El principio del fin

#Vinos

Clínicas Premium TastingHay dos maneras de vivir el vino; desde adentro o desde afuera.

Para mí, los de adentro son principalmente los enólogos y agrónomos, y luego todos los que trabajan en las fincas y en las bodegas; ya que a no todos les gusta el vino. Y afuera estamos todos los demás, desde los que amamos la bebida hasta a los que ni le llega a los tobillos.

Y digo afuera por respeto. Porque por más que uno intente adentrarse en el fascinante mundo del vino, leyendo y degustando, comiendo y maridando, viajando y visitando, escuchando y viendo, no se compara con estar adentro. Y por ende el conocimiento y el sentimiento son distintos.

Hace tiempo que vivo haciendo lo que me gusta, disfrutando del vino. Y si bien esto es un privilegio, tengo los mismos problemas cotidianos que cualquiera pueda tener en este país, salvo que a mi me salvan los recreos (viajes, comidas, degustaciones, etc.). Y en todo este tiempo intenté entender para poder contar. Es decir, que si a mi no se me cruzan en la cabeza los mensajes que entran por boca y nariz (degustaciones) con lo que escucho y/o leo (palabras de los enólogos), no entiendo. Y por ende me cuesta mucho explicar. No estoy exigiendo claridad absoluta, pero si coherencia. Lamentablemente es algo que escasea, pero no  por falta de voluntad de los protagonistas, sino por mera coyuntura. ¿Por qué? Porque acá todo avanza muy rápido, y esto genera muchos cambios. Porque con cada replanteo surgen nuevas alternativas, y las posibilidades de nuevos vinos se multiplican. Y si bien es cierto que lo mejor del vino es su diversidad infinita, también lo es que para entenderlo hay ciertas cosas que deberían estar claras. Por ejemplo, si hablamos de tipicidad a todos los interesados nos debería quedar claro que significa y en que vinos podemos percibirla.

Malbec argentinos

En este sentido los de adentro han avanzado mucho, pero a la vez no. Porque cada vez hay más precisión en los lugares de donde sacan las uvas para dar vida a sus mejores exponentes. Pero al mismo tiempo el desconocimiento crece, simplemente porque descubren que hay mucho más por descubrir.

Hace tiempo que se está en la búsqueda de los mejores terruños y los resultados están a la vista. Muchos nombres propios ya son protagonistas de innumerables etiquetas. Sin embargo esto desnuda otra realidad, la que demuestra que nos falta mucho camino aún por recorrer. Y basta un solo ejemplo para entenderlo. Altamira, se supone, es uno de los terruños más privilegiados, con más potencial y del que están saliendo muchos de los mejores Malbec nacionales. Sin embargo, Altamira es una zona que no está delimitada. Y no sólo eso, sino que tampoco se puede usar el nombre porque es una marca registrada de una pequeña bodega. O sea, que uno de los lugares más importantes para el vino argentino de hoy, no se puede usar. ¿Entonces para que lo explotan? o ¿no deberían cambiarle el nombre y protegerlo en pos de un bien común y no de un individuo?

A pesar de esto y de muchas otras cuestiones que ponen palos en la rueda, los vinos argentinos avanzan y con fuerza. Y recién hoy podemos empezar a hablar de terruños. Pero no por desconocer la historia o ignorar los viñedos viejos. Sino porque hoy se está poniendo el foco en sacar lo mejor del suelo para darle identidad al vino, y así forjar su propia personalidad. Esto quiere decir que en algunos años, los Malbec de Altamira (o como se llame) tendrán un denominador común. Y eso es genial. Porque lejos de atentar contra la diversidad, es una homogeneidad que da coherencia y sentido a una zona. Y ahí radica el verdadero encanto del buen vino. Entender que estamos tomando, y por qué es así. Y si hay varios que se parecen, bienvenidos sean.

Ya llegará el día en el que los enólogos tengan menos trabajo por haber encontrado el mejor lugar y la mejor manera para expresar sus vinos – y ojala que los nombres de esas zonas privilegiadas sean de todos-. Estamos saliendo de una etapa de hacer lo que nos piden y empezando la de hacer lo que mejor nos sale. Y por fin entendimos que no hay que correr detrás de tal o cual consumidor, para entender sus gustos y satisfacerlos. Sino que hay que encontrar a los consumidores que gusten de nuestros vinos. Quizás sea un camino más largo, pero indudablemente mucho más sólido y sostenido. Por eso digo que es el principio del fin. Del fin de esa búsqueda que con tanta pasión llevan a cabo los enólogos y agrónomos desde hace algunos años, y que sin dudas nos permitirán gozar de más y mejores vinos argentinos.

Copas con vino