La gente no defiende tanto las ideas, defiende la identidad.
Sospecho que es así desde hace un buen tiempo. Y desde entonces me he dedicado a corroborarlo.
A ver si en efecto la hipótesis es razonable o bien se reduce a una suposición borrachesca que no se corresponde con la realidad.
Y, aunque no voy a asentar tesis, me permito por lo menos compartir la inquietud. Quizás alguien quiera hacer estudios de casos, profundizar en la materia y arribar a conclusiones más respetables.
Para quienes necesitan la validación. La certificación que indica que las cosas son así. De tal o cual manera.
Para quedarse tranquilos.
Aunque, por supuesto, nunca es posible arribar a determinaciones tan pretenciosas. Más allá del ímpetu, la convicción o impecabilidad de las metodologías.
Quizás apenas podemos aspirar a inquietarnos un poco y superar con mayor o menor suerte algunas suposiciones.
Como esta que cree que la gente suele aferrarse a la identidad para existir en el mundo. Ser reconocida, querida o lo que fuera.
Y es capaz de pensar en forma opuesta a lo que pensaba. Con el mismo ímpetu. Y la misma convicción.
El tema es que parecería que fuera así.
Que así son las cosas, a pesar de la falta, de la carencia de un estudio sistemático y definitivo. Que deje a todo el mundo tranquilo y aniquile las dudas.
Lo cual no sería bueno porque derribaría la intención del pensamiento. Y la posibilidad de reformularlo para hacerlo más efectivo.
Pero si alguien acaloradamente pensaba de una manera y casi de inmediato piensa diametralmente distinto.
¿Qué pasó?
Tuvo una conversión, podrá decir alguien.
Bueno, estemos de acuerdo con eso.
Pero qué pasó que sigue defendiendo con igual obstinación a tal o cual estandarte que decía representar cierta perspectiva, que en los hechos honró inicialmente. Y luego negó pragmáticamente.
¿Qué pasó?
Vaya uno a saber.
Podríamos pensar que existen las contradicciones y que son parte de la naturaleza humana. Pero cuando son abusivas, cuando se constituyen como diametralmente opuestas, es momento de inquietarnos.
Ver bien qué es lo que está pasando.
Y observar que la identidad suele ser más importante que el discernimiento.
*Hasta la próxima!