A casi una semana de las PASO, nos toca asistir a un debate con muy pocas disidencias y con opiniones, más o menos fundadas, en relación a la presunta agonía del Kirchnerismo.
El análisis no es nuevo, a tal punto que obligó a periodistas y columnistas a establecer diferencias con la derrota electoral del oficialismo en 2009, tras la cual se había sentenciado su muerte. Sentencia a la que el oficialismo respondió con un retoma de la agencia legislativa (aun con serios inconvenientes en materia de quórum) y la victoria en 2011 con el 54% de los votos.
Sea como fuere, los argumentos publicados en estos días en relación al advenimiento de lo que muchos han denominado ya “Poskirchnerismo” tienen en común, por lo menos, 5 supuestos.
# 1 Inacción oficial.- Todas las crónicas y opiniones anuncian un final ya cerrado. El resultado del domingo sólo puede, en este contexto, entenderse como absoluto: nada hay que pueda hacerse. Después de todo, en palabras de Kovadloff para La Nación: “Pocas veces el porvenir político argentino anticipó tanto de sí mismo como en esta ocasión (…) Hoy se dejó entrever el futuro”. Inacción, por cierto, no fundada en la falta de voluntad, sino en la evidencia y contundencia de los hechos: no es que el Gobierno no pueda o no quiera revertir la situación, sino que el resultado fue terminante.
#2 Vocación rearticulatoria del peronismo.- La contracara de la inacción o impotencia en el accionar oficial estaría dado por la rapidez del peronismo y sus referentes por realinearse. El peronismo es, en estos términos, la geografía misma de una traición siempre por ocurrir. Muerto el Rey, todas las facciones proclaman un nuevo monarca: “la nueva estrella en el firmamento peronista”, como argumenta Joaquín Morales Solá.
#3 Divorcio entre el Kirchnerismo y la opinión pública.- La serie se completa, en tercer lugar, con la constatación de un divorcio entre “la gente” y el Gobierno. Una separación que se presenta en términos absolutos y no reconoce al oficialismo siquiera el hecho de mantener, después de 10 años de gobierno, la fidelidad de un tercio de los electores y un caudal creciente en distritos como la Ciudad de Buenos Aires. De esta forma, al igual que sus aliados peronistas en el punto anterior, es sólo cuestión de tiempo para que el 27% de los votantes a nivel nacional que retiene se de cuenta que la “la Reina está desnuda”. Después de todo, siempre según Morales Solá, “Ya ni siquiera habrá margen para el kirchnerismo residual (…) ¿Por qué votar por un perdedor si se puede votar por un ganador?”.
#4 Divorcio que sería más fuerte que todo entramado institucional.- En cuarto lugar, el énfasis sobre la opinión pública y el carácter decisivo de su pronunciamiento incurre, desde mi punto de vista, el error más grave de las lecturas que se hicieron en 2009: la ponderación de la opinión pública por sobre el entramado institucional, de base y de organizaciones que le dan sustento al gobierno y que constituyen una de las garantías más fundamentales de la gobernabilidad. Cegados por las implicaciones que describimos como #1 y #2, se pasa por alto, una vez más, el hecho que pese a la derrota electoral el Kirchnerismo conservaría (a) las mismas bancas; (b) una fuerte presencia territorial a nivel nacional; a la vez que (c) sigue siendo el principal articulador de demandas diversas como los organismos de derechos humanos, muchas de las universidades nacionales, organizaciones en defensa de derechos sexuales y reproductivos, entre otros.
#5 Desatención a la especificidades.- Por último, se pasan por alto especificidades básicas que en cualquier análisis obligan a relativizar ciertas argumentaciones o bien ponderar otras. Entre ellas, las más significativas son las que tienen que ver con las diferencias propias entre las elecciones de medio términos y aquellas tendientes a elegir a los poderes ejecutivos locales y nacionales. Así como aquellas propias que separan a las elecciones primarias de las generales.
En una palabra, no existe forma de declarar la muerte clínica del kirchnerismo sin incurrir en alguna o varias de estas omisiones. De lo contrario, deberían no perderse de vista datos contrarios a esa afirmación como el hecho que haya conservado en una elección interna de medio término, el 50% de los votos que había ganado en la interna de 2011 a presidente de la Nación, en un contexto casi 10% más pesimista, en promedio, en cuanto a la evaluación de la economía y el país.
Conservar el voto de casi un tercio del electorado, en un contexto signado por evaluaciones y percepciones negativas sobre la situación financiera personal y colectiva, es el indicador mismo de la militancia. Un punto clave que los columnistas y especialistas pasan por alto al confundir cantidad (la caída en el caudal de votos) con calidad, el hecho mismo que la confianza del tercio “pro-k” sea ciega. Algo que adelantábamos acá: todo kirchnerista sabe de la práctica agonística de apostar el todo por el todo. Mas aun si se la compara contra los otros dos tercios fluctuantes en donde impera una lealtad por la negativa: adhesiones parciales, coyunturales, a diversas figuras, no sobre atributos positivos (un programa, una propuesta o un referente), sino sobre la oposición misma al proyecto kirchnerista.
El riesgo del mito postkirchnerista radica no sólo en generar falsas expectativas sobre el devenir de la política futura, sino también en confundir debilidad con superación. El kirchnerismo está débil y proclive a errores muchas veces susceptibles de ser tildados de absurdos (algo de eso puede verse en la sobrevaloración que la misma Presidenta hace del poder de los medios o de cómo éstos tratan a la oposición), pero no debería llevar al error de creer que la debilidad del kirchnerismo es condición necesaria de su superación.
De hecho, la oposición no debería subestimar el hecho que –aun muy pese a ella- el kirchnerismo es lo que la anima. Después de todo, no hay unidad opositora tras la muerte del kirchnerismo, porque no hay proyecto positivo de oposición por fuera del acto mismo que la empuja a oponerse. He aquí el núcleo mismo que hace imposible el advenimiento del postkirchnerismo: más allá de conservar un núcleo duro, convencido, confiado y militante de 27% del electorado, más allá de mantener bancas y espacios de poder en todos los ámbitos de la realidad nacional, el motivo por la cual el kirchnerismo está lejos de advenir es que al día de hoy en él se encuentra la razón de ser de todo el funcionamiento político. Oficial y Opositor. A punto tal que existe un riesgo certero que llegado algo que se le parezca a lo que muchos denominan postkirchnerismo, sería la antesala misma de la debacle de la oposición.