Por: Alejo Santander
Ayer a la noche la obra de Banksy “Slave labour”, que había sido robada de la calle y aparecido en una subasta en Miami, finalmente fue subastada, pero en Londres. De una pared en la parte norte de la capital inglesa, a una base de venta de 900.000 libras (7.524.000 pesos argentinos).
El stencil, una crítica al trabajo esclavo infantil, hecho por Banksy en una pared en la avenida Whymark de Londres para el “Queen´s Jubilee” de 2012, fue noticia primero por su extraña desaparición y más tarde por su no menos extraña aparición, al otro lado del Atlántico.
Si no es fácil llevarse un pedazo de pared, mucho menos salir con eso de Inglaterra y entrarlo a los Estados Unidos. Pero pasó. La obra fue robada en febrero de este año, y al poco tiempo publicada en Ebay.
En Londres activistas lucharon para que esa obra no pudiera venderse, lo lograron, se llevó otra vez al Reino Unido, pero la historia no tuvo un final del todo poético: ayer finalmente fue subastada.
El Street-Art, por muchos considerado vandalismo, terminó siendo víctima de un robo, aunque lo peor quizás sea haber terminado siendo víctima del mercado del arte. Fue enmarcado, sacado de la calle y puesto en una vitrina, domesticado e incluido dentro de un circuito en el que se paga por las obras, hasta por esas que nunca tuvieron un precio. Una paradoja, para muchos conveniente.
Inclusive si nos pusiéramos hipercríticos, buscásemos complots en todas partes, y sospechásemos de todos, llegaríamos a la conclusión de que sería también una de las pocas formas a través de las que el propio Banksy, hoy una marca registrada, podría subastar una de sus obras sin dañar su imagen.
A veces los mejores negocios, las mejores ventas y también las más grandes estafas, se dan sin lastimar a nadie, simplemente consiguiendo que todos crean lo que queremos que crean, y lo que ellos quieren creer. Pocos lo recuerdan pero en 1911, Eduardo Valfierno, un argentino, fue el principal responsable del robo de la Mona Lisa. La obra más conocida de Leonardo Da Vinci fue robada, pero a Valfierno poco le importaba el original, lo único que quería del robo, era que se corriera la noticia. Seis millonarios le compraron al argentino copias de la Gioconda realizadas por el falsificador Yves Chaudron, mientras que el original estuvo durante años en el fondo de un baúl, en la casa de un carpintero, a pocas cuadras del Louvre.
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