El Inferno de los intelectuales

#LíneaMaginot

¿Ustedes le vieron la cara a Dante Alighieri? Bueno, yo me lo imagino con esa cara de odio, la frente fruncida, las comisuras para abajo, despotricando día y noche por lo que pasó con su obra, a la más famosa me refiero.
Y no lo digo por Dan Brown.
Si bien es cierto que este post se me ocurrió a partir de la salida de “Inferno”, la última novela del autor de “El Código Da Vinci”, no estoy aquí para criticar a un best-seller y demandarle lo que ni busca ni necesita.

Dante Alighieri escribió su obra cumbre exiliado en la ciudad de Ravena y la bautizó “Commedia”. Existe una hermosa copia hecha a mano por Giovanni Boccaccio, el de El Decamerón, que se puede ver acá  http://bit.ly/10ROB3o. Se dice que fue Boccaccio quien calificó a la comedia como “divina”. La cosa es que a partir del siglo XVI lo empezaron a imprimir así y de “Commedia” pasó a ser “Divina Commedia”. ¿Tendrías o no tendrías la cara de Dante?
La otra cuestión es el género. La Commedia es un poema dividido en tres partes: Infierno, Purgatorio, Paraíso, cada una compuesta por 33 cantos, más un canto inicial que sería el prólogo general de la obra. A su vez, las tres están fraccionadas en zonas: círculos, terrazas, cielos. El Infierno está dividido en círculos y algunos círculos en fracciones que pueden ser otros círculos o pozos. Un obsesivo el Dante. No me quiero imaginar si tuviera a tiro a quienes le cambiaron el título de la obra. En fin… Gracias a una suerte de pasaporte especial, Dante camina por toda esta estructura neurótica con la guía de Virgilio, poeta admirado por Alighieri pero que si conoce el averno como la palma de su mano es porque ha sido condenado al limbo por desconocer la fe cristiana como todos los nacidos A. C.

Así las cosas…
Buenito el señor Dante pero estricto: no hay amigo que valga.
El poema tampoco permaneció intacto. Con el tiempo, convertido en clásico de la literatura, la Divina Comedia empezó a ser traducida. En inglés dicen que la más bonita es la de Longfellow; en español hay varias. Una que todavía circula y se vende en librerías es la del conde de Cheste, una traducción que a Bartolomé Mitre le caía tan mal que hizo la suya propia. La lista de traducciones es larga y hay incluso alguna en versión narrada. Exacto, sin poema. Pero no nos apresuremos a juzgar… Calma.

En lo personal, considero que la única manera de leer un poema es en su idioma original. El resto son pavadas, inventos, otras creaciones a partir de una creación original. No descalifico la traducción y el esfuerzo de traducir poesía pero le encuentro escaso valor. Un poema tiene una música, un ritmo, un sentido que el poeta pensó en un idioma, una sílaba distinta y todo cambia. Si todas las palabras son distintas entonces ya es otro poema. En esto creo que Borges y yo pensamos lo mismo (?).

Borges leyó la Divina Comedia cuando, de camino a su trabajo en la Biblioteca Miguel Cané, se metió en una librería y dio con la edición bilingüe de Carlyle. En tranvía, yendo a trabajar, todos los días leía la versión en inglés y leía el original en toscano hasta que ya pudo leer directamente a Dante, sin intermediarios. Borges adoraba la Commedia y prologó una traducción narrada (Editorial Océano, no se consigue con facilidad porque es mexicana pero me dijeron en librería Cúspide que en Córdoba queda un ejemplar –había dos, me quedé con uno- y en Librería Santa Fe me avisaron que en un mes entran nuevos ejemplares).
A su vez, Dan Brown se ha tomado el trabajo de estudiar la obra de Dante. En las páginas de su thriller “Inferno” se hace referencia a diversas traducciones y estudios, se nombra a Borges, a Longfellow, a Allen Mandelbaum… No obstante, como corresponde a la tradición Brown, el plato principal son las artes plásticas. Acá http://munnerlyner.tripod.com/gallery.html hay buena parte de las obras de arte descriptas en “Inferno” (incluye la máscara de Dante).

Lo que me divierte de Dan Brown es que apela a la Divina Comedia pero no se la toma en serio. “Inferno” es la inspiración de una especie de científico loco cuyo objetivo es eliminar a gran parte de la humanidad. Para ello coloca una bomba biológica y deja una serie de pistas que Robert Langdon debe descifrar a las corridas mientras es perseguido por un misterioso ejército de elite privado. “Inferno” es básicamente una persecución mezcla con guía turística de ciudades y museos más una pizca de filosofía y biotecnología.

Me gustan las novelas de Dan Brown. Me gusta cómo están escritas. No digo que disfrute de su literatura. Digo: me parece genial la estructura Dan Brown. El tipo descubrió la forma de escribir para no-lectores. Quien escribe para los que no leen abre para sí la mayor parte del mercado porque, digámoslo de una vez por todas, son más los que no leen que quienes sí lo hacen. Brown trabaja capítulos muy cortos, al comenzar el siguiente, por medio del narrador o de un personaje, recapitula lo sucedido en las tres páginas previas; pone en juego a un villano tipo Batman que no sólo tiene planes dramáticos sino que planta indicios para que lo descubran; no deja enigmas sin resolver a largo plazo: enigma que aparece en un capítulo, enigma que se resuelve en el siguiente; los dos o tres twists de la historia (giros en el verdadero sentido de lo que se ha leído, las cosas no son lo que parecían, “I see dead people”) se anticipan una y otra vez, como para allanarle al lector la oportunidad de exclamar: “¡Lo sabía!”. Tanto es Dan Brown el escritor de los no-lectores que alguna vez en diálogo con la gente de Marketing de editorial Planeta, que es quien publica aquí en la Argentina sus libros, me señalaron que “El Código Da Vinci” había dejado de venderse en cuanto fue estrenada la película. A la inversa de los casos en que la versión cinematográfica genera un boom de ventas del libro, con Dan Brown sucede lo contrario: si está la película para qué leer seiscientas páginas.

Al periodismo cultural no le cae bien Dan Brown pero, vamos, el mundo de la cultura es un ecosistema donde el pez grande se come al más chico. A los papeles: Robert Langdon, el alter ego de Dan Brown, es autor de libros sobre simbología y escucha, en “Inferno”, la siguiente frase de su agente literario: “Aunque si estás pensando en escribir Cincuenta sombras de la iconografía podríamos hablarlo”. Dan Brown se come a E.L.James y su trilogía romántico-erótica, Umberto Eco se come a Dan Brown. El presidente de la Feria del Libro de Frankfurt se come a Umberto Eco y así…
A mí los que me molestan son los peces gordos que están convencidos de que pueden comerse a cualquiera y de que nadie se los puede comer a ellos. Me refiero a intelectuales y pseudo intelectuales de los medios.
En las épocas medievales de Dante se decía que una lectura podía realizarse en cuatro niveles: literal, moral, alegórico y anagógico.
Anagógica es la lectura que te eleva hacia Dios. Moral es la lectura con fines didácticos, para aprender dónde está el mal y dónde está el bien. Alegórica es la que utiliza representaciones: Beatriz es la fe, Virgilio la sabiduría… Literal es la literal y es la que más me entretiene.
Borges menosprecia a quienes hacen una lectura literal de “La Divina Comedia”.
No te tengo miedo, Borges.
La lectura literal es perfectamente válida: Dante fue un exiliado político, en su poema usó nombres de personas reales y mandó al infierno a sus enemigos. Zultano por hipócrita, Mengano por tramposo, Fulano por político corrupto, y la lista sigue. La libretita negra de Dante es enorme. En mi barrio dirían que le pegó a Dios y a María Santísima. Eso, en mi barrio. En el de Dante no porque Dante era ultracatólico. Tan católico que en el Séptimo Círculo del Infierno, el de los Violentos metió a los asesinos, a los suicidas, a los sodomitas y a unos cuantos más. Con nombre y apellido. Desde el vamos, entre los homosexuales mete al que fue su maestro “seor Brunetto Latino” y no para. Para mí es como si dijera: “Este, puto. Este otro, también. Aquél, más puto todavía”. Es un programa de chimentos.
No comparto la moral dantesca. No comparto que los gays, los suicidas, los voluptuosos, los gordos, los avaros, los derrochadores, los agnósticos, los adivinos… deban ir al Infierno si es que tal cosa existe. Y lo cierto es que me tiro al piso de la risa cada vez que algún intelectual usa la Divina Comedia como cita de autoridad para definir cuestiones morales porque para mí es sencillamente una animalada. Pero, claro está, en el país de los ciegos, el tuerto es rey.
Borges amaba a Dante y si descartaba la lectura literal era por devoción al arte poético de la Commedia. Hace trampa Borges pero lo prefiero una y mil veces porque lo suyo es amor, es goce estético, no es pretensión.
Me quedo con Borges. Me quedo con Dan Brown. Los intelectuales de la lectura moral pueden solicitar alojamiento en el Octavo Círculo, zona Malebolge, Décima Fosa.

Les mando un abrazo.

PD: Jorge Luis Borges en Siete noches http://www.youtube.com/watch?v=iotKgyZgnx4