Por: Adriana Santa Cruz
Donald Murray (1992), pionero en los estudios sobre procesos de escritura, afirma que “Escribir es reescribir”, y reescribir implica saber autocorregirse. La revisión es una instancia necesaria de la escritura, debe hacerse varias veces y en sucesivas etapas, debe servir para mejorar el texto, afecta a todos sus niveles, y siempre implica tomar una necesaria distancia para no pasar por alto ningún error. Revisar, además, es ponerse en el lugar del lector y tener en claro la finalidad del texto.
¿Existen algunas reglas para que el proceso de autocorrección sea más fácil y más efectivo? Evidentemente, se puede llegar a una técnica de revisión cuyo objetivo primario sea agilizar los tiempos que van desde la escritura de un texto hasta ese momento en que lo consideramos listo para ser publicado o entregado.
Algunos consejos
1. No dejar la revisión solo para el final. La escritura implica corrección constante. Esto no significa detenerse ante cada coma o ante cada gerundio para reflexionar dos horas acerca de un posible error, sino ir releyendo los párrafos anteriores para verificar especialmente si nos atenemos al tema y si no perdimos de vista nuestra finalidad original.
2. Revisar el tipo de oraciones utilizadas. Hay que recordar que oraciones muy extensas y con muchas proposiciones subordinadas presentan mayor posibilidad de errores, sin contar que dificultan la lectura. También es importante el orden oracional: la secuencia sujeto/verbo/complementos garantiza mayor legibilidad. Entonces, usemos la alteración del orden oracional para destacar lo importante o para variar nuestra prosa, pero no como un recurso repetido innecesariamente.
3. No menospreciar el corrector del Word. Los errores más comunes suelen ser los que menos se detectan. Muchas tildes o muchos problemas con la concordancia aparecen señalados en el Word y nos ayudan, por lo menos, a plantearnos si lo que nos indica está bien corregido o no.
4. Tener en cuenta la puntuación, especialmente las comas. Un texto mal puntuado no solo se lee mal, sino que denota una escritura poco cuidada y ninguna revisión.
5. Revisar la superestructura. En otra entrada hablamos de la importancia de estos “moldes” que facilitan la escritura y nos permiten ordenar nuestras ideas. Es fundamental que, una vez terminado el texto, nos preguntemos si respetamos la superestructura o si, por el contrario, no estamos respondiendo al tipo de texto que planteamos.
6. Tener en cuenta el género dentro del cual estamos escribiendo. Cada género tiene un estilo: si escribimos un trabajo académico, este nos exigirá objetividad, adecuación a las normas para citar libros o para redactar notas al pie, precisión en el vocabulario; si escribimos un texto periodístico, será conveniente usar oraciones cortas, una sintaxis no demasiado compleja, etc. Es imposible escribir bien sin antes saber las características del género que abordamos.
7. Atender a la cohesión y a la coherencia. Repeticiones de palabras, pronombres sin su referente claro, mal uso de conectores, conceptos repetidos, contradicciones son errores usuales que deben detectarse en una revisión final.
8. Por último, pensar que siempre se puede eliminar alguna parte del texto. Está bien que nos guste lo que escribimos, pero no al punto de que eso nos impida podar lo innecesario.
Ahora bien, ¿existen los textos perfectos? Categóricamente, no. Seremos mejores escritores en la medida en que adquiramos competencias y técnicas para redactar, pero el error cero no existe, aunque siempre es posible mejorar un escrito a partir de la revisión.