Por: Mariano Marquevich
¿Qué ocurriría si se diera cuenta que el pasado nunca ocurrió?
¿Se sentiría defraudado?
¿Pediría que le devuelvan el dinero? digo… ¿el pasado?Cliqueaste el articulo y seguramente ahora buscaras una explicación al título. Rastreas en las líneas escritas algún tipo de argumentación valida que reformule la absurda sentencia, que anestesie el ribete delirante, o al menos, haya un giro de interpretación que le otorgue un valor metafórico. Pero no lo encontrás.
Nunca hubo un pasado.
Si se está empezando a impacientar, le recomendaría entonces no repetir el titulo en voz alta. Por nada del mundo envíe esta nota a ningún conocido. Sería aconsejable que espere hasta mañana para volver a abrir la página de Infobae, no vaya ser que se tiente… y sas. Su realidad cambie por completo. No vaya a ser que se sane, le prohíbo que se lo cuente a nadie…
Pero si algo de esto al menos le da intriga… siga un poquito más.
Es frecuente oír la frase “acepta tu pasado” obviamente que esto podría interpretarse de varias maneras y algunas de ellas pueden efectivamente generar alivio, pero muchas personas lo pueden entender como si se les estuviera diciendo: hacete amigo del tigre, no te va a morder. En tal caso, vale subrayar que perdonar no es aceptar el pasado, sino olvidar lo que ya no existe ni nunca existió. Es fuerte. Pero pensémoslo de esta manera. Hay distintos olvidos, desde el “me olvidé las llaves”, al “me olvidé los golpes que recibía en la infancia” no todos los olvidos son iguales ni responden a las mismas causas.
Es importante destacar que, en el caso de los olvidos de los eventos vivenciados como traumáticos, pueden haber una sutil, pero vital, diferencia: estos pueden ser olvidados debido a la negación o al perdón. Siendo el primer caso (olvido por negación), puede que en algún momento el excedente de afecto perturbador que la mente conserva (por un mecanismo de supervivencia a veces descalibrado) rebalse el dique de represión y haga aparecer indeseables síntomas -rápidamente identificables, o bien, encubiertos- que provienen del conflicto no elaborado pulsando por salir a la luz.
No estamos tratando de hacer apología de la negación. Por el contrario, en estos párrafos nos referimos al segundo tipo de olvido, estamos hablando de promover un olvido como consecuencia del perdón, un olvido santo por llamarlo de algún modo. Este olvido, no necesariamente implica un no recordar más el episodio traumático sino poner en funcionamiento una reformulación de la memoria que conlleve a vivir con más felicidad y plenitud.
A diferencia de lo que se suele pensar, el perdón profundo no ocurre como si se tratase de una actividad, como salir a correr. Ya que uno, lamentablemente no puede olvidar siguiendo el mismo mecanismo mediante el cual uno recuerda. Por lo tanto, el perdón, más allá de su enunciación (te perdono) y de su honesta intención (deseo perdonarte), se alcanza finalmente como una consecuencia indirecta de recordar correctamente: que eso no existe más, y allí el olvido santo surge pues no habría nada real que recordar.
Un buen método para aproximarnos a conseguir esto -que a primera vista parecería imposible- sería ejercer un uso responsable de la memoria. A pesar que hayan improntas, recuerdos, devaneos imaginarios que se nos aparezcan de modo espontáneo en nuestra conciencia, valdría preguntarnos para qué seguir hurgando en ellos, y en caso de decidir que sí, tener en claro cual es el objetivo que se persigue. Y así, apuntalando de sentido todo aquello que ingrese voluntaria o involuntariamente a nuestra mente, se irá desmantelando el automatismo. Esa mente que piensa de manera despiadada y sin que se lo pidamos reducirá sus dementes daños y dará lugar a una expansión de la conciencia.
Nuestra capacidad de traer al presente lo ya inexistente es un poder que requiere extrema delicadeza y habilidad. Uno habría de tener en claro para qué y con qué objetivo lo hace. No es algo de lo que creo se pueda estar a favor o en contra, sino saber que se debe hacer con responsabilidad y siempre ¡siempre! siguiendo un sentido.
Pero si no hubo un pasado ¡¿entonces qué hubo?! Podría, y con razón, reprochar.
En principio, valdría entender que lo único que hubo fue un delgado hilo de ínfimo presente. La realidad que amanecerá al comprender esto tan sencillo jamás podría compararse con nada. Nunca hubo un pasado. Solo hubo presentes, que ahora requieren de presente como condición para cobrar vida, en caso de alcanzarla, tampoco volverán iguales.
LLAVE MAESTRA
Sostenemos en cada mano un electroshock y, constantemente, decidimos sobre qué recuerdos vamos a apoyar las planchas de acero eléctrico. A qué cosas haremos revivir. Perdón, haremos vivir. Pues nunca hubo un pasado. ¡Archívese! Hasta la próxima.
Yo no hablo de venganzas ni de perdones;
el olvido es la única venganza y el único perdón.
Jorge Luis Borges (Fragmentos de un Evangelio apócrifo)
¿Te quedaste pensando y quisieras ampliar más el concepto? podes seguir profundizando cliqueando en estas dos notas: