Anécdotas con Champagne

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Anécdotas con ChampagneTodo momento es bueno para festejar con un vino espumoso. Desde siempre, el mundo que lo rodea es especial, festivo, casi exultante, con personajes increíbles e historias míticas que se entrelazan en el ámbito de esta bebida adorada por reyes de todos los orígenes.

En la Argentina la historia del champagne, o mejor dicho, la historia de nuestro vino espumoso, es relativamente corta, llena de innovación permanente para lograr excelente materia prima. Es decir, una uva con impecable sanidad y equilibrada maduración. Esa historia se está haciendo en el presente a través de los técnicos y bodegueros que serán los personajes emblemáticos del mañana.
Una mirada retrospectiva hacia los orígenes de esta bebida nos señala que, sin lugar a dudas, se necesitó mucho ingenio alguna vez para transformar un vino tinto suave en un burbujeante y limpio vino blanco. Esta brillante innovación, acompañada de un trabajo llevado a cabo por hombres y mujeres con clara visión de los negocios y excelente marketing, transformó una zona poco conocida hasta entonces del norte de Francia en la denominación de origen de mayor fama en el mundo: la Champagne. Es obvio, entonces, que se hiciera foco en los nombres de estos personajes míticos que contribuyeron a semejante cambio para originar las marcas de los productos elaborados en la región.
El nombre Champagne proviene de una zona situada a 130 kilómetros al noreste de París, y el origen de sus vinos con burbujas, de sus cortes o blends especiales se atribuye a Dom Pérignon, un monje benedictino, ecónomo de la abadía de Hautvillers, que cuando degustó este producto exclamó: “¡estoy bebiendo estrellas!” mientras percibía las burbujas que danzaban en su boca y que no podía observar por su ceguera avanzada.
A él se le atribuye el mérito de haber combinado distintos vinos originados a partir de diferentes uvas de las viñas cercanas al lugar. Una vez elaborado el vino y luego de un determinado tiempo con temperatura estable, este, dentro de la botella, desarrollaba algo desconocido que le brindaba su carácter espumoso. En realidad, Dom Pérignon no inventó nada. Lo que sí hizo, una vez nombrado cellérier del monasterio en 1668 y cuando ya los monjes llevaban cuatro siglos a cargo de las viñas abandonadas por los señores que en el siglo XI habían optado por las Cruzadas, fue aplicar un método lógico a la producción. Este consistía en utilizar uvas de orígenes diversos para mejorar la calidad del corte base dándole mejor bouquet y realizando, además, una prensada rápida para mantener los mostos claros.
En una época más reciente, entre los champagnes que han hecho historia se destaca, por ejemplo, el llamado Charles Heidsieck Gran Reserva. Lleva el nombre de uno de los grandes promotores internacionales de esta bebida, el que introdujo el champagne en los Estados Unidos. Charles Camille Heidsieck fue un hombre de espíritu aventurero y emprendedor que en la segunda mitad del siglo XIX supo conquistar con su producto el gusto de los norteamericanos. Sus clientes del otro lado del atlántico lo llamaban Champagne Charlie.
Si este personaje prefirió hacer la América, otro gran elaborador, Louis Roederer, eligió como tierra de misión para su champagne a Rusia. Roederer reservó sus mejores cosechas para la corte del zar de todas las Rusias, Alejandro II. La cuvée de mayor prestigio que ha llegado hasta nosotros lleva el nombre Cristal en recuerdo del capricho de este personaje, que le exigió al fabricante francés enviar sus pedidos de champagne en botellas de cristal en lugar de vidrio. Esta exigencia de calidad ha hecho del Cristal la cuvée mas demandada en el mundo, juntamente con el Dom Pérignon.

Champagne y mujeres
Decía Voltaire que el champagne era el único vino que hacía más bella a la mujer que lo bebía. Y es que el champagne es el vino femenino por excelencia. Beberlo, al decir de algunos, hace brillar más los bellos ojos de la mujer y vuelve su rostro más luminoso.
Hablando de mujeres, cuando murió Jacques Bollinger, en 1941, su viuda, Lilly Bollinger, dirigió su famosa casa de la Champagne durante los difíciles años de la ocupación de Francia por Alemania. La condujo hasta su muerte, ocurrida en 1977, cuando la empresa ya había duplicado su tamaño. Una anécdota recuerda un reportaje que le hicieron en el año 1961. Cuando una periodista le preguntó en qué circunstancias prefería tomar champagne, su respuesta fue: “Sólo tomo champagne cuando estoy feliz o cuando estoy triste. A veces lo tomo cuando estoy sola. Cuando tengo visitas lo considero obligatorio. Me entretengo con él cuando no tengo hambre y lo tomo si la tengo. En otras ocasiones nunca lo pruebo, a menos que tenga sed”. Madame Bollinger murió a los 78 años, aparentemente sin que todo ese champagne le haya hecho daño. Otra mujer que ha desempeñado un papel fundamental en la vida de los productos franceses es la viuda de Clicquot-Ponsardin quien, al morir su esposo, y con 28 años de edad, se hizo cargo de la casa elaboradora y la hizo crecer en volumen de negocios y, sobre todo, en prestigio, hasta convertirla en una de las marcas de champagne más importantes del mundo. En homenaje a ella, la Maison Veuve Clicquot Ponsardin denominó La Grande Dame a una de sus cuvées más apreciadas.
Napoleón Bonaparte solía decir lo siguiente: tomo champagne cuando triunfo para celebrar, y tomo champagne cuando soy derrotado para consolarme a mí mismo. Como se puede apreciar, los justificativos para beberlo no tienen límites. Para muchos, el placer que brindan las burbujas fue, es y será inigualable. Y justamente hablando de burbujas, mi gran amigo Adolfo Losada, experimentadísimo enófilo y degustador, se hizo una vez la siguiente pregunta: ¿cuántas burbujas contiene una botella de champagne? De su investigación surgió que algunos autores señalaban entre 7.000 y 45.000. La firma francesa productora del Bollinger manifestó que la botella del millésime 1979 encerraba 56 millones de burbujas y la publicación inglesa Wine Magazine sorprendió con la cifra de 250 millones de burbujas por botella… Usted, ¿está dispuesto a contarlas o a disfrutarlas?