“Parsifal” en el Met de Nueva York

#Ópera

En la continuidad de su actual temporada lírica y en el marco del bicentenario del nacimiento de Richard Wagner, el Metropolitan de Nueva York presentó “Parsifal”, última ópera del músico alemán. Una presentación que, basada en una estricta y sensible dirección musical del maestro Daniele Gatti y grandes interpretaciones vocales de Jonas Kaufmann y René Pape, nos entrega una visión ajustada de la maratónica y extraterrenal música de Wagner.

La concepción escénica de François Girard es de corte actual, post-apocalíptica y para entender los pasajes de la misma debemos adentrarnos en la mente del director de cine y guionista canadiense, que ya de por sí para este “Parsifal” es muy poco amplia. Girard deja librado al azar muchos detalles que tienen vida por sí mismos pero nada tienen que ver con la obra de Wagner. Aunque cae recurrentemente en lugares comunes y en el abuso de recursos audiovisuales innecesarios, es destacable su visión del segundo acto situado en los jardines del castillo de Klingsor, no por rigurosidad histórica sino por excelencia visual y teatralidad pura.

Acostumbrado a asistir a cada presentación lírica que se encuentre dentro de mis posibilidades y reconociéndome como un fanático de esta música maravillosa es que debo decir que, de un tiempo a esta parte, focalizo mi atención crítica en la música y en la interpretación de la obra a la que asisto y la escena consecuentemente queda en un plano secundario. Es decir, pueden presentar “Rigoletto” de Giuseppe Verdi en un ambiente de Las Vegas de 1960, que si la interpretación de la música es Buena, las incongruencias del texto y la acción no me preocupan en absoluto. Desde que la ópera existe, la tiránica visión de los directores de escena es la que manda. Ellos toman la música como un campo fértil en donde plantar y ver crecer sus propias interpretaciones sepultando en forma terminante los designios del propio compositor. En los últimos tiempos los “régies” han traspasado barreras inquebrantables en el diseño estético y textual de las obras. ¿Será por ésto que a modo de defensa personal dejé de lado la atención a la puesta escénica para depositarla en lo estrictamente musical? No es gratuita la responsabilidad de una iniciativa que busca dar valor a los creadores – el público ovaciona, aplaude o abuchea a los intérpretes – pero nunca se brinda un espacio de reconocimiento al compositor. “Propongo que a telón cerrado, al finalizar la obra, se proclame un aplauso para el compositor correspondiente mediante altoparlantes o simplemente mostrando una imagen del mismo para luego sí permitir el saludo y la valoración artística por parte de los presentes hacia los intérpretes. Esto puede realizarse también para conciertos y ballet. La propuesta solo busca el reconocimiento público hacia  los grandes maestros que hoy no se encuentran entre nosotros, es simplemente generar un momento íntimo y de agradecimiento”.

Siempre es importante dejar en claro desde dónde uno escribe u opine, una vez hecho ésto, a continuación expondré mis sensaciones sobre “Parsifal” de Richard Wagner. El maestro alemán es un compositor único, en su música es imposible encontrar referencias externas ya que “Wagner solo se parece a Wagner” y esta es una definición extrema que no deja lugar a la duda. Su obra es sinónimo de un intenso sentimiento que invade tormentosamente el alma, cada ópera de Wagner es un virtuoso recorrido psicológico que siempre nos deja con ansias de poder adentrarnos más en los profundos caminos que paralelamente lo rodean. “Disfrutar de una obra de Wagner es como gozar del Monte Everest con solo observarlo desde su base y a sabiendas de que caminarlo, escalarlo y llegar a su cima aumentaría ese goce; pero claro, solo unos elegidos pueden realizar tamaña tarea. Wagner no es para cualquiera”.

“Parsifal” es la última ópera de Richard Wagner, su composición comenzó en febrero de 1877 y finalizó el 13 de enero de 1882. Se estrenó en el marco del segundo Festival de Bayreuth el 26 de julio de ese año. El maestro dejó escrito en su testamento que esta obra solo debía presentarse en su teatro, esta voluntad fue válida por ley durante 30 años quedando liberada en 1913. A partir de ese momento ésta tuvo un raid mundial digno de destacar, los teatros líricos se peleaban por realizar la primera representación de “Parsifal” fuera de Bayreuth, esta situación la convirtió inmediatamente en un éxito de taquilla. Ahora el mundo podía ver y escuchar la última obra de Wagner. El 27 de agosto de 1920 esta ópera escribió un capítulo en los libros de la historia argentina, esa noche, el Teatro Coliseo de Buenos Aires presentó en sus tablas “Parsifal” y Enrique Susini, César Guerrico, Luís Romero Carranza y Miguel Mujica (conocidos como “Los locos de la azotea”) emitieron desde el techo del teatro la primera transmisión radial de nuestro país marcando un hito en la historia de la radiofonía mundial. “Señoras y señores: la sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, Parsifal, con la actuación del tenor Maestri, la soprano argentina Sara César, todos bajo la dirección de Félix Von Weingarten, secundado por el coro y orquesta del teatro Constanzi de Roma” dijo por aquel entonces Enrique Telémaco Susini.

“Parsifal”, como bien dijo el presentador, es una celebración sagrada con múltiples simbolismos que dan lugar a diversas interpretaciones, el oyente común ve en la obra una representación absoluta de la fe Cristiana, pero quienes intentan ir más allá pueden encontrar doctrinas secretas que exceden la religión católica, el ocultismo y la comparación de la figura de Cristo con la del “tonto puro” que representa Parsifal. El salvador de la humanidad en este caso no muere en la cruz, es como un profeta que regresa triunfal de un camino equívoco y se convierte en sabio solo por compasión. Deberíamos utilizar varias líneas más para detallar las infinitas interpretaciones a las que nos puede llevar esta opera que, como toda obra de Wagner su carácter psicológico exige amplitud de pensamiento y análisis y es ahí donde los caminos se bifurcan en un sinfín de posibilidades que hasta pueden hacernos retroceder en propias observaciones.

“Parsifal” en el Metropolitan de Nueva York devuelve una imagen certera del momento lúcido por el que pasa el tenor alemán Jonas Kaufmann. Su potente voz, de linaje dramatico, lo ubica entre los principales cantantes wagnerianos de nuestro tiempo. Brillante actuación para un papel principal que en el total de la obra es breve pero no por eso fácil. Kaufmann lleva adelante una actuación correcta y sin fisuras, digna del rol que representa ya que él es un elegido, un iluminado y un Salvador; un héroe que canta como tal, su emisión es segura sin dejar de llegar a momentos de extrema sensibilidad. En sintonía con la actuación de Kaufmann encontramos al reconocido bajo alemán René Pape, quien es  considerado uno de los más completos exponentes de su registro. Pape, a quien admiro por su capacidad de interpretación y su voz de exquisita y personal tonalidad, lleva adelante de manera magistral el exigente, por su extensión, papel de Gurnemanz. Él realiza un trabajo de excelencia en esta puesta del Met basado en dos aspectos fundamentales: el dramático y el vocal. La mezzosoprano Katarina Dalayman, una de las cantantes wagnerianas más requeridas de la actualidad, realizó una correcta  interpretación de Kundry logrando laboriosos recursos vocales en el segundo acto. El barítono sueco Peter Mattei cumplió en gran forma con su Amfortas y recibió una importante ovación al finalizar la obra. Klingsor fue representado por el bajo ruso Evgeny Nikitin, quien logró una actuación impactante y de gran expresividad vocal. Aunque su voz no es lo suficientemente potente, le permite recorrer sin problemas las líneas de su registro. Con respect a la música, una excelente versión de Richard Wagner nos entregó el Met con esta puesta de “Parsifal”. El director de orquesta Daniele Gatti creó matices de profunda sensibilidad, pasajes de estricto apego a la partitura y momentos de extensa musicalidad. Grandes interpretaciones de reconocidos cantantes líricos y un coro que a pesar de sus breves intervenciones supo sonar oscuro en las notas bajas y lo suficientemente solemne en el final de la obra.

Hasta aquí la música, por lo demás nos encontramos con demasiada sangre en escena, hombres de traje que se despojan de sus posesiones terrenales y juegan a ser los caballeros del Santo Grial, un Parsifal vestido como personal de maestranza, camisas blancas como símbolo de la pureza humana, tierras áridas y secas que representan un escenario post apocalíptico y un fondo de planetas e imágenes irreconocibles. El régie sin duda toma aquí literalmente o mejor dicho equivocadamente las palabras de Gurnemanz cuando dice “Aquí el tiempo se convierte en espacio”. ¿El espacio exterior? En el tercer acto Parsifal, Gurnemanz y Kundry aparentaban caminar por la luna. Quizá la escena más lograda y digna de destacar es la que representa con más precisión la puesta en escena de François Girard cuando en el segundo acto aparece multiplicada Kayako Saeki. Así de oscura y tenebrosa fue la visión de Girard. ¿No saben quién es Kayako Saeki? ¡Averígüenlo! Igual no es relevante, la música de Richard Wagner bien interpretada puede contra toda adversidad escénica.

Alejandro César Villarreal

 

Preludio de “Parsifal” de Richard Wagner – Orquesta Filarmónica de Viena – Sir Georg Solti