Por: Mariela Blanco
“Alguna vez se te ha ocurrido que Dios te dio una individualidad? Quizás no, pero El realmente lo hizo: Te proporcionó una personalidad exclusivamente tuya; un tesoro para ser conservado únicamente para ti mismo. Te dio una vida que tú, y sólo tú, puedes y debes conducir. Te dio un trabajo que hacer que tú, y sólo tú, puedes hacer. Te ubicó en este mundo como un Ser divino, como un hijo de él mismo, para aprender a ser perfecto, para obtener todo el conocimiento posible, para crecer en la bondad y en amabilidad, y para ayudar a los demás”
(Edward Bach)
Como terapeutas y curadores, es nuestra tarea reconectar a la persona con su individualidad, es decir, con aquello que la hace única e irrepetible. Muchas veces, por la cosmovisión vigente, por la educación recibida o el modelo sociocultural que nos rodea, nos limitamos y vemos solo una parte nuestra que es aquella que responde a esos modelos y que, por supuesto, nada tiene que ver con nuestra Alma.
Resulta, urgente que todos nos reconozcamos como portadores de dones que embellecen y mejoran el mundo y que por eso estamos aquí con ellos en el corazón y en nuestras manos. Para transformar con respeto y mejorar lo que se nos ha dado. Estamos aquí para hacer del mundo, un espacio un poquito mejor, un poquito más bello.
Es tarea del curador, además, posicionar al consultante o paciente siempre en el tiempo presente con miras hacia adelante. Solo podemos transformarnos AHORA, solo podemos curarnos HOY. Y como el mismo Dr. Bach afirmaba: Una meta salva la vida de un hombre.
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