Por: Miriam Molero
Le han hecho fama de “la mala de la película”. Tomo conciencia de esto, de que tenia instalada en mi mente esa imagen negativa de ella, cuando me deja de una pieza que sea una mujer divertida, pícara, sociable, charleta. Hablo de María Kodama. Por estos caprichos de la vida, siendo ambas argentinas vine a conocerla en el Festival de Biarritz. Charlamos más de una vez y así como descubrí que la Kodama no es lo que nos quieren hacer creer, también me di cuenta de que hablar con ella implica luchar contra sus caballitos de batalla, esas frases o anécdotas que ya tiene dichas mil veces y a las que te lleva seductoramente. Hubo charlas que no voy a contar y también hubo este reportaje en el que perdí muchas batallas y gané alguna que otra. Hoy les dejo estos highlights para que, a través de estas preguntas y estas respuestas, ustedes puedan conocer a la María Kodama que conocí yo entre obras de arte, películas, cocktails y el mar de la hermosa ciudad de Biarritz.
Primero, una advertencia. De su vida personal dice María Kodama que la cuenta hasta los cinco años.
Segundo, un dato. Del legado de Borges y qué sucederá a su muerte, dice María Kodama que “es un secreto pero ya está todo organizado”.
Tercero. María Kodama es tan macanuda y habla tan en porteño que no te queda otra opción que tutearla.
Ni tan locos ni tan de otro planeta.
-Vi publicado más de una vez que decís que Borges y vos eran como de otro planeta y que hacían cosas muy locas. ¿Locas como qué?
-Subir en globo.
-Bueno, es excéntrico pero mucha gente lo hace. No hay que estar loco para subir a un globo.
-Pero sí para alguien que no ve. Las cosas normales para una pareja normal son cosas extraterrestres para una pareja extraterrestre. No es lo mismo hacer las cosas para una persona que tiene un impedimento. Por eso él conmigo decía que alcanzó la felicidad. Si me hubiera dicho que quería viajar en submarino, nos íbamos en submarino.
-¿A vos no se te ocurría hacer cosas raras?
-En general a mí me divertía lo que a él le divertía así que yo lo seguía.
-Bueno, a vos te gusta bailar pero… Ahora en el festival de Biarritz no vas a poder porque estás con el pie operado (por un accidente que había tenido un mes antes caminando en la calle).
-De chica aprendí bailes clásicos, tenía muchas condiciones pero mi padre pseudodemocrático dejó que yo eligiera y elegí estudiar.
Mirita le recomienda a Kodama un libro. Kodama contraataca.
Le recomiendo a María Kodama que lea “Distancia de rescate”, de Samantha Schweblin. Me dice que no lee literatura actual pero que le interesa, además de por todas las maravillas que digo de ese libro, porque no es una novela sino una nouvelle. Entonces, Kodama contraataca.
-Tenés que leer ”Prosa del Observatorio”, de Julio Cortázar. Es un cuento largo, es una nouvelle. Es fantástico desde el punto de vista de la construcción. Hace una mezcla entre el mar de los Sargazos y el Observatorio de Jaipur. Uno no entiende a dónde va a ir a parar el cuento, cómo va a unir esta historia, y sin darse uno cuenta de pronto él aparece y la historia sigue en un solo riel. Un amigo me regaló el libro con las fotos que Cortázar tomó en el Observatorio de Jaipur, era la primera edición.
Kodama y los libros para leer en la bañera.
-Recomiendo leer todas las tragedias griegas. Yo las leo todas las noches.
-¿En serio?
-Sí, en serio
-¿Te las sabés de memoria?
-No, no, ojalá. Tomo baños de inmersión y las leo. Mientras tomo mis baños de inmersión para relajarme antes de dormir.
-¿Lees textos completos o cómo hacés? ¿Por dónde empezás?
-Suertes virgilianas, como decía Borges. Al azar abro y donde cae leo. A veces leo una parte, a veces leo todo.
-Bueno, pero eso podés hacerlo porque las leíste completas entonces no importa dónde caes, sabés de qué se trata. Pero en el caso de un lector que no las leyó, ¿por dónde le sugerís que comience?
-Depende de cada persona, cada uno tiene sus preferencias. Una de mis preferidas y que incluso estoy haciendo un cuento sobre esa tragedia que se llama igual que la tragedia, es “Medea”.
Kodama y tercera recomendación (endogámica).
-La poesía de Alberto Girri. Porque es fantástica. Él es de la generación siguiente de Borges. Todos estaban con la estupidez esa de que hay que matar al padre, al maestro; y él no, él hizo su camino maravilloso. Una persona de una inteligencia extraordinaria. Su poesía se parece un poco a la de John Donne.
María Kodama. “Borges quería hacer el prólogo y yo no quería que lo hiciera”.
-Así que estás escribiendo cuentos… ¿Cómo trabajás?
-Yo escribo cuentos, sí. Los pienso en los aviones o cuando estoy caminando. Después me siento, los escribo y no los vuelvo a leer.
-¿Cuántos tenés escritos?
-Como para tres libros de cuentos.
-¿Y qué hacés con esos cuentos después? ¿Cuál es el plan?
-No hay ningún plan. A veces son cosas que salen al azar. En su momento yo no los publiqué porque Borges quería hacer el prólogo y yo no quería que lo hiciera. Nos peleábamos mucho por este tema. Era como una ofensa si los publicaba sin el prólogo. Alberto Girri quería hacerlo: ¡peor todavía que el prólogo lo hiciera otro!
-¿Por qué no queŕias que él lo prologase?
-Porque no me gustan las coronitas. No me gustan las cosas inmerecidas. Después mi vida fue un caos. Para publicar tenés que estar en calma. Supongo que cuando haga el duelo por Borges los voy a publicar.
-Pero hace más de veinte años que no está Borges…
-Pero yo no pude hacer el duelo porque para hacer un duelo uno tiene que estar en carne viva y si yo lo hacía me iban a destrozar. Vos viste lo que me atacaron y cómo fue el periodismo conmigo. Así que puse un blindex acá, otro acá (señala a izquierda y a derecha), y seguí para adelante.
-¿Y cuánto te falta para hacer el duelo o para terminarlo? ¿Puede ser el año que viene, en cinco años?
-No sé, tal vez es empezarlo. Depende de lo que yo sienta.
-¿Con quién o dónde publicarías en la Argentina?
-Donde me aconsejara mi agente.
Literatura con los amigos muertos, fiesta con los marginales.
-¿Alguien leyó los cuentos que fuiste escribiendo (los no publicados, pregunto)?
-Mis amigos son mis lectores. Borges era mi escucha. Ana María Barrenechea, Alberto Girri, Enrique Pezzoni, leyeron mis cuentos.
-(Noto que las personas que ella nombra están muertas) ¿Y el último quién lo leyó?
-El último lo estoy escribiendo.
-¿Y el anterior?
-Mis amigos, mis amigos.
-¿Pero tus amigos quiénes? ¿Con los que me comentabas ayer que vas al cine?
-Mis amigos que tienen buen gusto literario. No mis amigos marginales con los que pasé Año Nuevo en el Pasaje Barolo.
-¿Por qué les decís “los marginales”?
-Porque somos marginales, somos distintos. No somos personas atadas a una serie de convenciones, personas que están al margen de lo que es políticamente correcto. Hicimos como un buffet froid, un delirio, pero lo pasamos bomba.
María Kodama y la máquina de escribir invisible.
-¿Y los que leen tus cuentos, no te dicen “Tenés que corregir esto o aquello”? Pregunto porque como decís que no relees tus textos y no corregís…
-Porque los tengo hechos en cientos de borradores durante mis viajes. Pero la cuestión es mental. Yo lo escribo, los reescribo, los corrijo en mi mente antes de escribirlos. Cuando ya te sentás a escribir y recordás que tal palabra no, entonces no necesitás escribir el borrador.
-El borrador está en tu mente y cuando escribís ese borrador está corregido. Vos decís que ese proceso que otro puede hacer sobre el papel, vos lo hacés en tu mente.
-Sí, en mi cabeza. Sobre todo en los aviones que es la paz. No hay nada que te perturbe.
“Mirá, Maria, no es porque te tenga adelante porque ya lo pienso de antes (Léase http://blogs.infobae.com/linea-maginot/2013/05/24/los-desheredados/). No veo por qué los derechos de autor caducan y no entiendo por qué la gente cree que está bien no pedir permiso”.
-¿Por qué crees que no te piden permiso cuando quieren usar algo del material de Borges?
-Es una especie de falta de respeto por ellos mismos. El que no respeta al otro no se respeta a sí mismo. Esa gente que no respeta un derecho son pobres personas a las que hay que tratar de enseñarles el respeto por sí mismas y por los otros.
-¿Has otorgado permisos?
-Hay gente que solicita permiso, que hace pedidos normales y uno le dice que sí. No me acuerdo ninguno en particular porque más que en mis manos está en manos de quienes se encargan de esto.
-Tal vez recordabas algún ejemplo en particular. De todos modos, tampoco el hecho de pedir permiso implica un sí seguro. También se puede responder que no.
-Claro. Yo no me acuerdo de todos los casos porque son muchísimos pero estoy para cuidar que la obra de Borges se difunda correctamente y que no se desperdicie o que no se use para cualquier cosa. Tengo una responsabilidad. No puedo permitir, no sé, que de pronto un texto de Borges aparezca en una película pornográfica.
-Si es para algo cantado, tampoco.
-No, cantado no. Excepto que sean poemas pensados como un tango o una milonga. Esto mismo lo decía Borges. En ese caso sí, porque los escribió pensando en eso. Así como a un soneto no se le puede cambiar su propia métrica y música, que le cambien el ritmo del poema o lo prolonguen. Kovadoloff, por ejemplo, recita poemas de Borges con música de fondo. Pero recita. Lo hizo varias veces, me pidió permiso.
-¡Ahi hay uno al que le diste permiso!
-Sí, ja. Me acordé hablando de la música. Uno hablando se acuerda de las cosas.
Instrucciones para pedir permiso.
El trámite se hace a través del agente literario pero en verdad pueden acercarse a la Fundación Jorge Luis Borges donde le indicarán el proceso que incluye, obviamente, enviar los detalles del proyecto. Dice Kodama: “es un trámite que tampoco es escalar el Everest”.
Por último, una cita. Si esto no era amor, no sé.
Del libro “Los Conjurados”.
Escribir un poema es ensayar una magia menor. El instrumento de esa magia, el lenguaje, es asaz misterioso. Nada sabemos de su origen. Sólo sabemos que se ramifica en idiomas y que cada uno de ellos consta de un indefinido y cambiante vocabulario y de una cifra indefinida de posibilidades sintácticas. Con esos inasibles elementos he formado este libro. (En el poema, la cadencia y el ambiente de una palabra pueden pesar más que el sentido.)
De usted es este libro, María Kodama. ¿Será preciso que le diga que esta inscripción comprende los crepúsculos, los ciervos de Nara, la noche que está sola y las populosas mañanas, las islas compartidas, los mares, los desiertos y los jardines, lo que pierde el olvido y lo que la memoria transforma, la alta voz del muecín, la muerte de Hawkwood, los libros y las láminas?
Sólo podemos dar lo que ya hemos dado. Sólo podemos dar lo que ya es del otro. En este libro están las cosas que siempre fueron suyas. ¡Qué misterio es una dedicatoria, una entrega de símbolos!
Jorge Luis Borges