Sueños de una infancia corrompida

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Un espacio diminuto. Una puerta pequeña por la que todos entran y nadie sale. Una habitación que somete, manipula, distancia y degrada. Tres personajes sin escapatorias, con sueños inconclusos, atrapados entre lo siniestro y lo infantil. Esquinas en el cielo crea un mundo en el que los sueños y la realidad confluyen en ese espacio de múltiples sentidos.

Esquinas en el cielo

 

La dramaturga y directora, Mariana Mazover, elige en esta nueva pieza abordar el proceso de escritura desde la comunión con los actores, dramaturgia del actor. Una forma de creación ya elegida en su anterior trabajo, Piedras dentro de la piedra. Si bien, ambas piezas parten de la misma concepción, el resultado es muy diferente. En esta segunda puesta, Mazover crea un universo onírico en el que se vislumbran cientos de relatos que construyen la trama. Si en Piedras dentro de la piedra la influencia literaria por excelencia es Fogwill, en Esquinas en el cielo resulta imposible dar cuenta de sólo una. Silvina Ocampo, Clarice Lispector, Liliana Heker y Enrique Whernike están allí presentes –es la propia autora quien los menciona como inspiración de esta propuesta- pero, incluso,  la pieza parece no escapar a otros relatos. La vida es sueño de Calderón de la Barca y Esperando a Godot  de Samuel Beckett, por mencionar sólo algunos, aparecen como una influencia casi inconsciente en la historia de estos tres personajes, analogías del tiempo detenido y el absurdo beckettiano y el encierro y los sueños de Segismundo.

Lucrecia, interpretada por Alejandra Carpineti, es una niña encerrada en su habitación. Allí juega, aprende, come, duerme, vive y espera el regreso de su madre. Su padre, el señor Cristófanes, en la piel de Daniel Begino, la mantiene allí con la esperanza de que si cumple con las órdenes de éste y si se convierte en una joven instruida podrá salir cuando esté preparada. El día nunca llega y la niña encerrada allí, desde no se sabe cuándo, no podrá nunca salir al mundo. Pero la pregunta es ¿conoce Lucrecia ese lugar al que ansía ir? ¿Sabe qué le espera afuera? Su padre tiene las respuestas aunque no las brinde y decida evadir la insistencia y ansiedad de la niña con promesas incumplidas, regalos y juegos misteriosos y con la llegada de institutrices que no quieren quedarse pero que no pueden escapar. Adela, Lala Mendía, es la nueva institutriz ¿será la última? Llega con entusiasmo para enseñarle francés.

Adela: Buen día.

Lucrecia: Tarde. Llegás tarde. Mi rutina de estudios comienza con el primer rayo de sol. “Yo pensé: voy a vigilar mi proceder…”
Adela: ¿Cómo? No te oí bien … ¿cómo?

Lucrecia: Salmo 39. Estoy repasando.

Adela: ¡Ah, muy bien! Ya me había dicho un pajarito que eras de lo más aplicada… ¡Nos vamos a llevar de maravillas!

Pero pronto Adela da cuenta de algo siniestro en esa casa. Lucrecia la quiere, la siente especial, distinta a las otras y le pide que no se vaya aunque ésta querrá irse y el padre el encargado de retenerla. De esta manera, se teje entre los personajes una relación tríadica en que el poder circula de uno a otro. La débil niña se convierte en poderosa y macabra cuando somete a Adela a sus retorcidas reflexiones y su constante manipulación. Pero la segunda mujer, que quiere liberarse, busca tenerla de aliada, tenderle una trampa y cuando parece que el poder está en sus manos, llega el señor Cristófanes para arrebatárselo y así, una vez más, la lucha de poderes vuelve a comenzar. La trama cíclica no tiene fin hasta que surge un elemento disruptivo, y después otro y otro más, lo cual genera la intriga permanente del público.

Esquinas en el cielo

Alejandra Carpineti sorprende en la composición de esa niña que paradójicamente mezcla dulzura e inocencia con maldad y perversión. Una especie de infancia corrompida por el delirio de su padre y de las circunstancias a las que está sometida. La actriz asume el riesgo de la interpretación de tales características e inscribe en la gestualidad y los movimientos aquellas marcas necesarias para hacer de Lucrecia un personaje necesariamente ambiguo. Por su parte, Daniel Begino encarna al padre en una construcción acertada del personaje. Sin grandilocuencias, con gestos mínimos y presencia escénica el actor otorga monstruosidad a ese hombre de apariencia amable. Finalmente, Lala Mendía presta su cuerpo a la mujer correcta, educadora que es corrompida por lo siniestro de esa casa. Su apariencia física se somete a la debacle final de Adela mientras crece la dramaticidad con la que se tiñe la historia de esta mujer. Una excelente interpretación de la actriz.

La escenografía de Esquinas en el cielo es impecable. Predominantemente rosada –símbolo de femineidad e infancia- y con pocos y muy pequeños muebles, se acentúa la espacialidad reducida y agobiante. Una puerta prepondera en el escenario y, aunque también pequeña, magnifica el deseo de escapatoria. Todos los elementos en el espacio adquieren significación, producen metáforas y la posibilidad de crear la atmósfera del sometimiento y del peligro constante. El diseño de luces complementa la visión estética de esta pieza sin puntos débiles y con muchas imágenes que mostrar.

Esquinas en el cielo de Mariana Mazover

¿Quiénes? Alejandra Carpineti, Daniel Begino y Lala Mendía

¿Dónde? Teatro La Carpintería . Jean Jaures 858

¿Cuándo? Domingos 20 hs

¿Cuánto? $70 y $50

Esquinas en el cielo