Axl recargado

#GunsN'Chaos

Guns N’ Roses volvió a presentarse en el país tras 3 años, en una demostración de rock que dejó empachados a los 20 mil espectadores que se acercaron a Ferro. Axl demostró vigencia. Duff, fue una de las grandes atracciones.

 

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Axl Rose en 1993 daba una espectacular performance en Argentina, en el último show en el que compartía un concierto entero junto a Duff. Tenía 31 años. Axl Rose en 2014 brilla en el escenario en Argentina, en el primer show que comparte entero desde aquella vez en Guns N’ Roses junto a Duff. Tiene 52 años.

¿Cambio algo acaso? Indudablemente su estado físico, blanco de burlas y risas. Pero después de su irrupción con Chinese Democracy (en Vélez 2010 y La Plata 2011) se mostró como en sus años de esplendor en lo que respecta a lo vocal. Impecable e inesperado. Los que creían tal vez que el rock de los Guns N’ Roses estaba muerto, entonces los que asistieron a Ferro, disfrutaron del mejor velatorio del mundo.

Inteligencia para ser tiempista. Saber cuándo ejecutar graves y agudos. Los años pasan, el cuerpo lo siente. Así para evitar el desgaste fue mechando arriba y abajo, cual cardiograma de la abuela. El resultado fue que se comió el escenario. No en forma literal, hablando de sus kilos. Se lo deglutió en presencia, casi perfecto. Casi por un pollito de su garganta en Patience, pero nada que una sonrisa picarona pudiera solucionar ante sus fieles devotos quienes jugaron con su complicidad.

Pocas veces fue la que erró a las notas y se lo vio mejor que nunca. Claramente a veces agitado, debía regular. Para eso también está armada la lista que cuenta con alguna jam o solo de sus integrantes entre tema y tema, para que nuestro apreciable hombre con sobrepeso, pueda recuperarse para seguir brillando.

Feliz como pocas veces, ante cada final y ovación de la multitud ofrecía esa sonrisa cuasi diabólica. Como cuando un niño sabe que está cometiendo una maldad pero no dice nada. Hasta fue extraño que solo se retrasó una hora de su horario de inicio pautado. Esa alegría la devolvía en bailes con el micrófono. Solo hizo entrar al intérprete de horrible español, para decirles que den un paso para atrás, tras las constantes avalanchas, marca Welcome To The Jungle. Ni siquiera la gente le arrojó objetos contundentes con destino de impacto a los protagonistas.

Definitivamente otra actitud, otra especie en esta gira sudamericana 2014. ¿Tanto influyó la reaparición de Duff Beer McKagan tras su efímera y disfrutable vuelta para suplir la baja de Tommy Stinson? Puede ser, el rubio le aportó energía, ímpetu al bajo, contagió con corridas, piruetas y siempre con una sonrisa en su cara. Axl lo presentó como el nuevo integrante de la banda, en un pequeño chascarillo del que nadie estuvo ajeno, de entrada al tercer tema, para que comience a darle sentido con sus notas a It’s So Easy. La primera parte del recital fue toda suya. Más allá por ser la novedad, el viejo/nuevo chiche del que se esperaba, refrescó a la agrupación. Tocó f5 y actualizó. Así tuvo su pico de fama con Attitude y Raw Power, en lo que fue el debut en vivo de dicha canción.

No todo fue de los Gunners originales. Bumblefoot demostró ser el más fino y virtuoso de los tres violeros, clases de tapping con su doble diapasón, sumados a tema propio (Abnormal) y el No Llores Por Mí Argentina, para la tribuna, enlazándola con Don´t Cry. DJ Ashba dio la nota lanzándose a la gente, con un salto de dos metros incluido sobre el final de Nightrain. Entonces sí, tratar de recuperar esa rebeldía perdida en algún punto de la historia.

Y es muy difícil que un show de GNR en el que tire todo su olvidado repertorio, no vaya a gustar. Desde lo visual con su imponente y ruidosa pirotecnia, parece imposible. Pero sus andanadas de hits indestructibles e inoxidables lo transforman en histórico por el solo hecho de que el conteo de canciones finaliza en 8 de las 12 que contiene Appetite For Destruction, acaso uno de los mejores discos de la historia de la música.

Pero hubo épocas para todos los gustos, porque si a los old school no les agradaba This I Love y Catcher In The Rye, al toque se ponían al palo con You Could Be Mine, Sweet Child y November Rain. Ya había danzado Ferro al ritmo de Used To Love Her, pero la sorpresa de la noche llegó con Civil War, por la potencia intercalada entre gente-banda. Si Axl pensó en todas sus frustraciones lo canalizó perfecto para darle un tinte épico.

Las comparaciones innecesarias dirán que GNR no es nada sin Slash y que hay temas que suenen más blandos y lentos. Tal vez tengan razón, pero por en esas tres diminutas horas que duró el espéctaculo, habría que dejarse llevar, desde el primer acorde de Chinese Democracy, hasta el último de Paradise City, para disfrutar a pleno de las leyendas, y de una de las mejores actuaciones de Axl. Olvidarse que tiene sus kilos demás, cerrar los ojos durante el set y recordarlo como lo muestran las pantallas en el riff inicial de Paradise City. Con 31 años.