¿Por qué algunos directivos no asumen el rol de coach?

#WOBI

30-07Coaching-MarioAlonsoHoy que hace furor en muchos lugares el coaching, uno se pregunta qué es aquello que está favoreciendo tanto la demanda de este tipo de profesionales. Yo citaría varias posibles causas que están muy ligadas al tipo especial de relación que se crea entre la persona que actúa como coach y la que hace de coachee. Este tipo de relación está marcada fundamentalmente por la confianza y la privacidad. Parece mentira que la necesidad de confiar en alguien sea tan acuciante y tan necesaria, sobre todo cuando a lo mejor no se confía en personas que paradójicamente están más cercanas. Por otra parte, hay muchas personas en las empresas y en la vida que se sienten muy solas y necesitan compartir con otro ser humano aquello que sienten y que necesitan. Son seres humanos que sufren en silencio, muchas veces por vergüenza a mostrar su vulnerabilidad y por miedo a las consecuencias que podrían derivar de ello.

En la vida perdemos con frecuencia la perspectiva sobre ciertas cosas y como consecuencia de ello, envueltos en el caos de nuestra confusión mental, nos resulta imposible encontrar nuevas opciones para avanzar de manera confiada hacia aquello que nos importa. Un coach actúa favoreciendo que su coachee eleve su propio nivel de conciencia y se dé cuenta de que existen bastantes más alternativas de las que probablemente está en ese momento considerando. Es a partir de esa nueva visión, cuando el coachee descubre que tiene una capacidad de respuesta muy superior a la que se imaginaba poseer.

De ser consciente de esta capacidad de respuesta, de esta responsabilidad, a sentir el entusiasmo, la ilusión y la confianza para actuar, hay sólo un pequeño paso. Lo más difícil para colaborar en un proceso de coaching eficiente y efectivo, es aprender a dejar al propio ego fuera de la ecuación. El coach, no es el que debe ni dar las respuestas a las preguntas de su coachee ni el que debe de hacerle las recomendaciones que cree mejor. Muchas veces, sin ser plenamente consciente de ello, nos podemos dejar llevar por esa tendencia a mostrar nuestra “sabiduría”. Intentamos de alguna manera “curar” a alguien con nuestros conocimientos y nos olvidamos de algo crucial, que es que la respuesta no la tiene el coach sino su coachee.

Si bien es cierto que un coach ha de ser capaz de compartir experiencias, metáforas y guías que puedan ayudar a su coachee en el proceso personal de exploración, ha de ser a la vez cauto a la hora de ofrecer cursos de acción pensando que sin duda son los mejores. Aprender a ser coach exige un entrenamiento en humildad y en voluntad de servir, en lugar de en destacar.

Lo que yo me planteo es por qué algunos directivos no toman más este papel de coach con sus equipos. Sustituir muchas veces el mandar y el controlar por el preguntar, cuestionar e invitar a la reflexión, puede tener mucho más impacto en el grado de responsabilidad, entusiasmo y compromiso que las personas desplegamos. El nivel de autenticidad y de confianza que existan en nuestras conversaciones se va a reflejar en el nivel de compromiso y en la solidez de los lazos que creamos. Me gustaría recordar que en entornos de gran incertidumbre como en el que estamos,  los grupos soportan mucho peor la presión que los equipos. Entre los elementos que más diferencian los grupos de los equipos es que en los equipos las personas se fían unas de otras. Al fin y al cabo la confianza es el pegamento que mantiene unido a los equipos.

Mario Alonso Puig, experto en liderazgo y comunicación