El temor a la audiencia (o por qué Chiche Duhalde es fan de J.K.Rowling)

#EntrePlazaYPlatea

“Fiction here is likely to contain more truth than fact”

Virgina Woolf

A mediados de julio, se publicó la noticia que J.K. Rowling, la autora de Harry Potter, había publicado una novela negra bajo el pseudónimo de “Robert Galbraith”. La noticia impactó no sólo por la autora en cuestión, sino también por las implicancias que tenía sobre la industria editorial, dado que ponía en tela de juicio el valor de la crítica literaria. “The Cuckoo’s calling”, el nombre de la novela, había recibido una serie de críticas muy buenas pero niveles de venta apenas aceptables. Un situación inversa a “The Casual Vacancy”, la primer novela post Harry Potter de Rowling, la cual recibió malas críticas pero un volumen muy importante de ventas.

Más allá de este juego (muchas veces perverso) entre estilo de autor, la institución de la crítica literaria y el funcionamiento (publicitario) del mercado editorial (de hecho, una vez develado el misterio, la suerte de “The Cuckoo’s calling” cambiaría y sus ventas se incrementarían en más de un 500.000%.), lo que resulta interesante es tanto la renuncia al nombre propio, una experiencia que Rowling calificó de “liberadora”, como la negación de la condición de género de la autora. La pregunta se impone: ¿por qué ante la situación de poder elegir cualquier nombre e identidad posible, una autora mujer elige el nombre de un varón? ¿Por qué la experiencia de liberación (de la fama, del mercado editorial o de lo que fuese) sólo puede asumir la forma misma de la masculinidad?

En “A room of one´s own“, Virginia Woolf argumentaba, fruto de un devenir literario, una tesis de hecho: una mujer debe poder tener dinero (500 libras al año era, al menos, su cálculo a fines de la década del 20) y un cuarto propio con cerradura para poder escribir ficción. Exactamente 85 años después, sin saberlo, J.K. Rowling demostraría tanto la validez de esa tesis, como su propia falla: si ambos componentes son necesarias para que una mujer puede dedicarse a la escritura, no por ello –necesariamente- lo haría con nombre propio.

Incluso, la situación no es nueva en la vida de Rowling: ya había ocurrido, cuando publicó el primer libro de la serie de Harry Potter, que por sugerencia de su editor decidió hacerlo borrando las marcas de su nombre. Utilizó entonces la sigla de su primer nombre (Joanne) y una segunda, correspondiente a su abuela (Kathleen), bajo la convicción que -según el editor- ningún joven leería un libro escrito por una mujer. Una advertencia que pone en evidencia el nuevo desafío de las mujeres una vez que llegan a lugares de consagración: el de su reconocimiento. Después de grandes luchas y habiendo accedido a lugares claves, se descubre que el poder no reside exclusivamente en las instancias de decisión, de producción diríamos, sino en su reconocimiento. El temor a la audiencia que manifiesta el editor de Rowling es el correlato de la necesidad de reconocimiento y de la puesta en duda del poder del autor. Dicho en otros términos, el acceso a lugares de decisión y poder sin reconocimiento social de los mismos, es una trampa que obliga a la negación de la pertenencia propia en nombre de una “experiencia liberadora”…

Un ejemplo en el mismo sentido vivimos en esta realidad post-PASO a la que asistimos. Es un hecho que las elecciones en la Ciudad de Buenos Aires fueron lideradas por dos mujeres. En términos numéricos, más de 920.000 votos fueron ejercidos positivamente en la personas de Gabriela Michetti como candidata a Senadora Nacional y Elisa Carrió a Diputada (593.945 y 326.131, respectivamente). Aun así, las declaraciones de Chiche Duhalde en torno a un debate sobre si la mujeres están o no preparadas para la función pública, busca –justamente- poner en discusión las bases de reconocimiento de esos lugares que empiezan a ganarse por mérito propio. De hecho, a diferencia de Chiche, ni Carrió ni Michetti deben su lugar en política a conyugues o maridos.

Sea como fuere, lo que intento decir es que consagrado el acceso de muchas mujeres a posiciones de decisión, empieza a vislumbrarse la nueva pelea por la producción y reproducción de las condiciones de su reconocimiento.