punto me resulta contradictorio, aunque por supuesto no voy a afirmar tal cosa. ¿Para qué ponerme en riesgo de manera innecesaria?
Pero como acá se enaltece el sacrificio, el hecho de que allá arriba se glorifique el paraíso, pareciera extraño. Una inconsistencia para la razón que solo favorece la existencia de la fe.
Y soy creyente, aclaro.
Pero bueno, yo pensaba contar el sueño. En realidad, compartirlo. Porque hacerlo trascender y narrarlo de algún modo permite eso. Posibilita soltarlo, entregarlo y ofrecerlo.
Y para qué, podríamos pensar.
Para explorarlo, indagarlo y comprenderlo.
Detrás de cada sueño se esconde la verdad inconsciente. Que debe ser la verdad más auténtica y definitiva. La que nos dice quiénes somos, cuáles son nuestras auténticas motivaciones y qué camino es el que verdaderamente queremos recorrer.
Y aunque la culpa en realidad bien sabemos que nunca es del otro. Esta vez prefiero quedarme con las dudas, por el bienestar de mi hermana y el riesgo que significa mover el avispero en creencias arraigadas y defendidas a rajatabla en comunidades pequeñas.
Ojalá que mañana sueñe con los angelitos.
Y que ustedes también tengan dulces sueños.
*Hasta la próxima!
Libros de Juan Valentini