Por: Mauro Gago
La etimología de “sátiro” y el origen de la “sátira” como género literario
La palabra sátiro muchas veces es utilizada para designar a un violador o a un abusador (“sátiro de la bicicleta”, “sátiro de la bombacha“, por citar unos ejemplos), aunque muchas veces también se recurre al vocablo para dar cuenta de forma graciosa de una persona con gran apetito sexual y que no por ello nos remita a un delincuente.
A lo largo de estas publicaciones hemos dado a conocer al dios Dioniso, divinidad de la lujuria y del vino, al que se acudía para que animase fiestas de todo tipo, como ocurrió en la ya mencionada historia de Anfitrión. Dioniso era el dios más promiscuo de todos y estaba acompañado por Pan, semidiós del pastoreo y los rebaños, y un séquito de sátiros (cuto líder era Sileno) y ménades, de las que hablaremos más adelante. Deambulaban permanentemente por los bosques y aldeas en busca de nuevas aventuras que tuvieran como condimentos principales al vino y al sexo.
Pero lo concreto es que los sátiros eran personajes mitad hombre y mitad cabras, con características humanas en su cara y torso completo, y con tipologías de estos animales en las orejas, cuernos y en las patas. Su insaciable apetito sexual hizo que a través de la evolución de su especie, las generaciones siguientes sufrieran de priapismo, razón suficiente para que buscaran satisfacer sus perennes pulsiones sexuales.
Obviamente, los sátiros eran una especie exclusivamente masculina, aunque fuera de la mitología griega fuese adoptado el término a un equivalente femenino. Lo cierto es que Dioniso también tenía entre su séquito a individuos del género femenino que eran llamadas Ménades, a las que Julio Córtazar rindió una suerte de homenaje en su cuento, en el libro Final del Juego. La palabra ménade significa “la que desvaría”, por lo que estas mujeres eran salvajes en todo sentido, sobre todo en el ámbito de lo sexual.
Pero volviendo a los “sátiros”, dijimos que su preceptor era Sileno, el jefe de la tribu por su experiencia y sabiduría. Eran alegres y con un consecuente ánimo festivo que alimentaban con dosis incalculables de vino que también otorgaban a sus víctimas para emborracharlas y luego someterlas a las más libidinosas experiencias sexuales. Es por eso que las culturas posteriores los representaban con sus falos en estado de pura excitación (recordemos que sufrían de priapismo), cuya punta sostenía una copa de vino.
De su idiosincrasia alegre y burlesca, más allá de lo sexual, deriva el concepto literario de “sátira”, género que narra hechos que ridiculizan a otras personas, principalemente a gente vinculada al poder, ya sea reyes, obispos o los distintos políticos a lo largo de la historia. Vale recordar que en la Argentina existió una revista llamada “Satiricón” (existió, asimismo, un libro homónimo de Petronio), entre los años 1972 y 2005, en dónde precisamente se hacía honor a las peculiaridades de la sátira literaria.