Por: Emmanuel Angelozzi
Tras su debut en el Teatro Opera Allianz, la banda afrontará un impasse por tiempo indeterminado.
Una barca con ocho tripulantes a bordo zarpó desde Villa Mercedes, Provincia de San Luis, a finales del año 2000. Apasionados por los ritmos jamaicanos e inspirados ante la figura de Alpha Blondy, los jóvenes puntanos bautizaron a su navío como Kameleba.
Navegaron durante 15 años. Atravesaron placenteros mares y sortearon con pericia fragosos ríos. Conquistaron puertos en toda la Argentina con su implacable mensaje nutrido de conciencia política, espiritualidad, respeto, solidaridad y amor. Comandaron expediciones por Latinoamérica respaldados por un sonido roots tradicional que mutó hasta trasgredir las fronteras del género.
Sin embargo, la tripulación decidió amarrar la embarcación en el puerto tras una década y media de ecuánime labor. “Somos un equipo de catorce personas que trabajó arduamente durante 15 años. Es necesario un momento de soledad para escuchar tu propia voz”, detalló Darío Alturria, vocalista del grupo.
El león del interior rugirá por primera vez en el Teatro Opera Allianz el próximo viernes 27 de marzo. Paradójicamente, su debut en la prestigiosa Avenida Corrientes de la Capital Federal será su última actuación en vivo. “El show es la víspera de un descanso por tiempo indeterminado que la banda afrontará. Aprovecharemos el tiempo y el espacio para tocar la mayor proporción del vasto repertorio perteneciente a un grupo con más de cuarenta canciones de su autoría”, confesó el cantante.
Con nostalgia en sus palabras, Black Dalí describió sus sentimientos ante el desafío que significará pisar uno de los escenarios más representativos de nuestro país: “Me siento espiritualmente entero. En otras situaciones, afrontaba mis compromisos cargado de turbulencias interiores. Muy sobresaltado y con mucha excitación. Hoy tengo una sensación de bienestar. Imagino que tiene que ver con que di todo de mí durante los años que estuve en el grupo. Es un gran orgullo integrar una banda de un pueblo que llega a un lugar importante y ocupa un espacio para decir cosas que nos parecen saludables. Sentimos que no desaprovechamos el tiempo”.
¿Qué valor le otorgas al integrar una banda que mantuvo su vigencia durante tanto tiempo?
¡Fue una aventura espectacular! El ejercicio de comandar por primera vez mi destino. Me sumé a un colectivo de trabajo increíble. Cuando me tocó liderar, lo hice; Cuando tuve que ser seguidor, seguí. Siempre inquebrantable la voluntad de las personas con las que trabajé y conviví. Gente buena que me llevó a conocer mucha más gente extraordinaria. Una maravillosa utopía que me permitió recorrer mi país y Latinoamérica al ritmo de nuestras canciones. Una experiencia humana que, al riesgo de perderla, es preferible que descanse.
“Experiencia rasta para poder compartir, para poder discernir, para volver a la emoción de las pequeñas cosas hechitas con amor”, canta Darío en una de las nuevas canciones que compuso en formato soundsystem cuando inició las tareas de producción para un nuevo disco durante el verano del año pasado. Somos lo que somos y Apagarme el sol son los títulos provisionales de otros dos temas creados por el frontman para el quinto álbum del grupo. “Las propuse y las tocamos en distintos conciertos. Son letras muy personales, dónde hablo en primera persona. Quizás eso generó alguna fricción. Estos temas, más otros tantos que tengo, verán la luz en un álbum solista que grabaré pronto”, explicó.
Alturria conoció Jamaica, la meca del reggae. Tras la visita a la isla, inició un nuevo ciclo en su vida personal. “Sentí la necesidad de regresar a las cosas más simples de la vida porque son ellas las que proporcionan las herramientas para afrontar nuevos horizontes. Cuando pisé suelo jamaiquino, entendí que de eso se trataba. Me senté a mirar por primera vez el mar en una playa sin luz, gas ni agua corriente. La barcaza anudada a mi lado se llamaba Orilla. Lo tomé como una señal y pensé: Acá estoy, en mi orilla. Me trataron con respeto a pesar de ser un hombre blanco entre todos afro-descendientes. Me sentí muy cómodo”, recordó.
Durante su estadía, tocó junto a The Shengen Clan, la banda de Alborosie. “Son músicos implacables que me sacaron muchos miedos. Siempre voy con todo preparado a los estudios: la base, los arreglos, la letra escrita y memorizada. No dejo nada librado al azar. Soy muy calculador, muy mental. En esta oportunidad, no tenía un papel ni una birome cerca. Sin embargo, nunca me sentí desesperado. Viví una especie de posgrado dónde debía superar ese examen final. Fue una experiencia extraordinaria. Tuve mi graduación en Zion y mi bautizo rastafari”, relató.
Por último, reveló algunas ideas de su proyecto tras la separación de la banda: “Estoy en la búsqueda de mis verdaderas raíces. Estoy acá por el reggae y siento que debo volver a mis fuentes. Es el momento de reencontrarme con la vertiente fundamental del género. Seguramente, mis próximas canciones tendrán un sonido muy cercano a la faceta tradicional de la música jamaicana”.