Richard Wagner es uno de los compositores que despierta mayores polémicas y controversias musicales, sociales y políticas. Su vida tuvo como “leitmotiv” la polémica, estuvo llena del más alto dramatismo y es una de las más ricas en acontecimientos de la historia de la música. Wilhelm Richard Wagner, nacido en Leipzig el 22 de mayo de 1813, vaciló en su juventud entre la literatura y la música. Su obra representa una unión de ambas artes, posiblemente la más perfecta de música y palabra que se conoce.
Wagner recibió de manera temprana las influencias artísticas de su familia pero su inclinación hacia la música no despertó hasta conocer las obras de Carl Maria von Weber y Ludvig van Beethoven. A los 16 años descubrió el arte al que dedicaría toda su vida tras asistir a una representación de la ópera “Fidelio”, la actuación de Wilhelmine Schröder-Devrient en el papel de Leonora impactó de tal manera al joven Richard que esa misma noche le escribió una carta felicitándola y profetizando su propia carrera de compositor, la mencionada soprano dramática se convirtió en su ideal de la fusión de teatro y música en la ópera.
Sus estudios musicales comprendían el piano y el violín pero por otro lado Wagner se interesaba por la literatura clásica descubriendo en la ópera el punto exacto que une sus vertientes artísticas. Existe en la ópera un “Nivel Wagner” que representa una cima de creatividad y originalidad difícil de alcanzar, sus composiciones se caracterizan por sus complejas texturas, introdujo nuevas ideas en armonía e impuso el uso elaborado de “leitmotivs”. Wagner evolucionó con su obra hacia el drama musical, donde las escenas se encadenan sin distinción entre aria y recitativo. Su “Tristán e Isolda” representa el inicio de la música moderna, con ésta obra exploró los límites del sistema tonal tradicional señalando el camino hacia la atonalidad en el siglo XX. A 200 años del nacimiento del genial compositor mi homenaje se hace presente con un escrito de unos meses atrás y que descubre mis más profundos sentimientos hacia el creador a través de su obra cumbre: “Tristán e Isolda”, uno de los pilares de la historia de la música.
“Este Tristán va a ser terrible”… pensaba Richard Wagner mientras componía su ópera “Tristán e Isolda”. En ella el maestro nos dice a manera de sentencia que el amor más profundo e infinito derriba todas las barreras incluidas las del alma, por él despierta el ser humano cada día y solo por él muere en la desdicha de lo inquebrantable. De esto se trata vivir, incluso el último suspiro puede ser producido por amor. Isolda muere ante la ida eterna de Tristán, se deja caer ante el cadáver de su amado y su alma abandona el mundo en una sobrenatural “muerte por amor”. En una afrenta a las cárceles terrenales del alma los amantes buscan la muerte como única forma de permanecer unidos eternamente.
“Tristán e Isolda” es un drama psicológico nacido de un hombre que supo explorar los vaivenes del alma y vivirlos en carne propia. ¿Cómo expresar con música lo inexpresable? Richard Wagner supo revisar las profundidades del ser y las plasmó en una música sublime, con ella se alejo de toda su obra y de todas las creaciones anteriores de distintos compositores. “Tristán e Isolda” es musicalmente una obra fuera de catálogo, modulaciones intensas e ininterrumpidas se funden con armonías equivocas en un ir y venir de temas que se suceden como olas. Para Wagner no solo significó la creación de melodías sino la de un dilema psicológico y dramático. En sus propias palabras el autor define su obra como “Un amor llevado por la ola del insaciable deseo a través de esperanzas, lamentos y gozos, placeres y sufrimientos para llegar a un impulso irresistible al dolor delirante y hallar la brecha por donde el corazón se desborda en el océano de las sublimes delicias del amor”.
Tres actos que Wagner ubica en el mar bravío que une Irlanda con Cornualles, en el bosque del castillo del rey Marke y a orillas del océano, en el hogar abandonado de Tristán en Bretaña. En el mar Tristán e Isolda se juran amor eterno, lo viven frenéticamente en la clandestinidad terrenal de Cornualles y lo eternizan en las costas de Bretaña. Originales genialidades musicales de Wagner que logran su punto máximo de expresión en el uso de los motivos conductores (leitmotivs); el compositor los une, los separa, los combina y enfrenta. Un artesano de los más profundos sentidos del alma puede llevar adelante la epopeya de crear amor en música y Wagner lo hace, pasión humana hecha melodía. “Tristán e Isolda” es la ópera más sensual y emotiva que se haya creado, conmueve a quien la escuche y le transmite el sentimiento y la nostalgia de los amantes. Tan sencillo como imposible resulta representar el anhelo de un amor imposible en música. Wagner no le escribe al amor sino al sueño de ese amor.
¿Por qué el amor de Tristán e Isolda es imposible? Porque Isolda es la prometida del rey Marke, la princesa es conducida en el barco de Tristán hacía Cornualles donde va a ser desposada, allí son sorprendidos por el rey y su caballero Melot, la espada de este hiere de muerte a Tristán quién pide a Isolda que lo siga al reino de la noche. Ella está decidida a seguirlo adonde vaya. Casi muerto Tristán yace en su castillo en Bretaña, solo se mantiene con vida para dar su último suspiro en brazos de su amada. Llega Isolda y ante la incapacidad de revivir a Tristán cae dulcemente para morir sobre el cuerpo de su amante. De historias similares nacieron la mayoría de los dramas líricos, en este caso Wagner se basa en la leyenda de Tristán un héroe de Cornualles y caballero de la Mesa Redonda que traiciona a su señor el rey Marke al enamorarse de Isolda. Él es el encargado de trasladar a la princesa irlandesa para que ésta se desposase con el rey pero tras beber por accidente un filtro amoroso, ambos se enamoran y Tristán traiciona a su rey al no poder resistirse a la pasión del amor. Wagner da con esta ópera un giro importante en la historia de la música y también crea un libreto de dimensiones poéticas de inmenso valor haciendo propia una historia que tiene punto de partida en el romance de Godofredo de Estrasburgo. Ya la historia de “Tristán e Isolda” le corresponde a él, crea un cumulo de genialidades que en forma definitiva se apropian de la leyenda. A esta altura Wagner ya no solo es un músico brillante, su genio poético vive a la par. Él es el único maestro que unió la composición con la poesía de manera perfecta, porque partitura y libreto nacían en su ser.
Richard Wagner compone “Tristán e Isolda” entre los años 1854 y 1859, el estreno tuvo lugar el 10 de junio de 1865. Los primeros bocetos de la ópera nacen cuando contaba con 41 años de vida, se encontraba exiliado en Munich y allí leyó la obra de Godofredo de Estrasburgo. Wagner escribe una carta al compositor húngaro Franz Liszt expresándole sus ideas sobre una nueva ópera que tiene en mente “Como nunca he gozado el perfecto amor, deseo erigir un monumento al más bello de los sueños, en el cual desde el principio al fin puede el amor saciarse. Tengo en mente un Tristán, concepción sencillísima y opulenta a la vez”. En el verano de 1857 Wagner y su esposa Minna se encuentran viviendo en casa del banquero Otto Wesendonck y Mathilde su joven mujer, allí finaliza el libreto de su “Tristán” mientras trabaja a la vez en “El Anillo del Nibelungo” pero se enamora de Mathilde comenzando un apasionado romance, deja la tetralogía de lado y dirige toda su atención a escribir intensamente las primeras notas de “Tristán e Isolda”. Se complica todo, Minna descubre una carta de Wagner a Mathilde y genera un escándalo de proporciones. Wagner una vez más se encuentra escapando, ya en Venecia trabaja en el segundo acto y finaliza esta ópera en Lucerna. Su relación con Mathilde acaba en agosto de 1858 pero continuarán intercambiando cartas de carácter íntimo. El 9 de marzo de 1859 al terminar el segundo acto escribe a Mathilde “¡Querida! ¡Este Tristán va a ser terrible! Temo que prohíban la ópera, salvo que sea parodiada por una mala representación. ¡Solo representaciones mediocres pueden salvarme! Las buenas pueden volver loca a la gente”. Ya en Lucerna escribe las últimas notas del tercer acto de esta gran composición que junto con la “Sinfonía N° 9” de Beethoven y “La consagración de la primavera” de Stravinsky representa uno de los tres pilares fundacionales en la historia de la música. “Tristán e Isolda” es una obra revolucionaria, en el momento de su creación se creía a la partitura “irrepresentable” ya que superaba la técnica de todas las orquestas de la época así como la de los cantantes. Los principales teatros la rechazaban, Wagner no podía estrenar su ópera más querida hasta que su mecenas y amigo el rey Luis II de Baviera (cuanta gratitud le debemos a este noble hombre los amantes de la música wagneriana) una vez más salió a respaldar a Wagner y ordenó el estreno de “Tristán e Isolda” finalmente acaecido un glorioso 10 de junio de 1865.
Ya nada sería igual. “Tristán e Isolda” es un punto de referencia, significó el comienzo de una nueva manera de componer, es una obra maestra eterna que penetra profundamente en el alma y genera un éxtasis digno de vivir. Ojala todos puedan sentir las infinitas cualidades del amor que representa esta obra. No es una ópera para iniciados, como no lo es ninguna ópera de Wagner, pero todo aquel que quiera vivir los arrebatos, los sueños y los vaivenes del amor debe pensar en escuchar y volver siempre a “Tristán e Isolda”, un drama lírico y psicológico que encierra el más profundo y arraigado sentimiento del ser humano.
Solo un fragmento del dúo de Tristán e Isolda del segundo acto basta para entender lo hasta acá escrito “Por tu encanto suavemente rodeado, dulcemente derretido ante tus ojos… el corazón contra tu corazón, boca sobre boca alianza única de un solo aliento. Mí mirada se quiebra, cegada de placer, el mundo palidece con sus brillos… el que el día con engaño nos ilumina, el que nos opone su ilusión engañosa, yo mismo entonces soy el mundo; dicha la más sublime trama. Amor, la más sagrada vida”
Richard Wagner falleció el 13 de febrero de 1883 en Venecia, el traslado de sus restos fue comparable a la procesión fúnebre de un gran soberano. Las obras que lo eternizan son “Rienzi”, “El holandés errante”, “Tannhäuser”, “Lohengrin”, “El anillo del Nibelungo”, “Los maestros cantores de Nuremberg”, “Parsifal” y la largamente mencionada “Tristán e Isolda”.
El maestro alemán es un compositor único, en su música es imposible encontrar referencias externas ya que “Wagner solo se parece a Wagner” y esta es una definición extrema que no deja lugar a la duda. Su obra, el “Nivel Wagner”, es sinónimo de un intenso sentimiento que invade tormentosamente el alma, cada ópera suya es un virtuoso recorrido psicológico que siempre nos deja con ansias de poder adentrarnos más en los profundos caminos que paralelamente lo rodean. “Disfrutar de una obra de Wagner es como gozar del Monte Everest con solo observarlo desde su base y a sabiendas de que caminarlo, escalarlo y llegar a su cima aumentaría ese goce; pero claro, solo unos elegidos pueden realizar tamaña tarea”. El “Nivel Wagner” es sinónimo del arte total, una bondadosa síntesis de poesía, artes plásticas, música y danza. Gracias a Dios en un día como hoy del año 1813 nacía Richard Wagner. Ojala me alcance la vida para intentar abarcar de manera intelectual y sentimental toda su obra, una creación generosa a la que solo unos pocos pueden acceder en plenitud. Ser conscientes de esto es tan solo el comienzo.
Alejandro César Villarreal