Por: Adriana Santa Cruz
En varios ámbitos, por ejemplo dentro de lo corporativo o de la publicidad, escuchamos a menudo acerca de la importancia de producir mensajes positivos, especialmente si se tiene como finalidad convencer o persuadir. Más allá de toda estrategia de marketing, la negación existe y tiene algunos matices de los que a veces no somos conscientes.
La negación es una operación lingüística que deriva de la aserción y que permite manifestar rechazo, oposición, pero que también nos posibilita emitir enunciados expresivos u otros enfáticos. Así ocurre, por ejemplo, en las oraciones exclamativas e interrogativas en las que afirmación y negación se neutralizan. En ¿No te gustaría una taza de té?, no estamos negando nada, sino haciendo un ofrecimiento.
Una simplificada clasificación de la negación servirá para que, al menos, reflexionemos acerca de la riqueza de este recurso y de sus posibilidades pragmáticas, es decir, las que proporciona en un determinado contexto.
LA NEGACIÓN GRAMATICAL
Dentro de la negación gramatical, podemos encontrar, a su vez, una negación total, que afecta a toda la oración: No vengas tarde; y una negación parcial, que abaca solo una parte de la oración: No todos viven de esa manera; Vivo en una casa no muy luminosa.
Asimismo, la negación puede afectar a la palabra, y así tendremos los prefijos a-, des-, anti- contra-, in-: inútil, desprolijo, anticoagulante.
Algunos pronombres indefinidos también tienen un matiz negativo: nadie, ninguno, nada; y lo mismo ocurre con algunos adverbios: nunca, jamás, tampoco.
Por último, ciertos conectores y locuciones adverbiales como no obstante, por el contrario, sin embargo, antes bien, a pesar de todo, en absoluto, nos permiten introducir diferentes opiniones enfrentadas.
LA NEGACIÓN PRAGMÁTICA
Aquí haremos referencia a diferentes actos de habla en los que la negación sirve para expresar distintas intencionalidades:
a- Duda: quizá, tal vez, acaso, es probable… + no. Si la oración principal, que expresa duda, es negativa el verbo de la cláusula subordinada irá siempre en subjuntivo: Quiero que me llames; No quiero que me llames.
b- Interrogación: permite manifestar cortesía: ¿No te importa cerrar la puerta?; aseveraciones indirectas: ¿No es lindo?; enojo: ¿No te parece que es hora de que vayamos terminando?
c- Réplica: las formas de la réplica abarcarán desde la negación explícita: no, ni loco, ¡no me digas!, de eso nada, ni hablar; a la negación implícita que se plasma en la ironía: ¡Te creo!, ¡Por supuesto! (para decir exactamente lo contrario); en la interrogación retórica: ¿Es que voy a ser yo quien lo haga todo? (= No voy a ser yo), o en la exclamación: ¡Yo decir eso! (= Yo no digo eso).
d- Rectificación: No quería decir eso.
e- Sorpresa: ¡No me digas!
f- Incredulidad: No puede ser; No lo dirás en serio.
En suma, cuando negamos, no siempre estamos diciendo simplemente que no, por lo que habrá que tener cuidado con esa moda de ser siempre positivos sin atender la intencionalidad verdadera del enunciado.