Duff McKagan: otro de los que volvió de la muerte

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Hoy se pasea en el Salón de la Fama del Rock and Roll gracias a todo su talento demostrado en Guns and Roses durante casi diez años entre los ’80 y ’90. Fue parte de la banda más peligrosa de todas y como consecuencia de ello, su integridad física estuvo al límite en diversas oportunidades. Así como le ocurrió a Nikki Sixx a los 29 años (y fue explicado en este espacio), a Duff le pasó a los 30; se codeó con la muerte. En 1994, le estalló el páncreas:

Para mediados de los ’90, los Guns and Roses comenzaban a dejar de ser. La relación entre Axl Rose y sus compañeros no tenía retorno, lo último que “grabaron juntos” (no llegaron a juntarse casi nunca en el estudio de grabación) fue la canción de The Rolling Stones, Sympathy for the devil, para la película Entrevista con el Vampiro en el mes de diciembre de 1994. Según el propio Duff, para esa época, él bebía “4,5 litros de vodka por día” producto de un patológico síndrome de pánico que nunca antes pudo ser tratado por culpa del masivo éxito de la banda. Jamás le echó las responsabilidades al rock y a los excesos, sino a ese inconveniente fisiológico personal.

“It’s so easy (and other lies)”, la autobiografía publicada por Duff en 2011

Exactamente en mayo de 1994, el bajista sufrió una sobredosis de alcohol que derivó en una pancreatitis aguda. La historia está perfectamente descrita en su autobiografía “It’s so easy (and other lies)”, donde grafica con minuciosidad el día que estuvo golpeando las puertas del cielo. El 10º día de ese mes terminó en Northwest Hospital and Medical Center de su ciudad natal, la Seattle grunge, su páncreas se convirtió en una pelota de fútbol americano y por la hinchazón etílica terminó por reventarse. El relato de su encuentro con la parca es cuasi tétrico, cercano al de sus amigos Slash y la inyección de adrenalina o Mr Sixx en el ’87. Cuenta que se despertó con dolores tan fuertes en el estómago que no tenía fuerzas para llamar a emergencias, sentía como si estuvieran girándole “un cuchillo en las entrañas”. Su mejor amigo de la infancia Andy fue quien lo encontró, lo llevó con un médico y le inyectaron Demorol (nombre comercial de la petidina, narcótico utilizado para calmar dolores). Allí fue salvado pero le aseguraron que lo único que hicieron fue ponerle unos parches a su vida, con tan sólo 30 años Duff sabía que si volvía a beber una gota de alcohol, esta vez no la contaría. El músico, por el contrario, se encontraba cada vez más insano, pidiéndole a los doctores que lo dejaran morir. El propio músico asegura: “Mi páncreas se había hinchado tanto hasta llegar al tamaño de un balón de football, había explotado por tanto alcohol. Los especialistas me explicaron que tenían que quitarme una parte del páncreas y después tendría que hacerme diálisis por el resto de mi vida”.

McKagan, hoy: Empresario, columnista, escritor y músico

Tal como le ocurrió a decenas de artistas, Michael Andrew llegó al sótano de su salud mental y física, entendió qué era lo que le sucedía, lo corrigió y el efecto rebote que generó fue similar al de Nikki Sixx. De pasar a aprender arpa se convirtió en una persona totalmente sobria, dedicada al mundo de los negocios con una mentalidad más allá que la de un músico. Ni bien se le diagnosticó su problema (adicción a las drogas y alcohol, nada menos) comenzó una amplia rehabilitación con algunos detalles: práctica de ciclismo de montaña, consumo de agua por primera vez en su vida y la importantísima decisión de ir a Asia a internarse a practicar Muay Thai. Se limpió, mejoró considerablemente su fisonomía, dejó de beber alcohol, nunca más tomó drogas y encima aprendió artes marciales. Pavada de recuperación, ¿no? Con los años, Duff probó de todo, sus bandas punk como solista, ayudó en composiciones para su amigo Slash, columnas de opinión en ESPN, Playboy, Seattle Weekly, estudió Economía en la Universidad de Seattle y fundó la empresa Meridian Rock dedicada a administración de bienes y a ayudar a músicos de rock con problemas financieros (¡marketing en estado puro!).

Como muchos otros, Duff vivió un infierno en un oasis paradisíaco para luego llegar al cielo, el precio fue muy caro, claro está.