Por: Fabricio Portelli
El turismo enológico es una de las ramas de la industria del vino que más han crecido durante la última década en todas las regiones productoras del mundo. En este marco, la Argentina también supo aprovechar el buen momento del país para abrir (y mejorar) aún más su abanico de alternativas.
El turismo enológico es una de las principales actividades de las que la industria se sirve para acercar el vino a la gente, una manera tan encantadora como infalible. Desde comienzos del segundo milenio, y acompañando el panorama mundial, en nuestro país el enoturismo ha crecido significativamente. Lo particular es que esta evolución se dio en dos etapas bien delimitadas. La primera comenzó a partir del desarrollo exponencial que vivió (y continúa viviendo) la industria del vino, cuando gran parte de las bodegas se sumaron no sólo a abrir sus puertas al turismo, sino también a ofrecer diferentes alternativas para disfrutar de programas al aire libre, culturales, gastronómicos, y hasta deportivos, junto a los viñedos y la cordillera de los Andes. La segunda fase de este proceso es la etapa actual, en la que las bodegas se enfocan en premiumizar sus servicios y ampliar la oferta a partir de propuestas que las diferencien de las demás. Además, en estos últimos años también fueron inaugurados, en las distintas Rutas del Vino nacionales, alojamientos y restaurantes de primer nivel que enriquecen estas regiones para situarlas entre los mejores destinos turísticos de la Argentina.
En este último período, el nuevo impulso del enoturismo comenzó también de la mano de las grandes inversiones realizadas para la reconversión de la vitivinicultura, no sólo en las tierras, sino también en la construcción de los establecimientos que ya empezaban a tener en cuenta espacios exclusivos para recibir a los visitantes. Así, otra de las disciplinas que fue revalorizada en los Caminos del Vino es la arquitectura. Al mando de los más prestigiosos estudios, como el de Bórmida & Yanzón, las construcciones de las bodegas y sus servicios acompañan la majestuosidad del en torno natural en el que están inmersas. Más allá de haber atravesado una leve caída durante 2009, después de una etapa de evolución constante entre 2004 y 2008, el año pasado el crecimiento ha sido pronunciado. A este paso, todo indica que la tendencia continuará siendo positiva un largo tiempo, ya que cada vez más bodegas demuestran cuánto tienen para ofrecer a los amantes del vino y la naturaleza.
Un panorama favorable
El turismo es uno de los sectores recreativos que más han evolucionado económicamente en el mundo en los últimos veinte años. Durante este período, América Latina en particular registra un desarrollo muy favorable que alcanza un 3,3% anual, es decir, un 1,6% más que el 2,9% registrado a nivel global. Hacia fines de 2008, la crisis económica se manifiesta en esta actividad con una caída del 4% mundial. Sin embargo, en el último cuarto del año 2009, y después de catorce meses de resultados negativos, el crecimiento retornó para revertir esta tendencia en baja del turismo mundial. Esta recuperación fue más lenta en las economías avanzadas (5%) que en las emergentes (8%). Asimismo, Sudamérica se destaca dentro del continente americano con un crecimiento del 10%.
Particularmente, el turismo enológico siguió las mismas tendencias que el nacional: un aumento sostenido hasta el año 2008, un quiebre en 2009 y una tendencia en alza a partir de 2010. Con relación a 2004, durante el año pasado se duplicó la cantidad de personas que recorrieron las Rutas del Vino en la Argentina. Por su parte, Mendoza continúa imponiéndose como el principal destino nacional para quienes recorren las bodegas, seguida de lejos por las provincias de Salta y San Juan. Entre las tres representaron un 92,2% del total de visitas enoturísticas a nuestro país durante 2010.
Con respecto a las bodegas, un 16% de las que están abiertas al turismo posee alojamiento. Si bien esta cifra puede parecer relativamente baja, vale la pena destacar que una década atrás prácticamente ninguna bodega poseía un espacio donde dormir. Las actividades principales continúan siendo los recorridos por las instalaciones y las degustaciones; sin embargo, las alternativas que ofrecen las bodegas aumentan constantemente con opciones que van desde clases de cocina, recorridos en bicicleta y cabalgatas hasta paseos en globo y la participación en el proceso de elaboración de los vinos. Los turistas que recorren los Caminos del Vino en la Argentina provienen principalmente de Estados Unidos, Brasil, Chile, Inglaterra, Francia, España y Canadá; entre los siete países representan un 66,9% del total de turistas recibidos durante el año 2010.
El panorama mundial y local continúa siendo favorable para el turismo enológico; en los aspectos económico y turístico, nuestro país tiene grandes posibilidades de volver efectiva esta consolidación de las Rutas del Vino como un destino a la altura de los mejores del país.
Cómo llegar: por aire y por tierra
Desde Buenos Aires se puede llegar a cualquiera de los puntos de partida de las tres grandes rutas del vino ya sea por tierra –por las diferentes rutas nacionales y provinciales– con vehículo propio o en micros de larga distancia; o bien por aire en avión. Del aeroparque Jorge Newbery parten diariamente diferentes vuelos de LAN (0800-9999-526; www.lan.com) hacia las ciudades capitales de Salta, Mendoza, San Juan y Neuquén. Aerolíneas Argentinas (www.aerolineas.com.ar) también lo hace a La Rioja, Catamarca y Río Negro. Lo mismo sucede con las más de 20 empresas de ómnibus que salen desde la terminal de Retiro.
Para incrementar el enoturismo de los viajeros extranjeros, principalmente de Brasil, la ruta aérea San Pablo-Mendoza-Bariloche operada por Aerolíneas Argentinas ofrece dos vuelos semanales. En el mismo sentido, una obra –aún en etapa de proyecto y sin fecha cierta de inauguración– que aumentaría notablemente la cantidad de visitantes de Chile es el tren transandino que unirá las estaciones multimodales de Luján de Cuyo y Guaymallén (Mendoza) con ciudades fronterizas chilenas.
Cinco razones para visitar una bodega
• Degustar diferentes tipos y estilos de vinos en el lugar donde se elaboran, rodeado de barricas de roble y la mística de una cava real.
• Aprender y experimentar cómo se elabora un vino y toda la cultura que lo envuelve.
• Disfrutar de un paisaje agreste, recortado por montañas, ríos y lagos.
• Probar distintos maridajes regionales entre vinos y comidas típicas.
• Apreciar el arte y la arquitectura de las bodegas.