Por: Emmanuel Angelozzi
Con entradas agotadas, La banda liderada por Guillermo Bonetto inundó San Telmo con su reggae music.
Un magnífico despliegue de canciones repletas de energía despertaron el groove natural del cuerpo humano. Las ganas de bailar eran incontenibles. La ansiedad que provocaba contener las vibraciones internas se esfumó con los primeros acordes de “Capricho”. Era el momento de entrar en acción, seguir el instinto, establecer la conexión con la música y dejar que los sentidos se expresen.
“¡Es un honor volver a estar frente a ustedes otra vez”, exclamó Bonetto antes de “Trampas”. “Tilcara” fue el ticket que posibilitó un viaje apacible por esa tierra del norte argentino donde el alma se mete en la altura y la sensación de estar más cerca del cielo obnubila la razón.
Ante “Imposible” y “Escritorio” fue inevitable mantenerse indiferente. Nadie quería sentirse culpable por omisión. La faceta lover de Los Cafres embelesa e incentiva a alimentar el alma con amor. El ineludible estado de abstracción tuvo su dosis de realidad en “Mientras tanto”, donde en un mundo de mentiras, la verdad es terrible ofensa.
“Cuchu” Duarte le agregó una impronta nyabinghi a “La foto de Zapata” y se lució con un brillante solo de tambores. Tras “Flor de potrero”, los ángeles cafres aparecieron en escena. “¡Ahí lo ves!”, cantaba Guille Bonetto y ofreció más detalles: “te vino a cuidar, no te decía nada, no era mucho de hablar”.
“Flaca huella”, “Dale” más “Si te da lo mismo” fueron la inyección anímica que el publicó necesitaba para regocijarse con los estímulos que los músicos arrojaban desde el escenario. Luego, el medley entre “Hace falta”, “De mi mente” y “La receta” crearon el trinomio perfecto para cerrar el primer tramo del recital.
Un breve intervalo para ajustar detalles y tres canciones para inaugurar la última parte del concierto: “Kaos”, “Una perla en mi vida” y “Casi que me pierdo”.
Aquellos que resistieron ecuánimes la embestida energética de la extraordinaria voz de Guille Bonetto, los teclados de Claudio Illobre y Andrés Albornoz, la base sonora que crearon Gonzalo Albornoz en bajo y Sebastián Paradisi en batería, el saxo de Manuel Castaño, la trompeta de Guillermo ‘Willy’ Rangone y las guitarras de Víctor Raffo y Demian Marcelino pudieron deleitarse con una nueva versión del clásico “Si el amor se cae” para coronar extasiados un show emocionalmente vibrante.