Por: Emmanuel Angelozzi
Nadie parecía reunir mejores aptitudes que el realizador escocés para crear el excelente documental, que lleva como título el apellido del mayor exponente del reggae, que se transformó en el máximo homenaje a una de las figuras más relevantes de la música mundial.
En el estreno mundial de “Marley” durante el pasado Festival de Berlín, nadie imaginó el largo camino que este documental había recorrido. Tras dos cambios de directores -primero Martin Scorsese, luego Jonathan Demme- y de productora (en un principio, The Weinstein Company) el panorama se aclaró. Casi por gracia divina, cayó en las manos de Macdonald, quien contó con la colaboración de uno de los hijos del músico, Ziggy, y de la legendaria Rita, la primera esposa de Marley.
El resultado es una producción muy diferente a las anteriores: aporta nueva información, pone frente a la cámara a muchas personas que tuvieron una participación significativa en la vida de Marley, o a aquellas que, aún siendo sus familiares, nunca tuvieron contacto con él. Kevin Macdonald cumplió con su misión: mostrar al verdadero ser humano más allá de sus largos dreadlocks, de su pasión por el fútbol, su activismo político y el manto de mitología que lo rodea.
¿Fue difícil evitar el aspecto místico y profético que rodea a Bob Marley?
Ya existe suficiente material acerca de Marley como icono, como leyenda. Lo que quise fue ir detrás de esa imagen de las camisetas y posters: mi intención era saber quién fue ese ser humano. De hecho, nunca me planteé hacer una película de culto. Mi aproximación y mis sentimientos hacia él fueron más bien escépticos pero al final terminé adorándole; Pienso que es un héroe real, que es una de las figuras culturales más importantes del siglo XX y que, como ningún otro, tiene un impacto perdurable en diferentes generaciones.
¿Por qué dice que su acercamiento inicial fue con recelo?
Porque era muy consciente de la iconografía de Marley. Estudié con gente que perdió su vida fumando (marihuana), escuchando reggae e intentando ser rastas. Suena tonto, pero lo que persigue la película es recuperar la figura y el trabajo musical de Marley para que logremos escuchar su música de una forma fresca. Estamos acostumbrados a oírla en todas partes: en los supermercados, en la radio, en los ascensores y ya no la escuchamos de verdad. Se trata entonces de aprender más de él y de dónde vienen realmente sus canciones, con el trasfondo político de su tiempo, para poder acercarnos otra vez a su música. La razón para hacer un documental como éste sobre cualquier artista es que la audiencia tenga la posibilidad de volver al arte de esa persona para apreciarlo aún más. Esa es la ambición de este film.
“Marley” intenta lo imposible: desmenuzar la leyenda y prensarla para exhibir a un Bob entero, sacado de la remera: “No puedo negar que eso hizo la diferencia: ellos, los Marley, Rita Marley, incluso hasta su padre, todos cooperaron desde el principio. Y eso fue lo que me sacó del uso genérico del archivo: era imposible negar todo lo hay sobre Marley, galaxias de material, de documentales etéreos que solo reafirman lo que ya se sabía. Y ellos ayudaron a que hubiera un tono realmente íntimo. Les dije que quería que fuera así, personal: los hijos, que no conocen mucho a sus padres, están porque querían dejar algo en el proceso de conocerlo. Todos fueron muy sinceros. Hablaron de sus errores. Era un tipo muy complejo”.
Hay una sensación, innegable, de biografía autorizada en el documental, agigantada por la colosal lista de conocidos e íntimos del músico: “Era lo que quería lograr. Por eso los busqué a todos. Y todos, en un momento, me decían que querían ser parte de esa vida, que sienten que está representada en la película. Quería mostrar a Marley, el tipo, entero, sin matices. Y eso implicó meter la mano en lugares no tan amables. No era buen padre, no podía no estar con otras mujeres, tenía problemas con las drogas”, explicó el director.
Pero sabe que hay otros lugares, embarrados también, donde tenía que estar: “Es el momento ‘Cornerstone’. Su familia llora mucho cuando ve la película. Cuando su medio hermano se emociona oyendo ‘Cornerstone’, y nos damos cuenta que Marley la escribió como reacción al abandono de su padre blanco. Ahí se muestra que todos los dolores, errores, todo eso que estamos mostrando sobre Bob, lo pasaba a su música, él lo traducía ahí. Por eso necesitaba que la narración fuera cronológica, que fuera simple; así, en el crecer de su música, es más fácil rastrear al Bob humano”.
¿Qué lo motivó a indagar en los orígenes de Bob Marley?
Eso hacía el proceso más interesante. Esta es una historia muy diferente a la de los Rolling Stones de la que casi cada paso ha sido documentado, fotografiado o filmado. La de Marley es de alguien que nació y creció en el campo, en un mundo lleno de mitos y magia, donde la gente puede llegar a vivir más de 100 años, donde nadie tiene certificado de nacimiento ni se preocupa por guardar fotos. Es un mundo completamente diferente. La única fotografía que se conserva de Bob -anterior a su estrellato- es de cuando tenía 17 años… Todo eso fue difícil de entender, pero se convirtió también en un punto determinante para este trabajo. Otra cosa que no puedes subestimar es el hecho de que Bob Marley proviene de uno de los países más pobres del mundo, y de la parte de Jamaica aún más necesitada, así que su discurso sobre sufrimiento, igualdad u opresión viene de una persona que de verdad ha vivido todo eso, y no de un revolucionario educado en Europa. Creo que esa es una de las razones del poder de su música: aunque sus frases puedan sonar a cliché como “everything’s gonna be alright” -todo va a estar bien- y, como dice uno de los entrevistados en la película: “Bob canta de un modo que hay que creerle”. Ahí radica su éxito, en la historia que nos cuenta y en la manera como lo hizo.
¿Cuál fue su mayor descubrimiento con respecto a Marley como persona?
Muchos pequeños detalles que me ayudaron a entenderlo más. Para mí, el momento más importante es cuando sus parientes blancos escuchan sus canciones: en ese instante entendí muchas cosas… Por otra parte, una de las falsas concepciones que se tiene de Bob Marley es que era un tipo perezoso y no es así. Él era muy trabajador y siempre estuvo muy concentrado en alcanzar los objetivos que se proponía: trabajaba unas 18 horas al día y ensayaba muchísimo con su grupo porque, en realidad, era un perfeccionista dispuesto a darlo todo para que su música se escuchara y trascendiera. Todos esos aspectos definieron su carácter.
Lo extraño es que el propio MacDonald confesó que no es un gran fanático de Marley: “Soy un cineasta, y el cine está hecho de hitos, iconos y ahí es donde aparece el documental, que es lo contrario a la narración, ya que permite en lugar de construir, al menos, desarmar el icono Puede que se crea que algunos momentos mi montaje, o mis formas, son cínicas, pero solo quería desactivar la devoción para entender a ese hombre, en extremo único, y también cómo se construye toda una mística alrededor de él.” Y sigue: “Pero el tiro me salió por la culata: salí sintiéndolo más un héroe, alguien completamente coherente con la vida que vivió, con las ideas que profesó, cómo quería que su música fuera una herramienta para su mensaje. Ahí su ambición, ahí las crisis cuando se lo acusa de venderse, y él quería solo llegar”.
¿El reggae significó algo para usted en su juventud?
Recuerdo que tenía 14 años cuando anunciaron la muerte de Bob Marley. Definitivamente, formó parte de mi juventud pero no estaba obsesionado con él. Años más tarde me interesó como fenómeno: quería entender porqué le llegaba a tanta gente y me llamaba la atención indagar sobre cuál era el valor de su mensaje. La clave para mí fue cuando estaba filmando “El último Rey de Escocia” en Uganda: uno de los actores me llevó por uno de los barrios donde vivía su familia y por la calle vi con sorpresa muchos murales de retratos y frases de sus canciones. Para aquella gente él era una especie de santo o profeta. Me impresionó que, después de más de 20 años de su muerte, Marley aún le llegaba muy fuerte a la gente.
Ha dicho que una de las claves para usted fue entender la importancia que tuvo para Bob Marley el ser una mezcla de dos razas.
El hecho de que su padre fuera blanco explica mucho de su personalidad. Al principio, fue un marginado: nació en una comunidad donde él era prácticamente el único niño mulato, lo que le hizo sentirse inferior a los demás. Todo eso también explica por qué la cuestión rasta tuvo tanto significado para él. Pienso que Bob nunca se sintió totalmente aceptado, por eso, tuvo que luchar mucho para que él y su público llagaran a todo el mundo.
¿Pudo entender la esencia de la cultura rastafari?
Es un fenómeno muy interesante. Para mí, es una combinación entre religión y política, de cómo se define la identidad a través del movimiento político, de liberarse de la cultura de la colonización y de crecer como país. Jamaica consiguió su independencia en 1962, cuando The Wailers comenzaron su carrera. La política alimentó muchos movimientos, como el Black Power en Norteamérica y en la región del Caribe, que perseguían reencontrar la identidad en África; De allí la importancia de Etiopía para los rastafaris y de la necesidad de desmarcarse de la cultura europea.
Fuentes: Revista “Los Inrocks” // Diario “Gara”.