Por: Natalia Gauna
La compañía de teatro “La pensión de Lester” sorprende gratamente con su nueva propuesta teatral, “Si te he visto no me acuerdo”. Con un elenco sólido apoyado en la dirección de Daniela Catz, este espectáculo resulta contundente. Una excelente propuesta para el viernes a la noche.
Calificación: muy buena
Ficha técnica
Actores: Federico Axelrud, Agustín Corsi, Malvina Montenegro, Carla Palmano, Gabriela Vargas // Música: Alberto “Apu” Fernández/ Daniela Catz // Fotos: Eric Villalba // Escenografía y Puesta de luces: Federico Ransenberg // Vestuario: La pensión de Lester // Producción ejecutiva: Mario Valentín Palmano // Guión y Dirección: Daniela Catz // Asitencia de Direccion: Guido Passafaro
Funciones: los viernes de octubre y noviembre a las 22:30 hs. Teatro: Andamio 90 (Paraná 660) //
Entrada: $ 50 ($30 estudiantes y jubilados)
Modos de adentrarse en el mundo de la dramaturgia hay millones. Las creaciones colectivas han sido y siguen siendo, una de estas maneras posibles. Las ventajas de realizar una puesta en escena de un texto que se ha escrito de forma exclusiva para ese espectáculo pueden ser tantas y tan disimiles como sus desventajas. A favor, la posibilidad de contar una historia a partir de la propia experiencia actoral, producto de ese irrepetible proceso creativo y no como lectura posible de la creación de otro artista quizás lejano en tiempo y espacio. En contra, el tiempo. La desventaja subyace en su ventaja, siempre será un trabajo largo, costoso, con idas y vueltas. Si te he visto no me acuerdo parte de esta lógica, de la creación colectiva, y en esta condición radica su mayor fortaleza porque resulta claramente visible el proceso tedioso de creación pero reconfortante en tanto el resultado es excelente, sin fisuras en lo autoral y en la puesta en escena.
Cinco turistas se ven obligados a sobrellevar de la mejor manera posible el fin de un viaje que lejos está de ser soñado. El desenlace trágico del retorno los atrapa en la ruta. Allí deberán sortear sus diferencias, pensar cómo escapar de ese lugar y regresar a Buenos Aires hasta incluso tratar de dilucidar las causas del accidente automovilístico que los dejó en esa situación. Aunque el panorama es trágico, la obra escapa ese tinte de drama para transformarse en una comedia alocada, satírica y de humor delirante. En este aspecto, el trabajo actoral merece distinción en tanto cada uno de los personajes están construidos en base a características que rozan la exacerbación para lograr ese plus sumamente cómico que el público agradece. Los elementos estereotipos que en cierto modo utilizan los actores no sólo funcionan en pos del resultado final sino en el transcurso. Así, Federico Axelrud interpreta con solvencia una especie de gurú espiritual que intenta quiméricamente conservar la calma. Malvina Montenegro que compone una maniaca e hipocondriaca psicóloga se destaca por lograr un personaje que, aunque más bien alejado de la comicidad de otros, desarrolla una progresión dramática en la que el conflicto es presentado y concluido. Gabriela Vargas en el papel de Natalia Torrente esgrime una guía turística que tiene todos los tips de la profesión lo cual la vuelve divertida y, a su vez, esconde un lado oscuro que une la historia y los personajes. En la misma sintonía, Carla Palmano compone con gran soltura una típica cosmetóloga mientras que Agustin Corsi en el papel de Guillermo Moreno interpreta a un policía corruptible imprimiendo el componente de delirio mejor logrado en los personajes.
Por su parte, Daniela Catz en su labor de dirección construye una puesta en escena que permite el juego de los personajes para que los actores se luzcan. La escenografía compone ese espacio cuasi neutral que resulta una ruta. A su vez, ese espacio se transforma en una comisaria posibilidad que otorga la utilería construida para ser fácilmente manipulable por los actores que darán a cada elemento diferentes utilidades.
Complejidad insoslayable la del público y la crítica en encasillar este espectáculo en un género y estilo único que lo enmarque de principio a fin. La “mezcla” es deliciosa: retratos del humor negro en el que la muerte es el elemento por excelencia del cual reírse. Si te he visto no me acuerdo sienta ahí su disparador: la muerte del chofer de la combi que los trasladaba. Pero también con o sin intencionalidad, la obra se transforma en una especie de vodevil en la que los personajes cantan y bailan a lo que se suman varios elementos escenográficos que completan la escena. Tampoco queda afuera el absurdo como otra de las poéticas que dialogan en la obra. El tiempo anacrónico y ciertas secuencias que crean una atmósfera onírica son recursos representativos del absurdo. En este sentido, es que la obra dispara lecturas posibles para un público que disfruta y se divierte en todo momento.